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Presa hidroeléctrica Itaipu en Brasil. CHRISTIAN RIZZI/AFP/Getty Images

Bajo el paraguas de la demanda energética y de la lucha contra el cambio climático, desde inicios de siglo se registra un crecimiento de proyectos hidroeléctricos en todo el planeta. Diversas voces y colectivos recuerdan que para un análisis completo hay que tener en cuenta los impactos de las presas.

En la región de los Balcanes permanecen, casi a la espera de su sentencia de muerte, los últimos ríos salvajes de Europa. Ésos que discurren sin grandes frenos. Ésos que viven y que dan vida, la del fluir de sus aguas. El veredicto que marcará su caudal ya ha comenzado a ejecutarse: unas 200 nuevas presas están en proceso de construcción y hay otras 2.700 previstas para los próximos años.

Diversos colectivos y organizaciones sociales están movilizados para salvar a esta región que tildan como “el corazón azul de Europa”: una evaluación hidromorfológica realizada a lo largo de 35.000 kilómetros de ríos de la península balcánica certifica que un 30% de las aguas son prístinas y un 50 por ciento son muy saludables, los porcentajes más altos del continente.

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Presa en el río Kupa, cerca de Karlovac, Croacia. DAMIR SENCAR/AFP/Getty Images

La oposición social, con más de 120.000 firmas en contra, ha llegado al Parlamento Europeo que, recientemente, en una resolución sobre Montenegro, ha instado al Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (EBRD, por sus siglas en inglés), así como al Banco Europeo de Inversiones (EIB), a que revisen los fondos destinados a estos proyectos hidroeléctricos y a que retiren aquéllos que recaerían en áreas protegidas. En concreto, 1.500 de las represas previstas en los Balcanes están en zonas con protección y otras 118, en parques nacionales.

Y en una radiografía hidroeléctrica, los Balcanes no son una excepción. Las cifras balcánicas se unen a los centenares de proyectos hidroeléctricos previstos en diversos territorios del globo. Hace tiempo que las alarmas empezaron a sonar. Sin ir más lejos, recientemente (a finales de septiembre de 2018) se celebró en Sarajevo la Primera Cumbre Europea Sobre Ríos (1st European Rivers Summit), en la pidió a las instituciones europeas que no promuevan y financien proyectos hidroeléctricos como fuente sostenible de energía.

¿Tal es el auge como para hablar de boom hidroeléctrico? No duda en afirmarlo Susanne Schmeier, profesora del Derecho del Agua y Diplomacia en IHE Delft Institute for Water Education, perteneciente a la Unesco y con sede en Holanda, quien sitúa el punto de inflexión de este crecimiento en el año 2000. Y cita ejemplos paradigmáticos: Belo Monte en Brasil, Myitsone en Myanmar, GERD en Etiopía, Rogun en Tayikistán, e Inga 3 en la República Democrática del Congo. “También hay una gran cantidad de represas más pequeñas, aunque siguen siendo de gran tamaño, en muchos países”, finaliza la experta en una conversación con esglobal.

 

Las cifras del crecimiento

Los datos del estudio 2018 Hydropower Status Report, de la International Hydropower Association (IHA), indican que durante 2017 se sumaron 21,9 gigavatios (GW) de capacidad energética hidroeléctrica en el mundo (por los 31,5 de 2016), con la República Popular China en la cúspide de los nuevos proyectos. Por regiones, el crecimiento de 2017 lo lideran Asia oriental y el Pacífico (9,8 GW), seguidos de Suramérica (4,1 GW), Asia Central y del Sur (3,3 GW), Europa (2,3 GW), África (1,9 GW) y, en el último lugar, América del Norte y Central (0,5 GW). Los cinco países con el mayor aumento fueron: China (9,1 GW), Brasil (3,4 GW), India (1,9 GW), Portugal (1,1 GW) y Angola (1,0 GW).

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Presa que China ha construido en la región de Tíbet. STR/AFP/Getty Images

La capacidad instalada total en estos momentos es de 1.267 GW, que producen unos 4.185 teravatios de energía a la hora, la cifra más alta de la historia. Para quienes consideran la hidroeléctrica como una energía renovable, estos números implican dos tercios de toda la generación eléctrica mundial renovable; por ejemplo, en 2017 el 16,4% de la electricidad vino de agua embalsada. La IHA recuerda que, en ese mismo año, la inversión en proyectos hidroeléctricos fue de 48.000 millones de dólares, prácticamente el doble de lo registrado en 2016: “Esto indica que hay una importante cantidad de proyectos en desarrollo”, concluyen desde la IHA.

Varias de las fuentes consultadas citan a la profesora Christiane Zarfl, de la Universidad de Tübingen (Alemania), como la principal referencia a la hora de dar estimaciones.  En su investigación, El boom global de la construcción de presas hidroeléctricas (A Global Boom in Hydropower Dam Construction, publicada en la revista Aquatic Science en 2015), señala que al menos hay 3.700 presas grandes con más de un megavatio de potencia en planificación o construcción, lo que hará que la capacidad de producción hidroeléctrica aumente un 73%. “Incluso una expansión tan dramática en la capacidad hidroeléctrica será insuficiente para compensar el aumento de la demanda de electricidad”, escribe Zarfl, quien recuerda que, al mismo tiempo, es seguro que se reducirá en más de un 20% el número de ríos que fluyen libremente.

Otro estudio, Impactos de las grandes presas en la biodiversidad (Biodiversity Impacts of Large Dams, realizado por un panel de expertos en 2001), indica que aproximadamente el 60% del flujo de los ríos del mundo está regulado, con más de 40.000 grandes represas y más de un centenar con alturas que superan los 150 metros de pared. En total, el agua embalsada cubre un área de más de 500.000 kilómetros cuadrados. Y no hay que olvidar que se trata de unas cifras que, aunque también siguen citándose en la actualidad, se quedan cortas porque la recogida de datos se remonta a inicios de siglo.

Todas estas estimaciones le parecen escasas, por ejemplo, a Ulrich Eichelmann, director ejecutivo de la organización por la protección de los ríos RiverWatch, quien destaca a esglobal el auge contemporáneo de pequeños proyectos en países europeos como Portugal e Italia, así como en otros lugares remotos como Sumatra, donde las represas “están amenazando a la vida silvestre y las personas”.

 

¿Una energía renovable?

Christiane Zarfl delimita perfectamente las dos causas principales del crecimiento hidroeléctrico: el aumento de la demanda de energía en todo el mundo, por un lado, junto con la urgente necesidad de disminuir el efecto invernadero y de afrontar el cambio climático, por el otro. Lo cierto es que la categorización recurrente de la hidroelectricidad como una “energía renovable” la ha posicionado en el escaparate de alternativas, a pesar de que es una vetusta fuente de energía y de gestión de ríos. “El control del agua supone el control de la vida. No es sorprendente que, a lo largo de los siglos, monarcas y gobernantes hayan participado en la canalización de ríos o en la construcción de presas”, escribe la consultora internacional especializada en agua y saneamiento Maggie Black, en un informe titulado El secuestro del agua. La mala gestión de los recursos hídricos.

La apuesta por la energía hidroeléctrica siempre ha estado enmarcada como alternativa al cambio climático, pues se estima que en su actividad no emite gases de efectos invernadero. Por ejemplo, la IHA destaca que es una energía limpia, asequible y confiable. Así, para el ministro de Agua, Riego y Electricidad de Etiopía, Sileshi Bekele, se trata de un “catalizador vital para una mayor amplitud social y un desarrollo económico, permitiendo educación, salud y agricultura sostenible, así como la creación de puestos de trabajo”, subraya en el último informe anual de la IHA.

Las represas suman tanto defensores como detractores. Porque ayudan a controlar las variaciones de las precipitaciones, las sequías y otros factores hidrológicos, sirven para el abastecimiento de agua para consumo humano y para regadíos, ayudan en el control de las inundaciones y, además, producen electricidad, argumentan quienes las defienden. Pero entre los aspectos que juegan en su contra, destaca el desplazamiento de personas, los conflictos transfronterizos, la fragmentación de los ríos y la amenaza a la biodiversidad.

 

Ríos con menos biodiversidad y desplazamientos

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Una mujer y su bebé en su nuevo asentamiento tras ser desplazdos por la construcción de una presa en Laos. HOANG DINH NAM/AFP/Getty Images

La responsable de Aguas de WWF España, Eva Hernández, remarca precisamente esta última amenaza: “Estamos perdiendo biodiversidad a un ritmo increíble y sobre todo en los sistemas acuáticos. Y eso no sale gratis. Además, estamos perdiendo conocimientos, porque es como perder la biblioteca de Alejandría de la evolución.  Estamos destrozando los ríos y perdiendo la protección natural que nos dan frente a las variaciones de temperatura. Perder los ecosistemas de agua dulce tiene un precio que no se mete en las cuentas de las presas”. El Índice Planeta Vivo realizado por WWF indica que, entre 1970 y 2012, las poblaciones de especies de agua dulce sufrieron una disminución promedio de un 81%. ¿Es la hidroeléctrica una energía renovable? “Está claro que no se acaba, pero sus impactos son muy grandes”, responde Hernández.

El desplazamiento de población y la desaparición de la vegetación natural presente en las riveras y en las zonas inundadas, que hace de almacén natural de carbono, son otros dos de los impactos que generan las plantas hidroeléctricas. Tampoco es fácil cuantificar con datos su alcance. La Comisión Mundial de Presas (WCD) revisó la eficacia y los efectos de la construcción de grandes embalses entre 1998 y 2000 y concluyó que, en las casi 50.000 grandes presas construidas a lo largo del siglo XX, es imposible determinar el número de personas desplazadas. Al respecto y de una forma llamativamente vaga por la amplitud de la horquilla, la cifra que más se maneja a la hora de cuantificar a quienes perdieron sus casas y sus pueblos por inundación directa oscila entre los 40 y los 80 millones de personas; el mismo abanico que se ofrece para los impactos indirectos y la desvertebración de los territorios circundantes.

En casos concretos, por ejemplo y solo en el siglo XXI, la presa de las Tres Gargantas, la más grande del mundo, desplazó a un millón y medio de personas para anegar un área de 632 kilómetros cuadrados en la República Popular China, país con un 20% de electricidad generada con esta tecnología.

Tal vez por la imprecisión de los cálculos, su lectura no sea unánime. “Los beneficios han superado con creces los costos, incluidos los de programas de reasentamiento satisfactorios y de las medidas de alivio y de protección ambiental”, recoge un estudio del Departamento de Evaluación de Operaciones del Banco Mundial, que examinó los resultados de la construcción de 50 grandes represas que la institución contribuyó a financiar, para concluir que “el Banco debería continuar apoyando la construcción de grandes represas”.

 

Emisiones de metano, capital financiero y corrupción

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Protestas por la construcción de la presa Belo Monte en Brasil, 2012. Mario Tama/Getty Images

Quienes se oponen a este desarrollismo hidroeléctrico suman un nuevo argumento: la emisión desde las grandes reservas de agua de gas metano, que también influye en el efecto invernadero, tal y como confirma la investigación Emisiones de Gases de Efecto Invernadero desde las Superficies de Agua de embalse: una Nueva Síntesis Global (Greenhouse Gas Emissions from Reservoir Water Surfaces: A New Global Synthesis, publicada en la revista científica BioScience hace dos años). Ante esto, la IHA reconoce en su portal electrónico que, "si bien la hidroelectricidad es una tecnología muy baja en carbono, se sabe que algunos reservorios en ciertas condiciones pueden liberar cantidades de metano, un gas de efecto invernadero. Los embalses también pueden, en otras circunstancias, actuar como sumideros de carbono”.

Siguiendo con el análisis del porqué del crecimiento experimentado en este siglo, la profesora Susanne Schmeier añade la importancia de la disponibilidad de capital financiero para inversiones: “Gran parte de este objetivo se dirige a grandes infraestructuras en países en desarrollo. Por ejemplo, China, los países del Golfo, India y otros están invirtiendo en terceros países en proyectos hidroeléctricos, ya que prometen altos rendimientos de la inversión y, al mismo tiempo, ventajas estratégicas al crear enlaces, si no dependencias, a través de determinados tipos de préstamos”. Así, explica Schmeier, Tailandia está invirtiendo mucho en represas en Laos para importar la electricidad que necesita, pues su potencial hidroeléctrico está agotado y el desarrollo de nuevas represas no le es posible por la fuerte oposición de la sociedad civil tailandesa.

Finalmente, otras dos de las fuentes consultadas, Christian Poirier, de la organización sin ánimo de lucro Amazon Watch, y Ulrich Eichelman, CEO de RiverWatch, no dudan en mencionar la “corrupción” como una arista más del debate. “Las represas son caras y brindan una gran oportunidad para la corrupción”, resume el responsable de RiverWatch”. “Si detenemos el flujo de dinero, detendremos el tsunami de la represa”, añade este experto centrado últimamente en la situación de los Balcanes.

“Estaba claro que una de las razones que guiaban el reciente auge en la construcción de represas en la Amazonia brasileña era la corrupción”, especifica Poirier. Un ejemplo nada casual, pues Brasil es el tercer país por capacidad instalada del mundo, después de la República Popular China y de Estados Unidos, con el sector cubriendo más de tres cuartos de demanda de electricidad del suramericano. Tras un enfriamiento de los proyectos en los dos últimos años, período en el que la tendencia viró a favor de energía renovable descentralizada, el Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro ha anunciado que retomará la senda hidroeléctrica, sobre todo en la zona amazónica, uno de los pulmones y reserva de biodiversidad del planeta.