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Volodymyr Zelensky, actor y candidato presidencial, observado el oligarca Ihor Kolomoyski, en una composición de un cartel pegado en las calles de Lviv, Ucrania. YURI DYACHYSHYN / AFP / Getty Images

La confianza es un bien escaso en la política ucraniana. ¿Es posible que un presidente televisivo la traiga de vuelta en las próximas elecciones?

Sluga Narodu (“Servidor del pueblo”), la serie de televisión más popular de Ucrania, cuenta la historia de un profesor de historia que, de forma inesperada, se convierte en presidente del país. Su protagonista, Vasil Holoborodko, superado el shock de su victoria, emprende una cruzada contra la corrupción y otros abusos de poder y promete servir a su pueblo lo mejor posible. Es sincero, decidido, divertido y modesto, y va a trabajar en bici. Holoborodko ha conquistado los corazones de los ucranianos, de los 4,7 millones de espectadores, aproximadamente, que ven cada episodio. La tercera temporada comienza en marzo de 2019, coincidiendo con las elecciones presidenciales reales del país.

La línea que separa la ficción de la realidad empezó a difuminarse en marzo de 2018, cuando el éxito de Sluga Narodu inspiró la creación de un partido político del mismo nombre. Volodymyr Zelensky —el dinámico cómico, actor y productor que interpreta a Holoborodko— anunció en enero de 2019 que iba a presentar su candidatura a la presidencia. En estos momentos encabeza los sondeos, a pesar de tener enfrente al presidente actual, Petro Poroshenko, y a la ex primera ministra Yulia Timoshenko. La encuesta más reciente da a Zelensky hasta el 26,9% del voto, a Poroshenko el 17,7% y a Timoshenko el 15,8%.

¿Acaso creen los ucranianos que Zelensky es Holoborodko? Seguramente no. Pero sí parecen creer que puede serlo. Los votantes ucranianos están desesperados por encontrar un líder en el que confiar. Sin embargo, la confianza es un bien escaso. A pesar de todo lo que ha conseguido —la firma de un Acuerdo de Asociación con la UE, un régimen libre de visados con la zona Schengen, preservar el Estado al tiempo que libra una guerra en el este del país—, a Poroshenko se le acusa con frecuencia de haber agravado el problema de corrupción en Ucrania. Ha sostenido el sistema oligárquico del país. Nada menos que el 60,8% de los ucranianos tienen una opinión negativa de él. Sus éxitos más recientes —ayudar a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana a obtener su independencia y consagrar el sueño de pertenecer a la OTAN y la UE en la constitución— han mejorado muy poco su puntuación en los sondeos.

Los ucranianos de clase media están profundamente desilusionados. Algunos de sus compatriotas murieron en la plaza del Maidán mientras participaban en la revolución de la dignidad, hace cinco años, y ese es un dolor que tienen todavía muy presente. Los ucranianos sienten que se merecen algo mejor por el alto precio que han pagado. ¿Timoshenko es compatible con esa dignidad que buscaban? En las encuestas tiene una puntuación negativa del 50% y, en una reciente lista de los mayores populistas y mentirosos de la política ucraniana, ocupaba el primer puesto con gran diferencia. Todavía encabeza algunos sondeos, pero sus apoyos se están desvaneciendo.

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Protestas de simpatizantes e integrantes de la Guardia Nacional, partido de extrema derecha ucraniano. GENYA SAVILOV / AFP / Getty Images

Los ucranianos desconfían enormemente de las autoridades en general. Es un hecho que dejan patente no solo los estudios sociológicos, sino también las conversaciones con muchos residentes de Kiev. Es una desconfianza comprensible, dada su experiencia de decenios de poder soviético, corrupción muy arraigada y oligarquía. Ucrania es una nación traumatizada por el horror de Holomodor, la hambruna orquestada por los soviéticos que mató a entre seis y ocho millones de personas, incluidos entre cuatro y cinco millones de ucranianos, en los años treinta del siglo pasado. Con su suspicacia antigubernamental, los ucranianos están deseosos de abolir las leyes de inmunidad que les impiden defenestrar y encarcelar a políticos. De hecho, consideran que es una de las reformas más importantes que afronta el país.

