
A pesar del aumento de las ofertas turísticas aptas para personas con diversidad funcional, la construcción de un mundo accesible para todos sus habitantes es aún una asignatura pendiente. Las nuevas tecnologías y el Diseño Universal facilitan este reto, que exige además, y con premura, un cambio de mentalidad.
La condición de discapacidad no es una cuestión intrínseca del individuo, sino que surge de la interrelación entre el diseño del entorno y las capacidades de cada persona. Todo el mundo es susceptible de convivir con una discapacidad a lo largo de su vida. Desde que esta reflexión atravesó la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en 2006, la máxima de construir una sociedad accesible y sin barreras ha penetrado en el diseño de los espacios públicos y, también, de las zonas turísticas.
“La gente piensa que las personas con discapacidad no viajan —explica, Isabelle Ducharme, presidenta del consejo de la organización canadiense Kéroul, que promueve la accesibilidad—. Piensan que, además, cuesta mucho garantizar la universalización de los espacios, pero no siempre es así: son prejuicios”.
Las nuevas tecnologías y una creciente concienciación por apostar por los lineamientos del llamado Diseño Universal, válido para la totalidad de la población —sin excepciones—, están facilitando que las personas con discapacidad puedan disfrutar de sus derechos con mayor autonomía. Pero son muchos los obstáculos y convencionalismos sociales que aún deben sortear, incluso en tareas tan frecuentes como la planificación de un viaje o unas vacaciones.
“Ahora, tras más de veinte años de lucha, hay un mayor interés de los promotores turísticos por el turismo accesible. Pero aún hay mucho desconocimiento por parte de los profesionales del sector, que estandarizan sus ofertas, y por la sociedad —cuenta Pablo Lecuona, unos de los fundadores de la asociación argentina Tiflonexos, que trabaja por el desarrollo e inclusión de las personas con discapacidad visual y que ha encontrado en el turismo otra herramienta más para empoderarlos—. A los ciegos también nos gusta hacer cosas que históricamente nos han sido negadas como montar a caballo, rápel, tirolina o bailar salsa”.
A las trabas y prejuicios, se suman las barreras en las infraestructuras: ausencia de rampas, ascensores sin botones braille o salidas de audio, escasez de pavimentos podotáctiles o un desarrollo insuficiente de opciones informativas accesibles, tanto online como offline.
Pese a que se calcula que la cifra estimada de personas con discapacidad visual en el mundo es de 253 millones (36 millones con ceguera y 217 millones con discapacidad visual), el turismo accesible sigue siendo una asignatura pendiente. Es decir, las personas con discapacidad visual aún no tienen garantizado el uso y disfrute de muchos hoteles, museos, rutas turísticas o medios de transporte.
Con la incorporación de dispositivos de simbología táctil, sistemas de audio o permitiendo que los animales guía acompañen a las personas con discapacidad visual en todos sus recorridos, la sociedad ...
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