Gaza_portada
Un trabajador palestina y unos bulldozers en las calles de Gaza ayudan removiendo los escombros de las viviendas derruidas. (Majdi Fathi/NurPhoto via Getty Images)

Tras cuatro guerras y decenas de ataques militares israelíes, además de los efectos del bloqueo total que sufre la Franja desde hace 14 años; ¿cuáles son las repercusiones de la última confrontación entre Israel y Hamás sobre Gaza y su población?

Tras el frágil alto al fuego entre Israel y el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), la vida cotidiana intenta abrirse paso en las calles de Gaza, pero la guerra aún no ha terminado. Los efectos de la operación militar que el Gobierno israelí ha denominado “Guardián de los Muros” van más allá de los 256 muertos (incluidos 66 niños y 40 mujeres) y 2.000 heridos que 11 días de intensos bombardeos han dejado en uno de los lugares más densamente poblados del mundo.

Enclaustrados por tierra, mar y aire por Israel y bloqueados por Egipto en el sur, los dos millones de habitantes de la Franja de Gaza gobernada por Hamás deberán afrontar cuestiones cruciales como la reconstrucción del enclave, el futuro de los gazatíes cuyos hogares y modos de vida han sido destruidos, los desafíos que enfrentarán aquellas personas que han desarrollado alguna discapacidad a raíz del conflicto, el restablecimiento de la educación en Gaza o el porvenir de los menores que quedaron huérfanos como resultado de los bombardeos israelíes.

Gaza_2
Un grupo de agricultores trabajan el campo en la zona norte de Gaza tras la conflicto. (Majdi Fathi/NurPhoto via Getty Images)

El futuro de la reconstrucción

Naciones Unidas y distintas organizaciones internacionales vaticinan que regresar a la Gaza previa al 11 de mayo de 2021 costará años e incluso décadas después de los devastadores ataques que, hasta el 21 de mayo, habían dejado cientos de edificios, fábricas, comercios y acres de tierras agrícolas en ruinas, así como seis hospitales y 11 clínicas de atención sanitaria, y más de 50 centros educativos dañados.

La escalada bélica ha golpeado también a la infraestructura básica de la Franja de Gaza, como las carreteras o la única planta de producción de electricidad de todo el enclave y las redes de suministro de electricidad desde Israel y Egipto.

Si bien se siguen evaluando los daños causados por los bombardeos y la artillería israelí a las infraestructuras de Gaza, el Ministerio de Obras Públicas y Vivienda palestino estima en al menos 250 millones de dólares los daños causados por los bombardeos israelíes en infraestructuras básicas. Además, calcula que se han generado hasta 300.000 toneladas de escombros como resultado de la escalada.

La coordinadora de la ONU para la ayuda humanitaria a Palestina, Lynn Hastings, hizo el 27 de mayo un llamamiento por 95 millones de dólares a la comunidad internacional para abordar las necesidades de recuperación temprana y las reparaciones de instalaciones clave durante los próximos tres meses. Hasta el 17 de junio se habían recaudado 26,7 millones de dólares, (el 28% de la cantidad solicitada) que han sido aportados principalmente por organizaciones no gubernamentales, organismos internacionales de cooperación y países como Japón, Emiratos Árabes Unidos, Alemania, Canadá o Noruega. Asimismo, la ONU ha liberado 22,5 millones de dólares de su Fondo Común de Respuesta a Emergencias (CERF) para brindar ayuda esencial y restaurar el acceso a servicios básicos.

Egipto, el país norteafricano que comparte frontera con Gaza y, al igual que Israel, mantiene un estricto bloqueo en el enclave costero desde la caída del Gobierno de los Hermanos Musulmanes, asumió un papel clave en la negociación del alto el fuego del mes pasado entre ambas partes y ahora está liderando los esfuerzos de reconstrucción. El mediador, en un intento de fortalecer su posición como líder regional y en el ámbito internacional, asignó 500 millones de dólares para la reconstrucción de esta franja de tierra, a través de empresas egipcias especializadas que trabajarán en el territorio sitiado.

Por su parte, el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, anunció que estaba en el proceso de proporcionar un paquete de apoyo urgente para el pueblo palestino, que incluye: una aportación de 75 millones de dólares en desarrollo adicional y asistencia económica para los palestinos, 5,5 millones de dólares de asistencia inmediata en la Franja y otros 32 millones dentro de su contribución a la UNRWA (la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos en Oriente Medio).

La Unión Europea (y por separado, Alemania y Noruega), el Reino Unido y China también anunciaron su apoyo. La UE ha declarado que aumentará su ayuda humanitaria a Palestina en 8 millones de euros. Noruega se ha comprometido a aportar el equivalente a 3,6 millones de dólares, además de los aproximadamente 8,5 millones de dólares que ya ha proporcionado este año. Alemania ha prometido 49 millones de dólares, Gran Bretaña aproximadamente 4,5 millones en fondos y China un millón de dólares en asistencia humanitaria de emergencia y otro millón a la UNRWA.

Entre los Estados aliados del Gobierno de Hamás, el único que ha concretado cifras para la reconstrucción de Gaza públicamente ha sido Qatar, que ha prometido asignar 500 millones de dólares. El pequeño país del Golfo Pérsico no tiene relaciones diplomáticas formales con Israel, pero desde 2018 y en coordinación con el Gobierno israelí, ha proporcionado a Gaza cientos de millones de dólares en efectivo para ayudar a financiar infraestructuras y servicios sociales como los salarios de los funcionarios públicos, el combustible de la central eléctrica de la Franja y los estipendios de las familias más empobrecidas.

A pesar de las promesas para la reconstrucción, el cumplimiento de toda la ayuda financiera comprometida podría no materializarse, al igual que ocurrió en anteriores ocasiones. Después de que la guerra devastara Gaza en 2014, la comunidad internacional prometió un total de 5.400 millones de dólares para los Territorios Palestinos, de los cuales 3.500 millones se destinaron a la Franja. Si bien las promesas fueron generosas, los resultados fueron escasos. El Banco Mundial reveló que, a fecha de julio de 2021, solo se habían entregado 1.850 millones de dólares y que 21 de los 53 Estados que habían prometido ayuda no habían cumplido sus promesas, casi tres años después de la contienda.

Un análisis de The Brookings Institution halló que la mayoría de las promesas incumplidas provenían de los Estados árabes del Golfo que se oponían a Hamás, aliado iraní, y esperaban que las demoras en la reconstrucción "erosionarían la legitimidad de Hamás en la Franja". Además, según señala el think tank estadounidense, la falta de una tregua permanente entre Israel y el partido-milicia palestino ha llevado a la "fatiga de los donantes" fuera de Oriente Medio.

“El hecho de que muchas de las causas fundamentales de la situación de Gaza no se aborden significa que gran parte de lo que podría construirse corra un alto riesgo de volver a ser destruido, lo que hace que los posibles donantes desconfíen de destinar recursos a Gaza”, explica a esglobal Yara Asi, académica posdoctoral en la University of Central Florida y en Cisjordania.

Para la investigadora, las promesas de los donantes suelen ser mucho más generosas que las contribuciones que, en realidad, terminan llegando. “No tengo ninguna duda de que decenas de millones de dólares entrarán en Gaza. Sin embargo, no llegará lo suficiente para reconstruir lo que acaba de ser destruido en este último asalto y, mucho menos, para reconstruir casi dos décadas de reversión del desarrollo, destrucción y bloqueo”, sostiene.

Si bien la escasez de financiación es un obstáculo importante, este no es el único impedimento para la reconstrucción del enclave mediterráneo. La falta de un acuerdo sobre quién liderará la reconstrucción, cuál será el mecanismo empleado y cómo ingresarán los fondos a la Franja plantea otros desafíos y dificulta cualquier comienzo inminente de este proceso.

Por un lado, la división de la dirección palestina desde 2007, con la Autoridad Palestina (AP) dirigida por Fatah gobernando Cisjordania y Hamás la Franja de Gaza, plantea un desafío para determinar quién será el responsable de supervisar los esfuerzos de reconstrucción.

Muchos de los países que se han comprometido a financiar la reconstrucción no están dispuestos a trabajar con Hamás y que la ayuda llegue a sus manos, a pesar de que el Movimiento de Resistencia Islámico es el gobierno administrativo de Gaza y, por tanto, el encargado de brindar servicios básicos a sus residentes.

Israel, Estados Unidos, la Unión Europea y otras naciones donantes (que consideran a Hamás una organización terrorista) han insistido en que la Autoridad Palestina, internacionalmente aceptada, sea la cara visible de los esfuerzos de reconstrucción y que la ayuda se canalice de forma exclusiva a través de ella. Dado que la AP no controla la Franja de Gaza y mantiene vínculos deficientes con Hamás, esta propuesta se antoja difícil.

Mientras tanto, Hamás se opone a esta idea y apoya la formación de un comité nacional que incluya representantes del gobierno, las distintas facciones palestinas y la sociedad civil para supervisar la reconstrucción de Gaza.

La rivalidad entre ambos bandos va más allá con Hamás y la AP compitiendo por ver quien recauda mayor cantidad de fondos para la reconstrucción. Los dos gobiernos han realizado estimaciones independientes de los daños infligidos por la reciente guerra israelí y han creado dos comités separados para recaudar apoyo de la comunidad internacional.

Además de este complejo panorama, el Gobierno de Tel Aviv ha vinculado cualquier acuerdo para permitir la entrada de material de reconstrucción a la entrega de los dos civiles y cuerpos de dos soldados israelíes retenidos por Hamás.

En el caso de que se llegue a un acuerdo sobre quién gestionará la reedificación, la tarea de reconstruir Gaza será igualmente lenta y complicada debido al bloqueo israelí, que ahora se acerca a los 15 años.

Aunque todavía no se ha establecido un mecanismo para canalizar los esfuerzos de reconstrucción, todos los caminos parecen conducir de regreso al GRM (Gaza Reconstruction Mechanism), un instrumento que la ONU creó tras la guerra de 2014 y por el que se estableció un acuerdo temporal entre la Autoridad Palestina y el Gobierno de Israel para permitir la entrada a la Franja de materiales de reconstrucción esenciales.

Se suponía que el Mecanismo de Reconstrucción de Gaza (GRM) permitiría una construcción importante que tuviera en cuenta las necesidades locales y conduciría finalmente al levantamiento del aislamiento de esta región. En su lugar, el GRM externalizó el proceso de reconstrucción y afianzó el bloqueo bajo múltiples capas de burocracia, formalizando el papel de Israel como árbitro final de lo que entra en Gaza y cuándo.

Bajo este instrumento, el Estado judío debe aprobar todos los suministros de construcción que ingresan a Gaza y tiene poder de veto sobre aquellos clasificados como “de doble uso”, es decir, que podrían utilizarse con fines militares o civiles. Por tanto, materiales necesarios para la reconstrucción como tuberías, cemento o hierro son bloqueados o tienen que soportar numerosas inspecciones y demoras antes de entrar en la Franja. Además, a pesar de tener dos puntos de entrada, Israel solo permite que los suministros pasen por el cruce fronterizo de Kerem Shalom (en árabe Karam Abu-​Salem), que cierra cuando se producen tensiones o violencia.

Tampoco se espera que el nuevo gobierno israelí de coalición, encabezado por un ultranacionalista conservador y compuesto por ocho formaciones de diversa naturaleza ideológica (desde fuerzas de la derecha hasta un partido de la minoría árabe), vaya a acelerar los esfuerzos de reconstrucción o a suponer una mejora de las condiciones de vida de los gazatíes. “Si bien este gobierno es todavía bastante nuevo, sus acciones y declaraciones hasta ahora no presagian nada bueno para un cambio en el enfoque hacia Gaza o hacia los palestinos en general”, explica Asi. “Hasta que Israel no sea responsabilizada por actores externos, no veo un entorno en el que el desmantelamiento del bloqueo o la ocupación provenga únicamente de una decisión interna de Israel”, apunta.

En su primera ceremonia pública de Estado, el primer ministro, Naftali Bennett enfatizó que el nuevo gobierno tomaría un enfoque más agresivo para “responder a la violencia de Gaza”, algo que ha llevado a la práctica con nuevos ataques aéreos contra emplazamientos militares de Hamás en la Franja, desde que entró en vigor el alto al fuego el 21 de mayo.

Hogares y medios de vida destruidos

El Ministerio de Obras Públicas y Vivienda palestino estimó en 16.800 las unidades residenciales y comerciales dañadas durante la guerra entre Israel y los militantes de Hamás, de las que 1.800 resultan inhabitables y un millar han quedado reducidas a escombros durante los 11 días de hostilidades.

En el punto álgido de los ataques aéreos, 113.000 personas desplazadas internas buscaron refugio en las escuelas de la UNRWA o con familias de acogida. Actualmente, la cifra de desplazados internos ha disminuido a unas 8.500 personas, incluidas 247 personas en dos escuelas de la UNRWA, principalmente aquellas cuyas casas fueron destruidas o tan gravemente dañadas que ya no son aptas para vivir.

Los miles de gazatíes que no pueden regresar a sus domicilios se enfrentan ahora a varios escenarios. Por un lado, distintas ONG locales y organizaciones internacionales están apoyando el acceso a soluciones temporales de refugio mediante la provisión de ayuda financiera para las familias que hospeden a desplazados. “La solución de alojamiento a corto plazo para los desplazados internos es que sean acogidos por familiares y parientes”, explica a esglobal Suhair Zakkout, portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Gaza. Sin embargo, quienes se encuentran dispersos en las casas de familiares y amigos tienen un mayor riesgo de contraer COVID-19, debido al hacinamiento y al uso de instalaciones compartidas, indican desde la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).

También se están otorgando subsidios de alquiler para que los desplazados puedan arrendar apartamentos en Gaza. Desde el comienzo de la escalada, la OCHA ha distribuido asistencia en efectivo por valor de 92 y 270 dólares a 10.000 y 2.000 familias, respectivamente; así como kits de higiene, cupones electrónicos y efectivo para múltiples usos a unos 5.500 hogares.

“El objetivo final es emprender la reparación de las viviendas parcialmente dañadas para que los gazatíes puedan regresar a sus casas. No obstante, “la reconstrucción después de la guerra va muy lentamente”, admite Zakkout. La experiencia pasada de decenas de miles de gazatíes que perdieron sus hogares durante las sucesivas operaciones militares israelíes de 2008-2009, 2012 y 2014 corrobora esta realidad.

Luego de estas guerras, cientos de palestinos perdieron sus casas y, en muchos casos, éstas nunca fueron reparadas y sus habitantes no pudieron volver a vivir en ellas. Más de cuatro años después de la Operación Margen Protector de 2014, en la que Israel bombardeó durante cincuenta días la Franja de Gaza, dejando a más de 100.000 palestinos (unas 17.000 familias) sin hogar, alrededor del 20% de las viviendas dañadas seguían inutilizables y aún quedaban 2.300 familias sin realojar.

“Si bien es pronto para especular cómo y cuándo comenzará la reconstrucción, es cierto que las viviendas que fueron afectadas en los anteriores conflictos aún no han sido reparadas”, lamenta la portavoz del CICR en Gaza. “La reparación de las viviendas tras esta última ofensiva dependerá de un factor importante: la capacidad, el acceso y los medios financieros de la comunidad internacional para ayudar en la reconstrucción de Gaza”, señala.

Sin embargo, no hay nada que permita pensar que, esta vez, la reconstrucción de Gaza vaya a ser diferente. “Creo que este nuevo esfuerzo de reconstrucción imitará a los últimos: será insuficiente, lento y es poco probable que conduzca a un cambio fundamental que mejore la vida de los residentes de Gaza”, apunta la investigadora Yara Asi.

Según un funcionario del ministerio de vivienda de Gaza, el costo de la reconstrucción de viviendas podría rondar los 150 millones de dólares. A esta cifra habría que sumar alrededor de 2.000 apartamentos que no fueron reparados tras ser destruidos en conflictos armados anteriores y que incrementarían el precio de la reconstrucción en 200 millones de dólares.

Además de los daños a las viviendas de los gazatíes, las autoridades locales estiman que 50 instalaciones industriales y 525 establecimientos comerciales sufrieron algún tipo de daño tras la ofensiva israelí. Además, los bombardeos y cortes continuos de energía obligaron a muchas fábricas y establecimientos económicos a cerrar, empujando a miles de gazatíes al desempleo, que ya estaba disparado antes del estallido de este último conflicto, con una tasa que se sitúa en el 43% en la Franja de Gaza (alrededor del 60% entre jóvenes y mujeres).

Asimismo, los medios de vida de muchos agricultores, ganaderos y pescadores se han visto afectados negativamente por la destrucción o el daño de sus tierras y activos productivos, o por la imposibilidad de acceder a esos recursos durante los enfrentamientos. Además, han quedado destruidos pozos agrícolas, invernaderos, estanques, embalses…."La escalada ha exacerbado una situación humanitaria ya grave en Gaza, generada por casi 14 años de bloqueo y divisiones políticas internas, junto con hostilidades recurrentes", declaró la coordinadora humanitaria de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados dos días después del alto al fuego.

Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), entre 1994 y 2018, el PIB de los sectores productivos de Gaza cayó del 28% al 13%; la producción se redujo a la mitad, al 8%, y la agricultura bajó del 9% al 5%. Como resultado del colapso del PIB, el nivel de pobreza en la Franja ha aumentado del 40% en 2007 al 56% en 2017 (en ausencia del bloqueo y los conflictos militares, el nivel de pobreza en 2017 podría haber sido del 15%).

En 2012, un informe de Naciones Unidas concluyó que en el año 2020 Gaza sería inhabitable. Nueve años después, las condiciones de los palestinos en la Franja no han cambiado; por el contrario, han seguido deteriorándose. El desempleo, la pobreza y la inseguridad alimentaria son altos; el acceso al agua y la electricidad inconsistente; y todo el territorio, carece de servicios.

Por esta y muchas otras razones, Gaza se identifica hoy con mayor frecuencia como un desastre humanitario en el que se ha instaurado un estado de guerra permanente.

Gaza_3
Mohamed Aliwa, un joven palestino al que le amputaron una pierna en 2018 tras ser alcanzado por los disparos del ejército israelí durante las protestas a lo largo de la frontera fortificada que separa la Franja de Gaza de Israel. (Mahmoud Issa/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

Los heridos que desarrollarán secuelas de por vida

El último episodio de conflicto armado en Gaza ha creado una nueva cohorte de pacientes que se enfrentarán a discapacidades y múltiples rondas de cirugía en los próximos meses e incluso años. Los que queden con secuelas definitivas se sumarán a las 127.962 personas en situación de discapacidad que hay en la Franja de Gaza. Según el doctor Abu Khossa Hafez, cirujano plástico de Médicos Sin Fronteras en Gaza, los bombardeos israelíes “han herido a 2.000 gazatíes (entre ellos más de 600 niños y 400 mujeres), de los cuales 300 han sufrido lesiones graves que requerirán múltiples cirugías y rehabilitación, que pueden necesitar hasta dos años o más para recuperarse y que corren el riesgo de desarrollar una discapacidad permanente”.

Para Juan París, psiquiatra de MSF en los Territorios Palestinos Ocupados, “es difícil dar números exactos de cuántos heridos no tendrán una recuperación absoluta, porque estamos hablamos de probabilidades”, señala. “Objetivamente va a haber un incremento de personas [que sufran discapacidades], pero lo difícil es definir cuántos de esos 2.000 heridos quedarán con secuelas de por vida. Lo que es seguro es que, si no se les proporciona las posibilidades de una recuperación adecuada, tanto con una intervención sanitaria de calidad como con un ambiente seguro, donde se puedan recuperar verdaderamente, el número de personas que desarrollen una discapacidad puede llegar a alcanzar los 2.000”.

Debido a la escasez de recursos sanitarios y al debilitado sistema de salud de Gaza, una parte significativa de los casos que revisten mucha gravedad son derivados a centros en Cisjordania e, incluso, en el extranjero, para recibir tratamiento médico. Sin embargo, las restricciones de movimiento impuestas por Israel y Egipto y los prolongados procesos de autorización de salida a través del cruce fronterizo de Erez, controlado por Israel, hacen que solo un pequeño número de palestinos logre abandonar la Franja.

“Cualquiera que necesite viajar para recibir tratamiento debe tener un informe médico, un documento de referencia y cobertura financiera para iniciar el proceso de solicitud de un permiso para salir de Gaza y recibir tratamiento”, cuenta Haitham Saqqa, asistente del programa en Gaza de la organización británica Medical Aid for Palestinians (MAP). “En 2020 solo se aprobaron el 70% de las solicitudes de permisos; el resto, se denegaron o retrasaron”, recalca.

Tras el alto al fuego del 21 de mayo, algunos de los pacientes que necesitaban cirugías de reconstrucción han conseguido viajar fuera de Gaza. “Se han transferido 110 personas a Egipto a través del paso fronterizo de Rafah”, afirma el doctor Hafez. "Hemos transferidos varios casos complicados al centro de cirugía reconstructiva que tenemos en Ammán, que cuenta con mucha mayor capacidad y recursos y con mejores instalaciones. Varias decenas de personas con lesiones graves han sido o están siendo aún tratadas también en nuestras clínicas dentro de la Franja”.

La prestación de servicios de rehabilitación física y apoyo psicológico a las personas que sufren secuelas a raíz del conflicto la asumen principalmente ONG locales apoyadas por organizaciones internacionales, hospitales gubernamentales o agencias internacionales como la UNRWA. Sin embargo, todavía hay escasez de servicios y personal especializado y “existen pocas organizaciones internacionales que prioricen la rehabilitación de pacientes”, sostienen desde MAP.

A pesar de las intervenciones quirúrgicas, los cuidados postoperatorios y la rehabilitación recibida, un porcentaje de estos pacientes quedarán con secuelas para toda la vida, dependientes de sus familias en la empobrecida y bloqueada Franja de Gaza y con acceso limitado a prótesis y dispositivos de asistencia, como sillas de ruedas y audífonos, así como falta de combustible y electricidad necesarios para operar estos dispositivos. Además, el daño resultante a la infraestructura y la economía de Gaza, implica que la vida de estas personas con discapacidades recién adquiridas será extraordinariamente difícil, y que experimentarán múltiples barreras para moverse con libertad, acceder a los servicios, al empleo o a la educación.

La educación de los niños gazatíes

Con una de las poblaciones más jóvenes del planeta (el 42,53% de los gazatíes tiene menos de 14 años y la edad promedio en Gaza es de 18 años), el impacto de la última operación israelí en la infraestructura escolar de la franja costera ha supuesto un duro golpe para la educación de los niños y niñas.

De las 751 escuelas y 695 jardines de infancia que hay en Gaza, 57 instalaciones educativas, entre ellas 46 escuelas, fueron dañadas durante las hostilidades del pasado mes de mayo, afectando “a 42.845 niños y niñas”, según cuenta a esglobal Lorena Cobas, responsable de Emergencias de UNICEF España.

Además de la extensa reparación que necesitarán estos centros, otras 59 escuelas de la UNRWA (la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos), que fueron utilizadas como refugios temporales para personas desplazadas, también tendrán que ser rehabilitadas antes de poder reabrir.

Como resultado de los continuos cortes de electricidad e Internet y los daños a la infraestructura educativa, el año escolar en Gaza ha terminado antes, sin exámenes finales para la mayoría de los niños y niñas. Según la ONU, el cierre temprano de los colegios ha perjudicado a 600.000 escolares, que sufrirán retrasos en su educación y en la calidad del entorno de aprendizaje.

Incluso antes de esta última escalada de violencia, Gaza ya enfrentaba la falta de infraestructura educativa adecuada. 177 escuelas de las 276 que la UNRWA gestiona en el territorio gobernado por Hamás funcionaban en un doble turno y 13 en un turno triple, con una media de 41 alumnos por clase, donde tres niños comparten cada pupitre y, de media, solo hay un baño y lavabo por cada 71 y 130 estudiantes, respectivamente.

A las precarias condiciones educativas se ha sumado el cierre, durante cinco meses, de todas las instituciones de enseñanza, debido al brote de COVID-19 en los Territorios Palestinos, lo que ha perpetuado “aún más las pérdidas educativas”, añade Cobas.

Precisamente, en un entorno político y social inestable y una situación de asedio y pobreza, la escuela adquiere, si cabe, mayor importancia. “La educación para los niños y niñas en contextos de conflicto y guerra es un bien esencial de supervivencia”, asevera la responsable de Emergencias de UNICEF España. “Además de ser la mejor arma para romper los círculos de violencia y pobreza en el futuro, en el presente salva vidas”, asegura.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia estima que se necesitarán dedicar 1.880.000 USD (algo más de 1,5 millones de euros) para la reanudación de la educación en Gaza. “Esta cifra se refiere a las acciones inmediatas que UNICEF tiene que llevar a cabo para recuperarse de esta crisis y reanudar la educación. Sin embargo, las necesidades en Gaza, tanto anteriores a esta crisis como a consecuencia de la última escalada de violencia, van mucho más allá del sector educativo y deberían cubrirse de manera integrada”, señala Cobas.

