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Un granjero con su ganado en Malí, donde Al Qaeda está perpetrando una serie de ataques para desetabilizar al gobierno. (Alexander Koerner/Getty Images)

Los grupos terroristas fingen tomar la iniciativa contra el cambio climático, apropiándose de las narrativas sobre el medio ambiente para desafiar a los gobiernos más frágiles de Oriente Medio y África.

Problemas como la violencia política y las luchas sectarias en los Estados frágiles empoderan a los grupos terroristas, y lo mismo ocurre con el cambio climático. Desde Afganistán e Irak hasta Somalia y Yemen, los grupos terroristas están impulsando la falsa narrativa de que son ellos, y no los gobiernos centrales acosados por las dificultades económicas, quienes lideran las campañas contra la deforestación, la escasez de agua, las malas cosechas y otros problemas medioambientales que asolan las comunidades locales por toda África y Asia. Incluso Osama bin Laden, una inspiración para todos los grupos terroristas, convirtió el calentamiento global en propaganda. Aunque los países en desarrollo producen pocos gases de efecto invernadero, son quienes más tienen que perder por este efecto y los militantes de estos grupos están subrayando esa disparidad.

En 2002, en una carta abierta que recogía muchos de los agravios de los que culpaba al mundo occidental, el fundador de Al Qaeda arremetía contra Estados Unidos por negarse a unirse al Protocolo de Kioto y por contaminar el medio ambiente “más que cualquier otra nación en la historia, con desechos y gases industriales”. Reiteró estas críticas en una cinta de vídeo enviada por correo a Al Jazeera en 2010, un año antes de su muerte. El letal ataque estadounidense al complejo de Bin Laden en Abbottabad en 2011 sacó a la luz otra carta abierta en la que el ideólogo animaba a los estadounidenses a ofrecer al presidente Barack Obama cualquier ayuda que necesitara para “salvar a la humanidad” de las “catastróficas” consecuencias del calentamiento global.

Durante sus muchos años en la clandestinidad, el líder de Al Qaeda prestó apoyo retórico al movimiento ecologista, pero el verdadero alcance de su dedicación al ecologismo continúa siendo objeto de debate. Sin embargo, sus discípulos en África y Asia han transformado los problemas medioambientales de meros temas de conversación en oportunidades sorprendentes para publicitar su marca y aumentar el reclutamiento de sus organizaciones.

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Un agricultor iraquí en al-Qaim, Irak, zona cercana a Siria que estaba controlada por Daesh. (AHMAD AL-RUBAYE/AFP/Getty Images)

Daesh y su predecesor, Al Qaeda en Irak, pusieron en marcha la tendencia después de 2009 al intentar atraer a los agricultores que habían perdido sus medios de subsistencia por la escasez de agua. El Estado Islámico empleó una estrategia en varios frentes, ofreciendo a los reclutas comida y 400 dólares al mes, mientras argumentaba que al gobierno iraquí le importaban poco los problemas medioambientales que devastaban el corazón del país. La rápida conquista de los militantes de las regiones iraquíes afectadas por la sequía demostró la efectividad de sus tácticas.

Al Qaeda en la Península Arábiga, o AQAP en sus siglas en inglés, a menudo considerada como la filial más peligrosa del grupo terrorista de Bin Laden, volvió a aplicar el enfoque de Daesh a su esfera de influencia en Yemen varios años después. AQAP reparó tuberías de agua y pozos en ciudades que se enfrentaban a problemas derivados de las sequías a la vez que la violencia política debilitaba la capacidad del gobierno yemení para proporcionar servicios básicos similares a las pocas regiones bajo su control.

Fuera de Oriente Medio, los militantes han intentado implementar algunas incipientes políticas ambientales. En un “mensaje especial” de 2017, los talibanes instaron a los afganos a “plantar uno o varios árboles frutales o no frutales para el embellecimiento de la Tierra y el beneficio de las creaciones de Dios todopoderoso”, añadiendo en diversas entrevistas que los insurgentes incluso apoyaban los intentos de reforestación del gobierno afgano. Mientras tanto, en 2018, Al Shabaab, una filial somalí de Al Qaeda que coordina muchas de sus operaciones con AQAP, prohibió las bolsas de plástico después de calificarlas de “seria amenaza para el bienestar de humanos y animales”.

A diferencia de Bin Laden, quien podría haber sentido una sincera angustia por el cambio climático, los grupos terroristas que se han vuelto hacia él en busca de orientación demuestran poca preocupación real por el bienestar del medio ambiente natural, y probablemente vean en los problemas medioambientales únicamente una oportunidad para fortalecer su causa. Los analistas sugieren que Al Shabaab optó por prohibir las bolsas de plástico porque la contaminación plástica estaba asfixiando al ganado por el que cobran impuestos, no porque a los militantes somalíes les importe una potencial crisis ecológica.

