¿Es posible una moneda única en los países que comparten el franco CFA?  ¿Cuáles son los obstáculos? 

La integración financiera puede ser una herramienta poderosa para que las comunidades de Estados adquieran más ventaja competitiva en el escenario mundial. A la Unión Europea le ha costado décadas alcanzar su grado de cohesión actual y, aunque el euro existe desde 1999, todavía carece de una autoridad política central. En África, las comunidades económicas regionales (CER) han intentado construir zonas de cooperación a menor escala, pero sus ambiciones son tan grandes como las de la UE. En concreto, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) constituye una de las pocas regiones en las que la mayoría de los miembros ya comparte una moneda común, el franco CFA, pero ahora desean sustituirla por una totalmente autónoma, el Eco.  

La CEDEAO está compuesta por 15 países miembros (Benín, Burkina Faso, Cabo Verde, Costa de Marfil, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea Bissau, Liberia, Malí, Níger, Nigeria, Sierra Leona, Senegal y Togo), y su objetivo es “crear un gran bloque comercial único mediante la cooperación económica”.  Representa a 397 millones de personas y tiene un PIB total de 684.000 millones de dólares. El franco CFA tiene dos versiones, la de África Occidental y la de África Central, y se utiliza en 14 países (las grandes economías de Ghana y Nigeria, en particular, no lo utilizan). Las dos divisas tienen el mismo valor (en la práctica son intercambiables), están vinculadas al euro y están garantizadas por Francia. Sin embargo, la CEDEAO lleva décadas pensando en crear una moneda común propia que acabe con su dependencia de Europa y dé mayor independencia financiera a sus miembros. Ya en 2003 empezaron a proponerse planes para una moneda de este tipo, pero ha habido numerosos retrasos. La pandemia ha sido un obstáculo más y, de momento, está previsto que el Eco salga a escena en 2027. Ahora bien, ¿es la moneda común un esfuerzo factible para estos países? Y, dada la falta de progreso hasta ahora, ¿será alguna vez realidad?

Si examinamos los cambios entre los países de África Occidental y Francia, los problemas que puede acarrear la puesta en marcha de la nueva moneda, cómo pueden ayudar el FMI y la Unión Africana (UA) y, por último, exploramos las posibilidades que tendría una moneda común para convertir al bloque en un centro económico regional y darle más importancia a nivel mundial. Entonces, podríamos concluir que el Eco sí puede existir. 

 

Los cambios en la relación entre los países de África Occidental y Francia

La soberanía de los países africanos siempre ha sido un tema que provoca tensiones. Las décadas de dominio y subyugación coloniales, sumadas a los siglos de perjuicios sociales derivados del tráfico de esclavos, dañaron de forma irremediable los lazos comunitarios y las instituciones que antes proporcionaban orden a los pueblos y sociedades del continente. Mientras se celebraba la independencia, el aura de optimismo eclipsó el vacío político y social que iba a impedir modernizarse a muchas naciones africanas. En el plano económico, tras la independencia muchos países francófonos siguieron operando con el franco CFA (de Colonias Francesas de África) tras la independencia. En aquel momento, tener un fuerte vínculo fiscal con Francia se consideraba una fuerza estabilizadora en una época turbulenta. Con el tiempo, sin embargo, se ha estimado que ese vínculo es otra forma más de que una potencia europea siga ejerciendo el control sobre el continente e inhibiendo su desarrollo. Algunos requisitos como el de mantener el 50% de las reservas en Francia no sirven más que para agravar esa tensa relación. En la actualidad, las voces discordantes hacen ya suficiente ruido como para asumir el descontento con ese vínculo —y sus supuestos méritos— y hacer algo al respecto.

Los líderes africanos no han tenido reparos en expresar su deseo de una mayor soberanía fiscal. En 2009, el presidente de Benín, Patrice Talon, fue noticia por anunciar que varios países francófonos de África Occidental iban a sacar sus reservas de divisas de Francia y a instaurar un sistema para administrar y distribuir las reservas en todo el mundo. En cuanto a Malí, Francia había estado enviando al país tropas para ayudarlo en su lucha contra los terroristas desde 2013. Sin embargo, en 2022, y sin que se hubiera completado la misión en absoluto, el gobierno maliense expulsó a los diplomáticos franceses (después de que estos criticaran que Malí hubiera incumplido el compromiso de celebrar elecciones democráticas), por lo que Francia no tuvo más remedio que poner fin a sus actividades y retirarse. Con el sentimiento antifrancés muy extendido, la población, en su mayoría, ha aprobado la decisión.

Pero la tensa relación con Francia no es el único punto débil del bloque. Las guerras y la inestabilidad son constantes: a principios de 2022 se produjeron sendos golpes de Estado en Burkina Faso y Guinea Bissau, lo que es un obstáculo más para la integración financiera. Aunque la integración y una moneda común como el Eco podrían ser muy positivas a largo plazo para estos países, algunos afrontan problemas más urgentes, existenciales, que eclipsan la capacidad de planear el futuro.

 

Socios estratégicos y obstáculos posibles

Aunque el Eco podría ser una realidad, su desarrollo será lento y puede estar lleno de problemas. La propia logística y estrategia necesarias para crear una moneda común frenan el proceso. Ya se han fijado umbrales para los países miembros antes de poder completar el despliegue: una tasa de inflación inferior al 5%, un déficit presupuestario menor del 3% del PIB y al menos tres meses de reservas brutas. Además de los controles internos, el FMI, la UA y otros organismos han contribuido y seguirán contribuyendo a guiar el proceso.

