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Navíos y helicópteros rusos realizando ejercicios militares en la costa de Mar Negro en Crimea. Vasily Maximov/AFP/Getty Images

Los supuestos y rumores sobre el despliegue de armas nucleares rusas en Crimea han estado sonando repetidamente en la prensa occidental desde 2014. Sin embargo, hasta la fecha no ha sido posible confirmar si se han desplegado o no ojivas nucleares en la península desde su anexión, por lo que gran parte de este debate ha sido engañoso debido a la falta de pruebas.

 Desde marzo de este año, Rusia ha desplegado bombarderos con capacidad nuclear Tupolev Tu-22M3 en Crimea en respuesta al despliegue de sistemas de lanzamiento vertical Mark-4 estadounidenses en Rumanía. Esta demostración de fuerza no es nueva y no debería sorprendernos: desde que Rusia ocupó la península ha ido reforzando progresivamente su control militar sobre ésta. En comparación con el período de anterior a la anexión, Moscú ha duplicado con creces su personal militar, que ha pasado de 12.500 a 31.500 efectivos, ha desplegado más de 680 vehículos blindados, 170 piezas de artillería, 100 aviones de combate y unos 40 tanques. Además, la presencia de fuerzas nucleares rusas no estratégicas, que tienden a ser de doble uso y cumplen funciones tanto nucleares como convencionales, en Crimea tampoco es nueva, han estado allí desde la época soviética.

Sin embargo, la decisión de trasladar los Tupolev Tu-22M3, así como la de reabrir las instalaciones de almacenamiento de ojivas nucleares en Crimea, indica que el Kremlin está considerando la posibilidad de nuclearizar la península. Ahora bien, se cree que las ojivas nucleares se almacenan en Rusia, no en Crimea. Es cierto que hay varias instalaciones de almacenamiento de municiones en la zona de Sebastopol, pero ninguna parece tener las características de seguridad necesarias para el almacenamiento de este tipo de armamento. Por lo tanto, se puede concluir que actualmente no hay armas nucleares en Crimea.

 

¿Qué significaría la nuclearización de Crimea para la seguridad europea?

Dada su actual postura nuclear, también es muy poco probable que Moscú despliegue armas nucleares en Crimea en un futuro próximo. Pero, si decide hacerlo, la principal implicación es que la guerra atómica en Europa será más probable que si no hubiera este tipo de armamento desplegado y, en consecuencia, los europeos tendrán buenas razones para alarmarse.

Sin embargo, los gobiernos europeos no deberían perder los nervios y ser conscientes de varias cuestiones. En primer lugar, que Rusia ya tiene la capacidad de atacar a cualquier país europeo desde su territorio, por lo que trasladar armas a Crimea no aumenta su capacidad nuclear ofensiva. En segundo lugar, la incertidumbre generada en Occidente por estas acciones podría reforzar la posición del Presidente ruso, Vladímir Putin, en su propio país, por lo que no debemos olvidar que una decisión de este tipo podría estar motivada más por factores internos y que externos. Por lo tanto, una significación de este tipo es sólo peligrosa si Occidente deja engañarse por la astucia de Putin.

 

¿Por qué Rusia ha desplegado armas con capacidad nuclear en Crimea?

Varios factores explican la decisión de Moscú, uno de los cuales es el anuncio del presidente Donald Trump de la retirada de Estados Unidos del Tratado INF (Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio), lo cual elimina la principal limitación entre Washington y Moscú para el despliegue de misiles de corto y medio alcance. Tras el anuncio del Presidente estadounidense, Putin dejó claro en la conferencia de prensa anual del pasado mes de diciembre que, si este tipo de armamento aparece en Europa Oriental, Rusia tendrá que garantizar su propia seguridad, lo que significa que no descarta la posibilidad de desplegar armamento similar. Sin embargo, no todo en la política exterior del Kremlin tiene que ver con la seguridad, Moscú ha invertido muchos recursos en el desarrollo de infraestructuras civiles en Crimea y se espera que este año invierta 300.000 millones de rublos (unos 3.800 millones de euros) más. Esto es parte de una iniciativa de Moscú para integrar a los crimeos en la Federación Rusa. Por lo tanto, asegurar esta inversión también es una prioridad.

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La imagen de Vladímir Putin en la fachada de un casa en Sebastopol, Crimea. Alexander Aksakov/Getty Images

Otro factor es la necesidad que tiene Rusia de significarse frente a Occidente para así garantizar su control sobre la península. Por ejemplo, desde la anexión en 2014, Moscú ha realizado varios ejercicios militares en Crimea y sus alrededores. Estos tenían por objeto demostrar a la OTAN que Moscú no va a dar marcha atrás en esta cuestión. Con el despliegue actual de armas con capacidad nuclear, Rusia no sólo quiere dejar claro que es capaz de ir a la guerra, sino que también podría lanzar ataques nucleares desde Crimea, lo que en última instancia ayuda a disuadir a la OTAN de cualquier aventurismo militar. No obstante, la señalización nuclear de Rusia se produce porque asume que no tendrá que convertirla en una acción real y, por lo tanto, busca alcanzar objetivos estratégicos (mantener el control sobre Crimea) sin ir a la guerra.