Zelensky pareció darse cuenta de ello cuando creó un personaje íntegro como Holoborodko. Si puede convencer a los votantes de que él mismo es digno de confianza, tendrá muchas posibilidades de ganar las elecciones. Las opiniones negativas sobre él están solo en un 20%. Consciente de que la inmunidad judicial de los políticos es muy impopular, ha dicho que abolirla será una prioridad. Y, con la certeza de que muchos ucranianos temen a los gobiernos fuertes, ha prometido una mayor práctica de la democracia directa, mediante referendos periódicos.

Uno de los argumentos contra Zelensky es que no tiene un verdadero programa político. Pero muchos votantes pueden pensar que tampoco lo tenía Holoborodko y, aun así, gracias a su decencia y su inteligencia, pronto aprendió a descubrió cómo tomar las decisiones correctas. Como mínimo, la gente podía confiar en que Holoborodko siempre trataría de actuar en el interés del pueblo. Con ese espíritu de servicio a los ciudadanos y dejar que sean ellos los que le guíen, Zelensky ha invitado a todo el que quiera a afiliarse a su partido, siempre que no tenga experiencia política.

Varios analistas políticos de Kiev han insinuado que Zelensky perderá su ventaja en los sondeos a medida que disminuya el entusiasmo por su campaña. Pero los sentimientos negativos que despiertan Poroshenko y Timoshenko son tan intensos que es difícil que puedan recuperar terreno. Es muy probable que Zelensky gane votos solo por ser una tercera persona.

Sus adversarios destacan a veces que muchos de sus partidarios son jóvenes, que se movilizan con facilidad en las redes sociales pero luego no suelen acudir a votar el día de las elecciones. Sin embargo, fueron los jóvenes los que iniciaron la Revolución del Maidán, y ahora, estimulados por la experiencia, quieren tomar las riendas de su propio futuro. Desde la revolución, han surgido numerosas start-ups, y numerosos jóvenes se han incorporado al Ejército porque tienen la sensación de que su país les necesita y están orgullosos de su identidad de ucranianos. Aunque muchos jóvenes están yéndose del país, es posible que los que se quedan quieran hacer otro intento de cambiar la situación, esta vez mediante el voto.

Algunos observadores afirman que un país en guerra necesita a un líder experimentado, y que ese razonamiento apartará a los votantes de Zelensky cuando se acerquen los comicios. Pero un estudio reciente muestra que el 70% de los ucranianos apoya algún tipo de acuerdo con Rusia en el Donbas, y con Poroshenko es poco probable que esto se produzca. Zelensky, por el contrario, ha dicho que, como presidente, negociaría con el presidente ruso Vladimir Putin y después convocaría un referéndum para saber si se acepta o no el acuerdo obtenido. No está claro cómo se trasladaría esa promesa a la práctica, pero quizá muchos votantes piensen que merece la pena probar.

En realidad, no está nada claro cómo se trasladaría a la práctica ningún aspecto de una posible presidencia de Zelensky. Todo el asunto es bastante surrealista. Su victoria reflejaría un gran experimento, loco e irresponsable para unos, tentador y casi irresistible para otros. Al votar por Zelensky, los ucranianos pondrían a prueba una hipótesis radical: que es posible elegir a un presidente digno de confianza.

Por supuesto, todo puede salir mal. Puede ser un desastre. Ahora bien, después de soportar décadas de corrupción endémica que ha dejado a muchos sin acceso a una sanidad y unos servicios aceptables, los ucranianos tal vez piensen que merece la pena correr el riesgo. Si los británicos pueden experimentar con el Brexit y los estadounidenses con Donald Trump, quizá los ucranianos estén dispuestos a probar también una teoría nueva y audaz.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia