Justin Trudeau, líder del Partido Liberal de Canadá, visita el BAPS Shri Swaminarayan Mandir y ofrece comentarios a los devotos hindúes durante Sharad Purnima en Toronto, Canadá. (NurPhoto via Getty Images)

El Gobierno canadiense ha dado a conocer su Estrategia para el Indo-Pacífico. El plan refuerza las redes de seguridad e inteligencia, despliega activos militares adicionales, invierte en infraestructuras de ciberseguridad y diversifica las oportunidades comerciales del país. Una primera valoración muestra aciertos y deficiencias

La ministra de Exteriores, Mélanie Joly, presentó en noviembre la Estrategia para el Indo-Pacífico, considerada como “nuevo horizonte de oportunidades”. En ella se identifican 40 países, si bien se centra en cuatro ejes: China, India, Japón y Corea del Sur, así como la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN).

En cuanto a China llama la atención que la estrategia se hizo pública apenas días después de la acusación en público del mandatario chino, Xi Jinping, al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, de “falta de sinceridad” al filtrar detalles de las conversaciones mantenidas en la cumbre del G20 en Bali. Es probable que durante la charla se abordara el tema de espionaje e interferencia chinos en las elecciones de Canadá.

Como informó Global News en noviembre, Trudeau y miembros de su gabinete fueron supuestamente avisados en enero de 2022 de que el consulado chino en Toronto dirigía una red clandestina de interferencia electoral en los comicios federales de 2019. Con mucha cautela el Primer Ministro ha insistido en la necesidad de seguir vigilantes en el futuro para garantizar la seguridad nacional.

El documento refleja una fundamental transformación en la visión tradicional de Ottawa respecto a Pekín, su segundo socio comercial. China es calificada como “potencia mundial cada vez más perturbadora”. Este planteamiento coincide con el de “nuestros amigos en el Indo-Pacífico”.

Pese a emplear un lenguaje contundente con el gigante asiático, la relación continuará siendo estrecha y constructiva en los problemas globales: cambio climático, energías renovables, salud, pérdida de biodiversidad y proliferación nuclear (tras la oleada de pruebas de misiles de Corea del Norte).

El presidente de China, Xi Jinping (izquierda), y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau (derecha), asisten a sesión en la Cumbre del G20 en Osaka, Japón. (Kazuhiro NOGI – Pool/Getty Images)

Canadá se opone a cualquier acción unilateral que amenace el status quo en el estrecho de Taiwán y mares de China Oriental y Meridional. Prueba de los crecientes intercambios con Taiwán, con el mayor PIB per cápita de Asia en 2022, es la próxima apertura de la Oficina económica y cultural de la isla en Montreal. Se suma a las ya existentes en Ottawa, Toronto y Vancouver.

El “compromiso constructivo con India” es prioritario. Por su peso estratégico, económico (se prevé que se convierta en la tercera economía del mundo en 2027) y demográfico (la mitad de su población tiene menos de 25 años).

Para abarcar el potencial de sus relaciones se está negociando un Convenio Comercial Provisional como paso previo a un Acuerdo de Asociación Económica integral. Joly y su homólogo indio, Subrahmanyam Jaishankar, coinciden en la necesidad de contrarrestar la hegemonía china, intensificar comercio e inversión y crear cadenas de suministro sólidas. Canadá es uno de los mayores proveedores globales de alimentos (cereales, por ejemplo) y fertilizantes. Lidera la investigación en tecnologías medioambientales (solo la provincia de Alberta cuenta con unas 900 empresas de tecnología verde).

Además del premier, en 2023, hasta ocho ministros visitarán el subcontinente. Sin embargo, la relación de Trudeau con su homólogo indio, Narendra Modi, no ha sido óptima. Nueva Delhi es muy sensible en lo concerniente a su gigantesca diáspora. Canadá acoge más de 1,1 millones. De ellos casi la mitad de la minoría sij: muy cohesionada e influyente. El grupo radical secesionista Sikhs for Justice (SFJ) reclama el estado independiente de Khalistan (“tierra de los puros”). Un territorio que se correspondería con el Punjab en India y, en menor medida, en Pakistán. En un referéndum de independencia de octubre celebrado en diferentes puntos de la provincia de Ontario y promovido por SFJ, India alertó a sus ciudadanos residentes en Canadá de “ataques de odio”. La consulta fue tildada de farsa por Nueva Delhi que acusa a Pakistán de instigarla. Pide incluir al SFJ en la lista de entidades terroristas. Aunque Ottawa apoya la integridad de India, causa irritación que no haya actuado contra los partidarios de ese hipotético Estado.

Japón acoge con agrado la inequívoca actitud frente a la militarización de China. Cuando visitó Tokio en octubre Joly anunció el Plan de Acción sobre prioridades y principios compartidos: comercio justo y abierto, derecho internacional, infraestructuras y conectividad basadas en transparencia, sostenibilidad financiera y medioambiental.

La firme postura de Ottawa defendiendo sus intereses nacionales coincide con la profunda preocupación nipona ante la agresividad china. La negociación de un Acuerdo General de Seguridad de la Información lo corrobora. Otro tanto ocurre con el esfuerzo común para reforzar la estabilidad en la península coreana.

El canciller alemán Olaf Scholz (r, SPD) Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, y Fumio Kishida (M), primer ministro de Japón, asisten a un almuerzo en la cumbre del G20. (Kay Nietfeld/picture alliance via Getty Images)

Japón se perfila como el aliado más afín en esta nueva era con el impulso de la defensa nacional del primer ministro Fumio Kishida y dada su postura más dura hacia China.

