Turismo en Colombia
Un grupo de personas con discapacidad visual camina por una zona rural de Palmira, Colombia. (Luis Robayo/AFP/Getty Images)

A pesar del aumento de las ofertas turísticas aptas para personas con diversidad funcional, la construcción de un mundo accesible para todos sus habitantes es aún una asignatura pendiente. Las nuevas tecnologías y el Diseño Universal facilitan este reto, que exige además, y con premura, un cambio de mentalidad.

La condición de discapacidad no es una cuestión intrínseca del individuo, sino que surge de la interrelación entre el diseño del entorno y las capacidades de cada persona. Todo el mundo es susceptible de convivir con una discapacidad a lo largo de su vida. Desde que esta reflexión atravesó la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en 2006, la máxima de construir una sociedad accesible y sin barreras ha penetrado en el diseño de los espacios públicos y, también, de las zonas turísticas.

“La gente piensa que las personas con discapacidad no viajan —explica, Isabelle Ducharme, presidenta del consejo de la organización canadiense Kéroul, que promueve la accesibilidad—. Piensan que, además, cuesta mucho garantizar la universalización de los espacios, pero no siempre es así: son prejuicios”.

Las nuevas tecnologías y una creciente concienciación por apostar por los lineamientos del llamado Diseño Universal, válido para la totalidad de la población —sin excepciones—, están facilitando que las personas con discapacidad puedan disfrutar de sus derechos con mayor autonomía. Pero son muchos los obstáculos y convencionalismos sociales que aún deben sortear, incluso en tareas tan frecuentes como la planificación de un viaje o unas vacaciones.

“Ahora, tras más de veinte años de lucha, hay un mayor interés de los promotores turísticos por el turismo accesible. Pero aún hay mucho desconocimiento por parte de los profesionales del sector, que estandarizan sus ofertas, y por la sociedad —cuenta Pablo Lecuona, unos de los fundadores de la asociación argentina Tiflonexos, que trabaja por el desarrollo e inclusión de las personas con discapacidad visual y que ha encontrado en el turismo otra herramienta más para empoderarlos—. A los ciegos también nos gusta hacer cosas que históricamente nos han sido negadas como montar a caballo, rápel, tirolina o bailar salsa”.

A las trabas y prejuicios, se suman las barreras en las infraestructuras: ausencia de rampas, ascensores sin botones braille o salidas de audio, escasez de pavimentos podotáctiles o un desarrollo insuficiente de opciones informativas accesibles, tanto online como offline.

Pese a que se calcula que la cifra estimada de personas con discapacidad visual en el mundo es de 253 millones (36 millones con ceguera y 217 millones con discapacidad visual), el turismo accesible sigue siendo una asignatura pendiente. Es decir, las personas con discapacidad visual aún no tienen garantizado el uso y disfrute de muchos hoteles, museos, rutas turísticas o medios de transporte.

Con la incorporación de dispositivos de simbología táctil, sistemas de audio o permitiendo que los animales guía acompañen a las personas con discapacidad visual en todos sus recorridos, la sociedad avanzaría en su deber de integrar sin excepciones. Como afirman los expertos internacionales Peter Neumann y Paul Reuber, “la accesibilidad es imprescindible para el 10% de la población, necesaria para el 40% y cómoda para el 100%”.

Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2050 habrá alrededor de 115 millones de personas ciegas, pese a que la prevalencia de la discapacidad visual ha disminuido desde comienzos de los 90. Un pronóstico que, de cumplirse, triplicaría el total de población con ceguera estimado para 2020, que ronda los 38,5 millones de personas.

“El envejecimiento y el aumento de la población contribuyen a aumentar el número de personas con discapacidades —analiza el consejero en Relaciones Internacionales y Gubernamentales de la organización Kéroul, Michel Trudel—. Es gente perteneciente a la llamada generación del baby boom: han viajado, pueden darse el lujo de retirarse activamente y no aceptarán que su discapacidad física los margine a la hora de elegir actividades”.