En realidad, los grupos terroristas que afirman lamentar la degradación medioambiental lo que hacen es agravarla en aras de la financiación de la violencia sectaria. En Afganistán, el Estado Islámico y los talibanes a menudo se benefician de la tala ilegal. En otros lugares, los esfuerzos carentes de visión de futuro de Daesh para explotar los pozos arrebatados a las industrias petroleras provocaron derrames de petróleo en todo Irak, y Al Shabaab ha quemado los antes exuberantes bosques somalíes en su búsqueda de carbón y madera para vender. En lo que respecta a los mercados negros del Sureste Asiático, las filiales de Al Qaeda trafican con cuernos de rinoceronte y pieles de tigre, siguiendo los pasos de la entrada de Al Shabaab en el comercio ilegal de marfil.

En todo el mundo, los compañeros de viaje de Bin Laden ensalzan las virtudes de la protección del medio ambiente tanto online como en público, al tiempo que aceleran la degradación medioambiental sobre el terreno. Debido a que los precarios gobiernos centrales de Afganistán, Irak, Somalia y Yemen carecen de los recursos financieros y la capacidad política para prepararse para los peores efectos del cambio climático, los grupos terroristas pueden fingir envolverse en el manto del ecologismo a la vez que devastan el medio ambiente natural en regiones fuera del control de unos ejércitos desbordados.

Muchos analistas sostienen que el calentamiento global avivará aún más los conflictos en Oriente Medio, donde puntos críticos como la Franja de Gaza y la Península de Sinaí ya están teniendo que lidiar con sequías, escasez de agua y otros problemas medioambientales que solo van a empeorar. Por su parte, los científicos han advertido de que el cambio climático “deteriorará significativamente las condiciones de vida en Oriente Medio y en el Norte de África” y “las olas de calor y las tormentas de polvo del desierto prolongadas pueden volver algunas regiones inhabitables”. Cuanto mayor sea el caos causado por el calentamiento global en la región, más oportunidades encontrarán los grupos terroristas para adueñarse del movimiento ecologista.

Desde Indonesia hasta Malí, los militantes terroristas tienen muchas opciones de obtener beneficios del cambio climático si esta tendencia persiste. El Banco Árabe para el Desarrollo Económico en África, el Banco Islámico de Desarrollo, el Fondo de Kuwait para el Desarrollo Económico Árabe y otras agencias de ayuda e instituciones financieras de desarrollo de Oriente Medio pueden romper este patrón proporcionando fondos para financiar los esfuerzos de estos Estados frágiles para prepararse para el calentamiento global y detener la degradación ambiental en Afganistán, Irak, Somalia, Yemen y otros lugares. A medida que los bancos de desarrollo inviertan en la gestión de los recursos naturales, y en la conservación del agua en particular, los gobiernos en el Sur Global podrán dedicar más capital a frenar las sequías y otros problemas medioambientales que permiten a los grupos terroristas promover sus causas y reclutar seguidores. Aunque Naciones Unidas ha financiado bombas hidráulicas alimentadas por energía solar para combatir la escasez de agua en Yemen, la comunidad internacional debe ir más allá.

La sociedad civil debería articular su propia respuesta a los intentos de los grupos terroristas de secuestrar el movimiento ecologista. Nature Iraqel Partido Verde somalí y otras organizaciones medioambientales en Estados frágiles ya están en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático en las zonas de guerra, y sus líderes —verdaderos ecologistas— tienen una especial posición de prestigio para poder criticar la explotación del medio ambiente por parte de Daesh y Al Qaeda. Por su parte, los medios de comunicación deben enfatizar la contribución de los grupos terroristas a la degradación medioambiental en lugar de equipararlos con el movimiento ecologista.

Las agencias de inteligencia occidentales, los cuerpos diplomáticos y los ejércitos que han ayudado a los gobiernos de Oriente Medio, África y Asia Central en sus guerras contra Al Qaeda, Daesh y sus aliados deben tener en consideración los temas medioambientales en su manera de enfocar la lucha contra la insurgencia y el terrorismo. Las agencias de inteligencia de Estados Unidos ya estudian el cambio climático como una amenaza para la seguridad nacional. Una vez que los Estados frágiles tengan políticas medioambientales integrales, así como la capacidad militar para salvaguardar el medioambiente, los grupos terroristas tendrán menos oportunidades de aprovecharse del calentamiento global. Si el Gobierno iraquí puede garantizar que los agricultores tengan acceso al riego y el Gobierno yemení puede suministrar agua a las zonas rurales, Daesh y el AQAP resultan sustitutos menos atractivos.

Aunque el debate sobre cómo encontrar una solución al cambio climático sigue suscitando opiniones encontradas en gran parte de Oriente Medio y Occidente, todos los países comprenden la necesidad de derrotar a Daesh y Al Qaeda. Si las potencias regionales y mundiales quieren evitar que los grupos terroristas exploten el calentamiento global, la comunidad internacional debe abordar los problemas medioambientales, prestando ayuda humanitaria directa y extremadamente visible a los Estados frágiles que más lo necesitan. La degradación medioambiental se ha convertido en una cuestión de seguridad global.

 

El artículo original ha sido publicado en YaleGlobal.