También puede argumentarse que Rusia quiere crear confusión adicional sobre las circunstancias en las que podría recurrir al uso de armas nucleares. Por ejemplo, ya en 2014, varios funcionarios rusos anunciaron la posibilidad de utilizar armas nucleares de forma preventiva para aplicar una estrategia de reducción de escalada. Aunque la opción del ataque preventivo no estaba incluida en las doctrinas militares rusas de 2010 o 2014, los recientes despliegues en Crimea plantean dudas sobre si de hecho está incluida en los anexos clasificados. Y, por supuesto, las declaraciones públicas de los políticos rusos sobre la destrucción de los Estados bálticos y de Polonia no ayudan a aclarar si las armas están allí con fines ofensivos o no.

Por último, la decisión de Rusia también pretendía distraer la atención de la OTAN de las actividades encubiertas en el este de Ucrania, enviar un mensaje a la opinión pública rusa para crear una percepción de fuerza y así desviar la atención de los problemas económicos y sociales del país, reforzar tanto el apoyo de los estamentos militares como el mensaje de que Crimea forma parte de Rusia y no de Ucrania. De hecho, una mayor involucración por parte del país en Ucrania es vista de forma positiva por la opinión pública rusa que muestra en las encuestas su satisfacción general con la toma de posesión de Crimea. No obstante, según los sondeos de opinión más recientes, el 64% de los entrevistados cree que Rusia se beneficiaría de tener buenas relaciones con Ucrania. A pesar de que los enfrentamientos en este país han sido intensos desde 2014, el 60% de los encuestados tenían opiniones neutrales sobre la adhesión de Ucrania a la UE, y creían que este país debía tomar sus propias decisiones sobre esta cuestión. Ahora bien, los rusos también aprueban inequívocamente la anexión de Crimea y la continuación de la ayuda a los rebeldes de Dombás, incluido el envío de armas.

 

El futuro de la seguridad nuclear

La incertidumbre sobre lo que se traslada a Crimea y lo que se almacena allí ilustra el problema especial de las fuerzas nucleares no estratégicas de doble uso, que puede dar lugar a interpretaciones erróneas como la señalización nuclear. Al mismo tiempo, las dudas sobre lo que ocurre en Crimea es similar a la incertidumbre generada por los despliegues rotativos temporales de bombarderos de combate con capacidad nuclear de la OTAN en los Estados Bálticos, Polonia y Rumanía, es decir, ambas partes contribuyen a la falta de claridad y un potencial aumento de las percepciones de amenaza.

Ahora bien, por primera vez desde el final de la Guerra Fría, está hablándose de la posibilidad de una confrontación atómica entre las grandes potencias en términos de política real. Por ejemplo, Elbridge Colby (director del programa de Defensa del Center for New American Security) indica que ha regresado la competitividad entre las grandes potencias, y que están desarrollando fuerzas militares para luchar y derrotarse las unas a las otras en futuras guerras; y las capacidades nucleares modernas y móviles son una parte clave de sus estrategias.

Los líderes políticos, como Vladímir Putin, se han jactado de las virtudes de su arsenal nuclear y de su voluntad de utilizarlo, y aunque hace unos años estas advertencias parecían alarmistas, hoy ya no parecen ser algo tan fantástico.

Es muy dudoso que las fuerzas con capacidad nuclear que se encuentran actualmente en Crimea estén equipadas con ojivas nucleares o lo vayan a estar en un futuro próximo. Es más probable que se utilicen para misiones convencionales, ya sea en operaciones de asistencia o capacitación. Sin embargo, la presencia de este tipo de armamento en Crimea y los rumores que genera están creando incertidumbre y ansiedad en los países vecinos, alimentando las percepciones de amenaza.

Todas las partes implicadas en la crisis ucraniana deben ser especialmente cuidadosas y claras sobre los mensajes que quieren transmitir cuando despliegan fuerzas de doble uso. De lo contrario, el despliegue puede ser malinterpretado y dar lugar a percepciones exageradas de amenazas y a una escalada. Sin embargo, no basta con agacharse y esperar que la disuasión genere estabilidad, alguien tiene que empezar a intentar resolver esta crisis a través de mecanismos diplomáticos y de negociación. Una mayor transparencia en el despliegue de fuerzas nucleares no estratégicas sería una buena manera de empezar.