Autonomía sin paternalismos

Hacer que el turismo sea más accesible, además de ser una cuestión de derechos y de responsabilidad social, es una oportunidad de negocio. “La accesibilidad es un mercado creciente y casi sin aprovechar para los empresarios del turismo —apunta el director de Accesibilidad Universal e Innovación de la Fundación ONCE, Jesús Hernández—. Además es una inversión social necesaria”. 

El mercado potencial del turismo accesible solo en Europa se estima en 130 millones de personas, con un poder adquisitivo anual de 68.000 millones de euros, según la Red Europea de Turismo Accesible (ENAT, por sus siglas en inglés).

La implementación de buenas prácticas en los destinos turísticos es una de las principales barreras que derribar. “Existe la necesidad de que las personas de la industria del turismo reciban un entrenamiento de sensibilidad sobre la realidad y las necesidades de las personas con discapacidades para impedir momentos incómodos”, explica Ducharme.

Lo primero a evitar es caer en paternalismos. “No hay que sobreproteger a las personas con discapacidad visual, se tiene que perder el miedo a organizar cualquier actividad con estas personas —explica Lecuona—. Es necesario visibilizar que cuando viajamos también vamos a divertirnos”.

El acceso a la información es imprescindible, como señala Trudel. El desarrollo informático cada vez tiene más presente la Accesibilidad Web, que aspira a que cualquier usuario pueda acceder a los contenidos online. Estos criterios son recogidos por el World Wide Web Consortium (W3C), el consorcio internacional que marca estándares para la creación de páginas webs. Incluir textos alternativos que describan las imágenes o añadir subtítulos son algunas de las recomendaciones.

Para estandarizar pautas básicas y avanzar hacia una sociedad accesible, la Fundación ONCE, la Asociación Española de Normalización (UNE) y la Organización Mundial del Turismo (OMT) trabajan conjuntamente en el desarrollo de una norma ISO. “Esperamos que se erija como un manual de referencia para el sector turístico y de ocio y se homogeneicen los criterios de accesibilidad internacionalmente, pese a que la norma sea de carácter voluntario”, explica Hernández.

Pese a que aún hay mucho que mejorar para la alcanzar la universalidad de los espacios, se pueden encontrar varios referentes en las distintas regiones.

América Latina

AMERICA
Un hombre con discapacidad visual asiste a la octava edición del evento ‘Tifloencuentro’ en Cali, Colombia. (Luis Robayo/AFP/Getty Images)

“En la región, hay iniciativas interesantes —explica Lecuona—. pero desafortunadamente aún son

aisladas porque no existen muchos planes de accesibilidad integral en los países latinoamericanos”.

Para estandarizar la simbología táctil y generar un lenguaje cartográfico común para la población con discapacidad visual de América Latina, se ha lanzado un proyecto piloto en Valparaíso (Chile) que se replicará más adelante en otros puntos de la región.

Brasil es uno de los países que lidera la oferta de turismo sin barreras. Cuenta con más de 530 establecimientos accesibles, incluyendo parques, atracciones turísticas, hoteles o museos. Además, el Ministerio de Turismo ofrece una aplicación que provee información para garantizar la autonomía de los viajeros con discapacidad.

Es en Argentina donde el turismo y el Diseño Universal se han materializado en la ley Nacional de Turismo (N 25997), aprobada en 2005 y que persigue “la eliminación de las barreras que impidan el uso y disfrute de la actividad turística por todos los sectores de la sociedad, incentivando la equiparación de oportunidades”.

Otros países como Uruguay, Costa Rica, Perú y Colombia tienen circuitos turísticos inclusivos e integradores y guías turísticos con la formación necesaria para atender las necesidades de todos los viajeros. También Ecuador, que ha convertido uno de sus referentes turísticos, la ciudad de Baños, en un destino de aventuras accesible donde se pueden practicar actividades como puenting, rafting o tirolina.