Por otra parte y ante el aumento de demanda de Japón y Corea del Sur, Canadá se posiciona como fuente fiable en materia de seguridad energética. Minerales críticos para la descarbonización (litio, cobalto, níquel, magnesio), hidrógeno y energía limpia. Con la finalización del gasoducto Trans Mountain y las instalaciones de GNL en British Columbia en su costa oeste, se convertirá en un proveedor trascendental. 

En 2021, ASEAN fue el cuarto socio comercial con un intercambio de mercancías valorado en 31.500 millones de dólares. La organización ha elevado el vínculo a la categoría de “estratégico”. Se han iniciado recientemente negociaciones para un acuerdo de libre comercio.

En una entrevista de fin de año Trudeau apunta a un giro desde la ayuda humanitaria hacia la financiación de proyectos de infraestructura en los países en desarrollo. El progresista Nuevo Partido Democrático lo censura: “es de temer que cualquier variación hacia la financiación de proyectos de infraestructura del sector privado beneficie más a las empresas canadienses que a los damnificados de las crisis humanitarias”.

Para el ex embajador en Estados Unidos, Frank McKenna, este es un documento “claro, honesto y agresivamente interesado” tras décadas de titubeos. Planteamiento equilibrado y realista que no ignora el comportamiento cada vez más disruptivo de Pekín, a su vez segundo socio comercial de Ottawa con un flujo de mercancías por un valor superior a los 100.000 millones de dólares. Goldy Hyder, presidente del Consejo Empresarial de Canadá, cree que la “estrategia es buena y era una asignatura pendiente”.

Según Charles Burton, investigador principal del Instituto Macdonald-Laurier, se trata de “una política débil… una declaración de intenciones, no de medidas reales que nuestro Gobierno piensa adoptar”. Políticos de todas las tendencias comparten este recelo. Dudan que Trudeau se enfrente a China cuando “Pekín adopte un comportamiento coercitivo, ignore sus obligaciones en materia de derechos humanos o socave nuestros intereses de seguridad nacional y los de nuestros socios”.

En cuanto a los recursos destinados los 2.300 millones de dólares que Canadá se ha comprometido a invertir en la región en los próximos cinco años, quedan bastante atenuados ante los 3.400 de ayuda prometida a Ucrania.

En noviembre se anunció la concesión de parte de esa cantidad, 750 millones, a la empresa FinDev para impulsar al sector privado a financiar proyectos de infraestructura en Asia durante tres años. Los conservadores insisten en los resultados y “los obtenidos por este Gobierno dejan mucho que desear”, aunque dan por bueno un mayor papel para FinDev, en lugar de seguir contribuyendo al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, controlado por China.

Si bien Canadá nunca será un actor importante en materia de defensa, destacan los casi 500 millones de dólares destinados a la presencia naval y participación en maniobras militares para contribuir a la paz y seguridad regionales. Y conviene subrayar el reiterado énfasis canadiense en sus valores hasta el punto de desafiar a Pekín “en áreas de profundo desacuerdo”.

Además de sus formidables capacidades, China utiliza empresas estatales, particulares y entidades vinculadas a su Ejército para adquirir tecnología punta en desarrollo. Entre sus métodos figuran ciberespionaje, programas de reclutamiento de científicos y profesores, manipulación de exportaciones e importaciones, transferencias forzosas de tecnología de empresas extranjeras en China… Canadá ocupa el cuarto puesto en el Índice Global de Inteligencia Artificial por su competitividad mundial. Su sistema de innovación, abierto y dinámico, es vulnerable en extremo, por lo que constituye una presa fácil para estas prácticas.

La estrategia se basa en tres hechos. La prosperidad presente y futura de Canadá dependerá de su capacidad para lograr un acceso fiable al nuevo centro de  gravedad económico global. La clara evolución de su opinión pública sobre las amenazas para sus valores que supone una China cada vez más poderosa y asertiva. Y que uno de cada cinco canadienses tiene raíces en el Indo-Pacífico; esta última realidad requiere cambios en la política de visados para permitir un flujo más libre de personas e ideas.

Ottawa necesita mostrarse en el Indo-Pacífico tanto con poder duro militar reforzado como poder blando diplomático ampliado. Para llevar a cabo la tarea y cumplir la meta primordial de ser un socio activo, comprometido y fiable en la región cuenta con los 2.300 millones arriba mencionados. Esta cantidad con la que se pretende contrarrestar la influencia de Pekín, diversificando las asociaciones en la zona, ¿será suficiente? Una evaluación del FMI publicada el mes pasado advierte que Canadá corre el riesgo de entrar en una “leve recesión”, pese a obtener en 2022 mejores resultados macroeconómicos que otros miembros del G7.

La estrategia ofrece una perspectiva sólida y proporcionada. Se trata sin duda de una declaración audaz, pero ambigua. Sus socios ya llevan un tiempo manteniendo esta postura. Y este es precisamente uno de los elementos que no se especifican: cómo se trabajará con esos aliados. Tampoco se explica la manera en que se va a luchar contra la injerencia, el robo de propiedad intelectual o el espionaje chinos.

Se echa en falta más coherencia cuando se anuncia el apoyo a los derechos humanos, paz y seguridad, crecimiento, democracia, etcétera. ¿Qué relación y prioridad guardan entre sí? ¿Cuál es el enfoque estratégico para abordar los retrocesos en estos ámbitos?

El Indo-Pacífico es la región más dinámica del planeta y la China de Xi se ha convertido en una preocupación extendida. La publicación de este documento es, cuando menos, oportuna y ambiciosa. Su próxima implementación y aplicación permitirán saber si es también efectiva.