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Peregrinos con mascarilla en la Gran Mezquita en Arabia Saudí. (BDEL GHANI BASHIR/AFP via Getty Images)

Aunque el número de contagios no es tan elevado como en otras regiones, los expertos vaticinan un enorme impacto económico.

Sábado 21 de marzo. 7 de la mañana. Las sirenas suenan en Amán para recordarnos el toque de queda que el Gobierno jordano ha impuesto en el país y que se mantendrá de forma indefinida para frenar la expansión del coronavirus en Jordania.

La pandemia de coronavirus que está afectando a todo el globo no ha dejado región sin tocar y el mundo árabe no es una excepción, aunque el número de casos está lejos de los registrados en países como España, Italia, Irán y, por supuesto, China.

Los casos en toda la región superan los 27.000 (27.263 a fecha de 1 de abril) y el número de fallecidos asciende a 463. El país más afectado es Turquía, con 13.531 casos confirmados, seguido por Israel (5.591), Arabia Saudí (1.563), Catar (781) y Argelia (716). Un caso especial es Egipto, que oficialmente ha confirmado 710 contagiados, pero se sospecha que la cifra real es mucho más elevada. Un artículo de The Guardian cifraba el número de casos en 19.000, lo que ha resultado en la expulsión de su corresponsal de Egipto.

El único país sin casos registrados es Yemen. En Siria el primer contagio por COVID-19 se confirmó el pasado 23 de marzo, aunque según publicaba Al Jazeera, es posible que hubiese con anterioridad, pero es difícil determinarlo porque carecen de material para hacerlo. En la actualidad, se han confirmado 10 afectados tanto en Siria como en Libia. Se teme que la enfermedad se propague en países cuyo sistema sanitario está severamente dañado por años de conflicto.

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Expatriados de Egipto, Siria y Líbano esperan en el centro de salud en una zona reservada para revisar a los posibles enfermos por coronavirus. (YASSER AL-ZAYYAT/AFP via Getty Images)

Medidas excepcionales para tiempos excepcionales

Muchos países han adoptado medidas contundentes, que incluyen el confinamiento total de la población y el establecimiento de toques de queda. En Jordania, las autoridades aprobaron la Ley de Defensa Nacional, una ley aparcada desde 1992 que ha sido activada para hacer frente a la epidemia. Las medidas incluyen el cese de toda actividad del sector público y privado, cancelación de clases, prohibición de celebración de todo tipo de eventos públicos y el despliegue del Ejército en distintas ciudades del país para garantizar el cumplimiento del toque de queda.

Medidas similares se han tomado en Líbano, Cisjordania, Marruecos, Túnez, Irak, Israel, Kuwait y Egipto. En este último, el toque de queda no ha sido declarado hasta el fallecimiento de varios generales, lo que supone un reconocimiento implícito de la gravedad de la situación. En Irak, muchos ciudadanos desafiaron la prohibición para visitar la tumba del imam Musa al Kadhim, por lo que se espera que el número de contagios crezca en las próximas semanas. Por su parte, el Gobierno español ha retirado las tropas que se hallaban en el país formando al Ejército iraquí.

Estas drásticas medidas han sido justificadas debido a la incapacidad de los sistemas de salud de los países árabes para afrontar una pandemia de estas características. La precaria situación económica de muchos países impide la inversión en una sanidad pública universal. Además, muchas personas carecen de acceso a la atención sanitaria, incluyendo inmigrantes en situación irregular y refugiados. Todo esto se multiplica exponencialmente en países inmersos en conflictos. “Esta situación desafiante se verá exacerbada por el colapso económico, cuyos efectos se verán intensificados de forma dramática por el coronavirus con la paralización de la actividad empresarial. Esta dinámica amenaza con empujar a estos países a un círculo vicioso”, escribe Julien Barnes-Dacey, director del Programa de Oriente Medio y Norte de África en el European Council on Foreign Relations (ECFR).

Israel actuó con rapidez al introducir cuarentenas para pasajeros procedentes de España e Italia. Sin embargo, han autorizado al servicio de seguridad del Shin Bet a que puedan rastrear los teléfonos móviles de los ciudadanos para contener la epidemia. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha pedido la liberación de los presos palestinos de las cárceles israelíes después de que se haya confirmado el positivo por coronavirus en varios de ellos. Mientras, los primeros casos se han confirmado en la Franja de Gaza, creando gran incertidumbre entre una población sometida a un bloqueo extremo y donde las medidas de distanciamiento social son prácticamente imposibles.

En los países del Golfo la respuesta ha sido un poco más laxa, pese a contabilizar más casos que el Levante y Norte de África. Aunque se han establecido medidas de distanciamiento social, no se ha confinado a la población en sus domicilios. “Las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo serán probablemente capaces de gestionar Covid-19 desde una perspectiva sanitaria. Sin embargo, el riesgo de contagio es mucho más elevado en las comunidades de trabajadores extranjeros, muchos de los cuales carecen de acceso a atención sanitaria y viven en condiciones en las que el distanciamiento social no es una opción”, apunta Cinzia Bianco, Visiting Fellow en ECFR.

Tanto Israel como los países del Golfo confían en sus sistemas de sanidad para afrontar la crisis. Además, cuentan con mayor capacidad económica para hacer frente a las inversiones necesarias para expandir el alcance de los sistemas sanitarios.

Finalmente, Turquía, pese a presentar una curva de contagio muy rápida (los casos pasaron de 277 a 947 en un solo día), no ha tomado medidas de confinamiento para la población general, aunque ha decretado toque de queda para los ciudadanos mayores de 65 años.

Una ventaja que presenta la región en general es la juventud de su población. Aproximadamente, el 60% de los habitantes de los países árabes tienen menos de 30 años, lo que significa que la mayoría de la población podría superar el contagio por coronavirus de forma rápida, reduciendo el impacto severo a los grupos de riesgo de mayores de 65 años. Esto explicaría el hasta ahora reducido número de decesos. Sin embargo, la falta de acceso a asistencia sanitaria, una pobre alimentación, la incidencia de enfermedades como la diabetes o unas condiciones de vida indignas pueden favorecer la expansión del virus, en especial entre los colectivos más vulnerables como trabajadores migrantes y refugiados.

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Unos empleados desinfectan el metro en Estambul, Turquía. (YASIN AKGUL/AFP via Getty Images)

El impacto económico del coronavirus

Si el impacto sanitario no ha sido tan grave como en otras regiones, el impacto económico parece bastante más serio. La Comisión Económica y Social para Asia Occidental de Naciones Unidas (ESCWA, por sus siglas en inglés) estima que el PIB de los Estados árabes se reducirá en al menos 42.000 millones de dólares durante 2020, un 1,5% del total, que ascendía a 2.774 mi millones de dólares en 2018 según el Banco Mundial. Aunque la cifra podría ser más elevada si se le añaden los efectos de los bajos precios del petróleo y la ralentización de la economía provocada por el paro de la actividad productiva. Además, más de 1,7 millones de puestos de trabajo podrían perderse hasta final de año, una consecuencia devastadora en una región con una elevada tasa de paro.

“Es demasiado pronto para evaluar el impacto económico con algún grado de exactitud. Sin embargo, será significativo, en línea con prácticamente el resto de países”, señala Omar Al Ubaydli, director de investigación en el Centro de Estudios Estratégicos, Internacionales y de la Energía de Bahréin. “En países del Golfo el impacto será, en primer lugar, el resultado de los precios descendentes del petróleo, pero la mayoría de ellos están en disposición de pedir prestado hasta que los precios se recuperen”, apunta el experto, en contraposición con otros países árabes que dependen en gran medida del turismo.

En este sentido, los mejor posicionados parecen Arabia Saudí y Abu Dabi, que cuentan con 502.000 millones de dólares en reservas y 850.000 millones de dólares del fondo de riqueza soberana, respectivamente. Al contrario, Dubái y Omán se verán más afectados por la crisis debido a la ralentización del comercio con China, del que dependen en gran medida.

Precisamente, el sector turístico es uno de los más afectados, junto con la aviación, la venta al por menor, el transporte y la hostelería. La Organización Mundial del Turismo (WTO, por sus siglas en inglés) estima que las pérdidas podrían oscilar entre los 30.000 y los 50.000 millones de dólares a nivel global, siendo Asia-Pacífico la región más afectada, con una caída de entre el 9-12% de la afluencia. Aún no se han realizado estimaciones para otras regiones, pero se da por hecho que habrá un descenso generalizado del turismo.

Países como Jordania, Líbano, Túnez o Egipto ingresan una gran cantidad de dinero en las arcas públicas de este sector de la economía. El cierre de fronteras y la cancelación de vuelos internacionales ya está teniendo consecuencias en el sector. El ministro de Turismo y Antigüedades egipcio, Khaled el Anani, anunció en una rueda de prensa que las pérdidas en el sector alcanzarán los mil millones de dólares mensuales.

“La situación se ve empeorada por el hecho de que muchos operadores en estos sectores son pequeñas y medianas empresas que no poseen crédito suficiente para absorber una conmoción larga y adversa como esta”, apunta Al Ubaydli, quien añade que las medidas adoptadas por los gobiernos serán de ayuda, pero las trabas burocráticas y los consiguientes retrasos en su implementación pueden poner en serio riesgo a muchos de estos negocios.

Las numerosas cancelaciones de reservas de hotel, excursiones o alquiler de coches están afectando de manera especial a las PYMES del sector. “Hemos recibidos cancelaciones para los meses de mayo, junio, julio y agosto, que es la temporada alta para nosotros”, se lamenta Mohammad Abu Zeiad, director de ventas y marketing de Autonation Rent a Car, una empresa de alquiler de coches. En el sector creen que no se recuperarán como mínimo hasta septiembre. Ghassan Qadi, fundador de la agencia de viajes Renaissance Viaggi, da por perdido este año y cifra sus pérdidas en torno a unos 30.000 dinares jordanos (40.000 euors desde que comenzó la crisis). “Estamos fuera del negocio”, concluye Qadi.

Asimismo, la crisis del precio del petróleo desatada por la guerra entre Arabia Saudí y Rusia ha causado la mayor caída del precio del crudo desde la Guerra del Golfo en 1991 y la epidemia la ha agravado aún más. Según ESCWA, las pérdidas se cifran en 11.000 millones de dólares entre enero y mitad de marzo. La paralización de gran parte del comercio internacional empeorará la situación económica de los países exportadores de crudo.

Consecuencias en el Estado de derecho y derechos fundamentales

Las medidas adoptadas para responder a la crisis podrían tener consecuencias negativas en el Estado de derecho y los derechos fundamentales, especialmente en los países árabes, cuyo respeto de estos está en entredicho. Asimismo, los antecedentes de estados de emergencia que se han perpetuado durante décadas no invitan al optimismo. “Tan pronto como todo esto haya razonablemente terminado, los actuales estados de emergencia deberían desactivarse”, señala Adam Coogle, director Adjunto de la División de Oriente Medio y Norte de África de Human Rights Watch.

Por el momento, la aplicación de estas medidas está impactando en los derechos como la libertad de expresión y el derecho a la información. “El problema en los países de Oriente Medio es que existe una crisis de confianza entre los ciudadanos y sus gobernantes, que no son transparentes y apenas ofrecen información de acceso público”, apunta Coogle.

La gestión de la crisis por parte de países como Egipto y Turquía pone en peligro a toda la región. Sus gobernantes han sido acusados de ocultar información a la población, rebajando el número de casos confirmados o negando su existencia. La respuesta a las críticas es policial, con el arresto y procesamiento por la difusión de “noticias falsas”.  En Turquía, 24 personas han sido arrestadas hasta el 22 de marzo por “difundir mentiras y criticar a los responsables del gobierno en redes sociales” y otros 137 activistas han sido identificados y están pendientes de ser interrogados. “La criminalización de las “noticias falsas”, que normalmente son cuestiones que no gustan a los dirigentes, es una tendencia más allá del coronavirus. Sería mejor que los gobiernos publicasen más información para construir confianza y se limitasen a negar la veracidad de las noticias falsas en lugar de arrestar a la gente”, reclama Coogle.

Otra cuestión de relevancia en este sentido es el tratamiento otorgado a las personas recluidas en centros penitenciarios. En Bahréin, el rey anunció un perdón real para 901 detenidos por razones humanitarias, a los que se añadirán otros 585 que serán liberados con sentencias no privativas de libertad. Por su parte, la pésima situación de las prisiones egipcias y la negativa de liberar a los presos podría desatar una expansión descontrolada del virus en los centros penitenciarios. “La postura de HRW es que todos aquellos presos que no deberían estar en prisión deben ser liberados, incluidos aquellos en detención administrativa. Además, debería considerarse la puesta en libertad de las personas en detención preventiva y condenadas por delitos no graves”, apunta Coogle.

En el caso de Israel, la pandemia ha servido de justificación para adoptar medidas que violan el derecho a la intimidad y a la privacidad. “No se puede garantizar que cuando la crisis del coronavirus termine, esta práctica también lo haga. Tenemos razones para creer que han estado usando esta práctica con anterioridad contra los ciudadanos palestinos”, denuncia Coogle, añadiendo que “incluso en un estado de emergencia no se pueden restringir por completo los derechos fundamentales”.

En un gesto positivo, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Catar han enviado ayuda humanitaria a Irán, incluyendo equipamiento médico y ayudas económicas, dejando así a un lado su rivalidad por el bien regional. Por su parte, Hamas ha pedido ayuda a Catar y Turquía para afrontar la incipiente expansión de la epidemia en la Franja de Gaza. Estas actuaciones demuestran que sin la cooperación regional, la crisis puede alargarse incluso más de lo previsto.