Estados Unidos y Canadá

Desde que Toronto fuera la sede de los Juegos Panamericanos en 2015, el turismo accesible ha repuntado en Canadá. La ciudad ha acondicionado su espacio urbano para que sea inclusivo y ha limitado las barreras de sus infraestructuras. En Montreal, la organización Kéroul ha calificado 118 atracciones, 58 alojamientos, 84 restaurantes y otros 25 establecimientos (farmacias, bibliotecas, etcétera) como accesibles. Además, ofrecen entrada gratuita a los compañeros de viaje de las personas con discapacidad.

En Estados Unidos, ciudades como Seattle, San Francisco, Boston o San Diego destacan por su oferta turística integradora. Algunos de sus teatros ofrecen sistemas de asistencia de audio por infrarrojos, traducción ASL y actuaciones descritas en audio. Además, el uso de animales guía está permitido en los principales atractivos turísticos. También sus parques nacionales ofrecen rutas accesibles.

Europa

Turismo Europa
Una persona ciega siente con sus manos una copia de ‘El caballero con la mano en el pecho’ de El Greco en el Museo del Prado en Madrid, España. (Pablo Blazquez Dominguez/Getty Images)

En los países europeos, el turismo accesible ha irrumpido con notoriedad y empieza a asentarse en las políticas públicas comunitarias. A la lista de las ciudades premiadas por la ENAT, como Milán, las suecas Borås o Gotemburgo, Berlín, Salzburgo (Austria) o la urbe española de Ávila, se suman nuevas incorporaciones. Liubliana (Eslovenia) ofrece, además de una estancia sin barreras, clases de esquí para personas con discapacidad visual. También Lyon, donde la inclusión social es clave en sus políticas de desarrollo local y muchas de sus calles son un ejemplo de diseño universal.

Otras ciudades, como Roma o Madrid, ofrecen maquetas de edificios emblemáticos o reproducciones de obras de arte que se pueden tocar para tener una orientación más realista. Mientras que Jūrmala (Letonia) cuenta con bicicletas tándem para personas invidentes y tenis de mesa de playa con pelotas audibles, y en Praia Formosa (Portugal) han creado el dispositivo Audioplage para que las personas con discapacidad visual puedan nadar de forma independiente y segura en la playa.

África

El turismo de safaris ha sido de los primeros en apostar por la accesibilidad. El Parque Nacional Kruger, en Suráfrica, ha universalizado su oferta para que cualquiera pueda conocer más de cerca la vida en la sábana, potenciando sus olores, sonidos y texturas. Además, las principales ciudades del país como Johannesburgo o Ciudad del Cabo cuenta con información en braille en los puntos turísticos más visitados y rutas accesibles.

Egipto, en cambio, apuesta por “Ver con las manos”. El Museo egipcio ofrece visitas guiadas para ciegos y excursiones a los principales sitios arqueológicos de El Cairo como las pirámides de Guiza.

Asia-Pacífico

Singapur es una de las ciudades más accesibles de Asia y del mundo. Su transporte público está equipado con sistemas de guía táctil y los perros guía son bienvenidos a bordo. Además, existen diversas apps como My Smart Eye (Mi ojo inteligente), que ayuda a las personas con discapacidad visual a obtener descripciones reales de los objetos de su entorno.

Nepal quiere autoproclamarse ‘la capital del turismo de aventuras en Asia”. Pokhara, la puerta de una de las entradas al Himalaya, es la ciudad piloto de este plan que, pese a los obstáculos pendientes, ha empezado a tomar forma tras la celebración de III Conferencia Internacional sobre Aventura Accesible (ICAA 2018).

India es otro de los países asiáticos que se reconstruye sin barreras. Desde la visita de Stephen Hawkings en 2001 a Delhi, otras zonas como Kerala o Agra han rediseñado sus espacios más emblemáticos para cumplir con los mínimos requeridos por la accesibilidad. Una línea que se está desarrollando con fuerza en otras ciudades australianas como Sídney o Melbourne.

“La creación de un mundo accesible es responsabilidad de todos —concluye Hernández—. Afecta a políticos, organizaciones públicas, empresarios y a la ciudadanía y los colectivos de personas con discapacidad, que deben reivindicar sus derechos y hacer efectivas sus quejas”.