La guerra y la inestabilidad política en Afganistán son una grave amenaza contra la paz y la seguridad internacionales, cuando han pasado más de 15 años desde que las fuerzas de la coalición, encabezada por Estados Unidos, expulsara a los talibanes del poder dentro de su campaña para derrotar a Al Qaeda. Hoy, los talibanes están recuperando terreno, la red Haqqani es responsable de varios atentados en grandes ciudades, y Daesh ha reivindicado una serie de atentados contra musulmanes chiíes que parecen dirigidos a alimentar la violencia sectaria. El año pasado, el número de enfrentamientos armados fue el mayor desde que la ONU empezó a documentarlos en 2007, y hubo gran cantidad de víctimas civiles. Si las fuerzas de seguridad afganas siguen debilitándose, existiría el riesgo de que quedasen grandes espacios sin controlar que los grupos militantes, tanto regionales como internacionales, pudieran aprovechar.

La guerra más larga de Estados Unidos casi no figuró en la campaña electoral para la presidencia. Siguen sin conocerse las intenciones de Trump sobre Afganistán, aunque ha dicho en varias ocasiones que es escéptico a propósito de la construcción nacional. Su polémico nombramiento como consejero de seguridad nacional, el teniente general retirado Michael Flynn, fue director de inteligencia del Mando de Operaciones Especiales Conjuntas en Irak y Afganistán. Su obsesión declarada con que el "terrorismo islámico radical" es el principal peligro que amenaza al mundo muestra un mal diagnóstico del problema, que puede tener consecuencias preocupantes para Afganistán y otros países. Con el tiempo, la estrategia debería ser ir hacia un acuerdo negociado con los talibanes, para lo que harán falta una mayor convergencia regional y la intervención de China. Rusia, Pakistán y China han formado un grupo de trabajo sobre Afganistán con el objetivo teórico de crear "una estructura antiterrorista regional"; hasta ahora, las consultas trilaterales han dejado al margen a Kabul.

Las relaciones de Afganistán con Pakistán siempre han sido tensas por el apoyo de Islamabad a los talibanes y otros grupos rebeldes. Las tensiones aumentaron en otoño cuando miles de refugiados afganos en Pakistán tuvieron que huir por el aumento de la violencia, las detenciones y los acosos. Esta crisis de los refugiados se agravó cuando la UE decidió enviar de vuelta a 80.000 solicitantes de asilo, una reacción política ante una emergencia humanitaria. Si a eso se añade la crisis económica del país, la presión es enorme para un Estado peligrosamente débil.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia