Libra_criptomoneda
El mapa el mundo con el símbolo de la moneda de Facebook, Libra. Fotolia Autor: MemoryMan

Las sociedades poco bancarizadas y con infraestructuras precarias podrían beneficiarse de esta nueva revolución tecnológica, pero no sabemos ni cuánto ni de qué forma.

Nos encontramos en el vórtice de una disrupción tecnológica. Las opiniones sobre el impacto que puede provocar la irrupción de criptomonedas como Libra (Facebook) o Bitcoin en países emergentes van desde la euforia hasta el pánico. Lo más probable es que, una vez más, las expectativas –tanto las optimistas como las pesimistas– estén infladas. Nos olvidamos de que las necesidades, capacidades y regulaciones de cada Estado son diferentes. Son ellas las que más van a determinar la utilidad y la pura existencia de este nuevo dinero digital.

Otro aspecto que sugiere unas expectativas exageradas es que estamos asumiendo que un nuevo software va a cambiar, por sí solo, prácticas arraigadas como la corrupción generalizada, la opacidad de las administraciones o la irresponsabilidad e incompetencia de unos políticos que alientan subidas brutales en los precios poniendo a su servicio el gasto público y los bancos centrales.

El pensamiento mágico es un clásico de las disrupciones tecnológicas. También creíamos que Internet promovería indefectiblemente la democracia y la libertad de expresión (China nos ha dado una lección), que la economía colaborativa sería siempre benéfica (Uber no tardó ni cinco minutos en caerse de su beatífica peana) o que la digitalización serviría para controlar más que nunca al poder (el capitalismo de vigilancia nos ha demostrado que somos nosotros los que nunca habíamos estado tan controlados).

Por todo ello, hace falta, y con urgencia, poner un poco de racionalidad en el debate sobre la penúltima disrupción tecnológica, que afecta a las criptomonedas. Y para ello necesitamos estudiar, una por una, las ventajas y desventajas de su implantación en los países pobres.

La primera gran ventaja es que transferir criptomonedas en vez de dinero convencional es más rápido y transparente gracias a bases de datos como Ripple o Blockchain. Las criptomonedas son, al fin y al cabo, archivos que representan títulos de deuda escritos en código. Es más rápido adjuntar y enviar un archivo que enviar dinero. Los archivos se reciben el mismo día frente a los períodos de dos a cinco días que tarda el dinero tradicional y, además, no necesitan convertirse en dólares por el camino.

 

Baratas, rápidas

Otra gran ventaja es que las transferencias internacionales son más baratas que con dinero tradicional. Según el Banco Mundial, durante el segundo trimestre del año, las comisiones medias globales sobre las remesas con dinero tradicional rondaron el 6,8% y las comisiones medias sobre las remesas que se recibieron en África subsahariana, que rozaron casi el 9%, fueron las más altas del mundo.

Mientras tanto, las comisiones medias de los bancos de todo el planeta llegaron al 10,5%, lo que significa que, de una remesa de 1.000 euros, ellos se quedaron con más de 100. Esto es insostenible y prohibitivo. Por eso, gigantes financieros como UniCredit o Santander están apostando por XRP, la criptomoneda de la base de datos Ripple que promete rebajar entre un 30% y un 60% el coste de las transferencias internacionales.

La tercera gran ventaja es que las transacciones con criptomonedas son mucho más fáciles e intuitivas. Resulta más sencillo utilizar un teléfono móvil y enviar, casi instantáneamente, el dinero a un familiar mediante una aplicación que acudir a un locutorio o la sucursal de un banco, que es lo que hacen normalmente los que envían las remesas. La aplicación móvil, como vamos a ver próximamente con WhatsApp y Facebook Messenger en el caso de Libra o hemos visto ya con la conocida plataforma de envío de criptomonedas Humaniq, suele incorporar un servicio de chat.

No es una comodidad menor. Imaginemos que una mujer peruana y divorciada remite desde España un dinero a su madre para que cuide de su hijo en Lima. Probablemente, la mensajería instantánea les será utilísima a las dos ante cualquier gasto imprevisto y cualquier problema de última hora que le impida a la residente en España hacer la transferencia. Asumamos, por ejemplo, que esta última es autónoma y que se ha puesto enferma durante una semana. Ese mes le será imposible ahorrar lo suficiente para enviar a Perú la cantidad acordada y su madre tiene que saberlo cuanto antes.

La cuarta ventaja de las criptomonedas es que proporcionan una alternativa a la divisa local y al dólar en las sociedades más heridas por la inflación. Uno de los casos más sangrantes cuando hablamos de terribles escaladas de precios es Venezuela, un país donde tomarse una simple taza de café cuesta hoy casi un 400% más que hace un año, según datos de la agencia Bloomberg.

En estas circunstancias, y con una volatilidad tremenda en los precios y en el valor del bolívar, la volatilidad de Bitcoin casi parece un remanso de paz. Además, las criptomonedas no están expuestas a las típicas devaluaciones masivas que impulsan los bancos centrales para estabilizar la economía o facilitar las posibilidades de reelección de los políticos. Dependen de la demanda en los mercados internacionales, de los algoritmos con las que estén programadas y de las capacidades que existan para acuñarlas y responder a esa demanda.

En tiempos de absoluta desconfianza institucional, hasta el propio Gobierno venezolano, asumiendo que el bolívar iba camino de valer menos que el papel en el que está impreso, lanzó en febrero del año pasado una criptomoneda llamada Petro y respaldada teóricamente por activos petroleros. Pero aquí el gran problema, de nuevo, es que quien ha dejado de creer en las instituciones tampoco cree en sus criptomonedas. Reuters fue incapaz de encontrar en Venezuela un mercado donde se intercambiasen petros cuatro meses después del lanzamiento oficial.

 

Alternativa al desastre

Es verdad que algunos expertos han llegado a ver en las criptomonedas una alternativa a los dólares e incluso a la dolarización, que supone ligar el valor de la divisa nacional al de la estadounidense. Al fin y al cabo, si el objetivo era evitar las devaluaciones continuas de los bancos centrales, la hiperinflación o una deuda y un gasto público desaforados a golpe de imprimir billetes y comprar bonos del estado con ellos, entonces las criptomonedas podían funcionar. Ningún país puede manipular el valor de Bitcoin del mismo modo que su divisa nacional.

Además, para los defensores del libre mercado sin ataduras, las criptomonedas tendrían aún más atractivo, porque Bitcoin está en manos privadas y no depende de ningún banco central frente a un dólar supuestamente corrompido y manoseado por la Reserva Federal después de los tres programas de expansión cuantitativa que arrancaron en 2008 y concluyeron seis años después.

La quinta ventaja de este nuevo dinero digital es que puede espolear la bancarización de millones de personas. Al fin y al cabo, las criptomonedas se almacenan en wallets o monederos. No son tan distintos a la cuenta corriente y, por eso mismo, hacen cada vez más necesaria y concebible para sus titulares la posibilidad de abrirse una. La bancarización de la sociedad, que haya miles de millones en ahorros en las arcas de las entidades financieras, es un requisito imprescindible para que éstas concedan créditos y microcréditos a precios razonables. Sin eso, el desarrollo de las comunidades, empresas y países es mucho más difícil. Recordemos que, según el Banco Mundial, el 30% de la población del planeta (alrededor de 1.700 millones de personas) no tiene una cuenta en una entidad financiera.

Hasta el momento, hemos hablado de ventajas, ¿pero cuáles son los graves inconvenientes? El más obvio es la volatilidad de las criptomonedas hasta la fecha. Es cierto que Bitcoin puede ser más estable que el bolívar bajo un gobierno como el de Nicolás Maduro, pero eso dice muy poco de Bitcoin y mucho (y muy malo) del régimen venezolano. De todos modos, en circunstancias mínimamente estables, la apuesta por Bitcoin pierde fuerza como alternativa.

En paralelo, debemos considerar que la política monetaria, idealmente, debe llevarse a cabo o nacionalmente o desde una institución transnacional que lidere a varios países integrados en una zona monetaria óptima. Quizás tengamos que plantearnos que la alternativa a una política monetaria imprudente y manipulada debe ser otra prudente e independiente y no, necesariamente, la imposición de una moneda o criptomoneda extranjeras. Tampoco está nada claro que, por ejemplo para Venezuela, la dolarización fuese peor que la bitcoinización. Por lo menos, la moneda estadounidense es un activo relativamente estable y profundamente líquido y abundante.

En cuanto a la transparencia y el abaratamiento de las transacciones gracias a este nuevo dinero digital, la primera dependerá de la criptomoneda que utilicemos: por ejemplo, Dash y Monero, a diferencia de Bitcoin, aspiran a ofrecer una opacidad total en las transacciones y son óptimas para proteger la intimidad o lavar dinero. Por otro lado, el abaratamiento de las transacciones asume que éstas se van a poder realizar desde un teléfono inteligente con una aceptable conexión a Internet. Según un estudio de Pew Research de 18 países emergentes, solo el 45% de sus poblaciones tenía smartphone.

Por último, la académica del King’s College en Londres Kamini Gupta añade una desventaja original. Muchos de los ahorradores de los países pobres, por su escasa formación financiera, difícilmente van a fiarse y a ver con claridad las ventajas de las criptomonedas. Y Gupta pone el ejemplo de India, donde la mitad de las cuentas bancarias no registraron ninguna actividad en 2017, porque sus titulares no sabían muy bien para qué servían. Es más, sigue la experta, el 62% de la población mundial que carece de una cuenta bancaria no ha superado la educación primaria. Ya no es que, muchas veces, no tengan capacidad de ahorro, sino que, cuando la tienen, no encuentran la forma de aprovecharla.

Pensemos en estas circunstancias y hagámonos las preguntas correctas aunque sean incómodas. ¿Va a abrazar con entusiasmo la volatilidad de Bitcoin o la nueva criptomoneda de Facebook una persona con escasa formación, aterrada con perder lo poco que posee y con dificultades para entender hasta el funcionamiento de una simple cuenta de ahorro? La respuesta, en la mayoría de los casos, es no… y, por eso, el futuro de este dinero digital en los países pobres es tan incierto.