Rompehielos aproximándose a aguas abiertas en el Polo Norte. (Getty Images)

Los países asiáticos despliegan su diplomacia ártica para lograr una participación más directa en los asuntos del Alto Norte.

La preocupación por las consecuencias del cambio climático, además de los intereses económicos, impulsa la diplomacia ártica de los países asiáticos —China, India, Japón, Corea del Sur y Singapur— que hace 10 años ingresaron como observadores en el Consejo Ártico. Los cinco quieren poner en valor que partes considerables del Ártico pertenecen a la masa terrestre de Eurasia, lo que, según el investigador británico Klaus Dodd, confiere a ese océano “cualidades distintivas del norte de Asia”.

El pasado marzo se celebró el Foro del Círculo Polar Ártico de Japón (ACJF, en sus siglas en inglés), donde los cinco consideraron que la geopolítica no debe obstaculizar la cooperación internacional en esa zona tan vulnerable del planeta. La guerra de Ucrania frenó las actividades del Consejo Ártico, cuya presidencia rotatoria ha ostentado Rusia hasta este mayo en que, como estaba previsto, la ha transferido a Noruega.

Para Asia es fundamental restaurar lo antes posible y de manera eficiente las funciones del Consejo Ártico, fundado en 1996 e integrado por los ocho Estados que tienen zonas de soberanía más allá del círculo polar ártico: Canadá, Dinamarca (por Groenlandia y las islas Feroe), Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia.

China es, sin duda, el país asiático más involucrado en el desarrollo de las perspectivas económicas, científicas y de seguridad que ofrece el denominado Alto Norte lo que, unido a sus excelentes relaciones con Rusia, ha puesto en alerta a Washington contra la iniciativa de la Ruta de la Seda Polar. Pese a que la pandemia y las sanciones impuestas a Rusia por la invasión de Ucrania han afectado negativamente a la cooperación entre la Ruta de la Seda Polar y la Unión Económica Euroasiática, lanzada por Rusia en 2015, EE UU considera que la iniciativa china representa un desafío para su seguridad nacional y la del Ártico.

No solo aumenta el interés de Pekín en ese océano. Japón ha puesto en marcha una intensa diplomacia ártica, en la que quiere aglutinar a las distintas voces asiáticas preocupadas por las consecuencias que el deshielo y el cambio climático puedan acarrear a toda la región. En esta década como observadores, los cinco países han publicado sus libros blancos sobre la política del Ártico y sus estrategias de cara a la creciente internacionalización del Alto Norte, provocada precisamente por la rapidez de su deshielo, que abre nuevas perspectivas económicas.

Muchos expertos consideran que el impacto para el transporte marítimo global por el Alto Norte puede ser tan importante como el que supuso el canal de Suez. Se estima una reducción del 25% en la duración de los trayectos entre Japón y Europa, los dos extremos del continente euroasiático. El ahorro no será solo económico sino también medioambiental al reducirse el enorme gasto en combustible de los cargueros. 

Asia es muy consciente de que a los ...