Varias agencias de las Naciones Unidas, autoridades y ONG locales han puesto en marcha varias iniciativas para garantizar que la infancia palestina en Gaza pueda seguir accediendo a su derecho a la educación. A través de su programa Educación en Emergencias (EiE), la UNRWA ha priorizado el desarrollo de programas de métodos de enseñanza alternativos para que los niños retomen el aprendizaje lo antes posible.

Por su parte, UNICEF ha lanzado una respuesta inmediata mediante la distribución de materiales escolares a 60.000 niños y niñas afectados por el conflicto, con el fin de que puedan acceder a las oportunidades de educación a distancia. Como la alternativa de estudios online se ve socavada por el déficit crónico de electricidad en Gaza, desde esta agencia de la ONU se buscan fórmulas alternativas para que los menores se mantengan en contacto con la educación y no aumente el riesgo de deserción de los estudiantes. “Utilizamos medios de comunicación, como puede ser la radio, para mantener unidades educativas; en ocasiones se trabaja con material con el que se puede estudiar de manera offline. Otras veces se emplean centros educativos móviles para acercarse a la población afectada. Adaptamos estas y otras metodologías a los distintos contextos para que los niños y niñas sigan en contacto con la escuela”, señala Cobas.

Gaza_4
Un grupo de niños juegan en el sur de la Franja frente a su casa. (Yousef Masoud/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

El futuro de los menores palestinos que quedaron huérfanos

Aunque de momento no se conocen cifras de los menores palestinos que perdieron a sus padres tras la última guerra entre Hamás e Israel, según una encuesta realizada por la UNRWA, solo el conflicto del verano de 2014 dejó a 1.140 niños huérfanos en Gaza. Es muy probable que esta última guerra haya provocado un aumento en el número de jóvenes que han perdido a uno de sus progenitores o a ambos, y que se sumarían a los más de 20.000 huérfanos que viven en esta asediada y aislada tierra.

Para Lorena Cobas, responsable de emergencias de UNICEF España, en este tipo de crisis “es muy común que los niños y niñas se separen de sus familias en el caos de los ataques. El hecho de que en un momento un niño se encuentre solo, no quiere decir que sea huérfano”, aclara.

“Es necesario iniciar un proceso de búsqueda de sus familias para reunificarlos” puesto que estos niños “están en situación de especial vulnerabilidad”, asegura Cobas. “En el caso de que efectivamente sus progenitores o cuidadores hayan fallecido, se busca a otros miembros de su familia o comunidad para que se hagan cargo de ellos y, solo, si todas las opciones anteriores son imposibles se hace necesario llevar a los niños/as a un centro en el que puedan atender sus necesidades”, agrega.

Instalaciones como Al-Amal Institute for Orphans, el único orfanato de la Franja, que brinda atención integral a menores huérfanos con dificultades sociales y económicas, y los habilita económicamente. El centro actualmente “acoge a 85 huérfanos, pero otros 9.000 niños y niñas se benefician de los diferentes programas sociales y educacionales que ofrecemos”, indica Abd El-Kader Hassouna, responsable de relaciones generales de Al-Amal.

Hassouna asegura que tras la última ofensiva israelí el número de huérfanos en la Franja ha aumentado entre 200 y 260. “Si el niño o niña pierde a ambos progenitores acudimos primero a los tribunales, para ver quién se encargará de su tutela legal. Luego llevamos a cabo estudios para determinar la situación económica y social en la que se encuentra el menor y, si vemos que ésta es muy delicada, entonces le acogemos en el centro, donde le prestamos todos los servicios”.

En todo caso, la pérdida de sus padres a raíz del conflicto tiene un impacto profundo en las vidas de los pequeños gazatíes, que necesitarán un seguimiento psicológico y apoyo para superar sus experiencias traumáticas y tener un futuro más esperanzador.