En 2017, el FMI advirtió que había muchos síntomas prometedores de progreso económico y posibilidades de integración en la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (UEMAO). Esta organización engloba la región de la CEDEAO y sus miembros, además de Chad, Camerún, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Gabón, Guinea Ecuatorial, Santo Tomé y Príncipe y la República del Congo. Según aseguró el FMI en un comunicado de prensa, seguía habiendo un crecimiento fuerte, del 6% anual, aunque los informes individualizados por países de la organización señalaban que “han aumentado los riesgos para la sostenibilidad de la deuda pública y la estabilidad exterior”. Entre los peligros están el descenso de los precios de las materias primas (en concreto del cacao, un sector fundamental) y la lentitud de las reformas estructurales. Pero la evaluación general seguía siendo optimista y suponía que las tendencias positivas iban a continuar y que las orientaciones de los Directores Ejecutivos podrían estimularlas. Es indudable que la pandemia de COVID-19 ha tenido consecuencias devastadoras para esas previsiones. Está por ver si estos momentos tan agitados unirán más a la región o harán que sea más difícil conciliar las diferencias.

A medida que se consolide el bloque, la CEDEAO quizá podría buscar la ayuda del FMI, porque los derechos especiales de giro podrían ser una garantía que evite posibles problemas de liquidez en el futuro. Si trabaja con el FMI en las primeras fases de desarrollo y aplicación del Eco, la CEDEAO podría empezar a establecer el marco para construir un sistema financiero más sólido y meditado. En todo caso, siempre será mejor empezar esta nueva era con más planes de contingencia y de reserva, aunque luego no se necesiten, que tener que tomar decisiones a toda prisa para intervenir en situaciones futuras cuando las tensiones estén al máximo y la buena voluntad quizá se haya agotado.

En la esfera continental, la Unión Africana está impulsando el Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA en sus siglas en inglés), o al menos intentándolo. El AfCFTA permitiría a los países eliminar poco a poco los aranceles y establecer la libre circulación de personas en todo el continente. En febrero de 2022, 41 de los 54 países ya habían ratificado el acuerdo (entró en vigor en mayo de 2019, cuando consiguió la ratificación de 24 países), aunque entre los que aún no lo han hecho hay casos destacados como los de varios miembros de la CEDEAO (Guinea Bissau, Liberia y Benín). Es posible que estos países pequeños se nieguen a firmar para hacerse valer e incluso para intentar lograr concesiones de los Estados más grandes. Los tres tienen como vecino a Nigeria, que representa por sí solo dos tercios del PIB de la CEDEAO y cuya población (206 millones) empequeñece a la de los otros tres mencionados (unos 19 millones en total). La organización regional no debe perder de vista a sus miembros más pequeños, porque pueden desbaratar la futura integración.

55° período ordinario de sesiones de la Autoridad de Jefes de Estado y de Gobierno de la CEDEAO en Nigeria. (Adam Abu Bashal/Anadolu Agency/Getty Images)

Además, la CEDEAO debe diseñar una unión que tenga en cuenta las necesidades de los países de rentas medias y bajas, con economías estructuradas de forma muy diferente, desde los exportadores de petróleo hasta los importadores de crudo y desde los que dependen de la agricultura hasta los que tienen un componente industrial. Como señalan los investigadores Eswar Prasad y Vera Songwe (2021), “estas diferencias impiden que el crecimiento del PIB y la inflación se desarrollen a la misma velocidad en unos países y otros”. En definitiva, la CEDEAO necesita un Tratado de Maastricht, pero también la voluntad política necesaria para llegar al acuerdo, las instituciones para aplicarlo y una institución —o un sistema— con el dinamismo suficiente para supervisar la integración financiera de economías tan diferentes. Ahora bien, teniendo en cuenta lo que sabemos, ¿esto es factible?

 

Cómo liberar el potencial de la CEDEAO

Una moneda común propia podría convertir la región de la CEDEAO en un centro económico y hacer que las CER tuvieran más importancia geopolítica mundial. Aunque su PIB total es mucho menor que el de bloques regionales similares como la Unión Europea, su población es comparable y tiene recursos abundantes, es decir, dispone de los ingredientes necesarios para un crecimiento significativo. Las CER ya exportan bienes por valor de miles de millones de dólares solo a Estados Unidos (Nigeria, 7.100 millones de dólares; Costa de Marfil, 1.200 millones de dólares; Ghana, 750 millones de dólares) y se estima que el volumen comercial total supera los 200.000 millones de dólares al año (137.300 millones de dólares en exportaciones y 80.400 millones de dólares en importaciones), con incrementos del 18 % anual entre 2005 y 2014. Una moneda común también ayudaría a cumplir, en parte, una de las ambiciones de la Agenda 2063 de la UA, que es conseguir que el continente africano sea más autosuficiente y posiblemente capaz de financiar su propio desarrollo en el futuro. La CEDEAO sería más competitiva con la capacidad de decidir su propio destino económico. 

Por último, el aspecto más importante para estos países: el Eco acabaría con la dependencia respecto a Europa y, al mismo tiempo, con los últimos restos de las relaciones coloniales. Tener autonomía para hacer su propia política y manipular su propia moneda podría ser beneficioso para el comercio tanto dentro de la región como a nivel continental y mundial. Aunque esto supondría un gran avance para la soberanía africana, los países correrán más peligro, porque sus decisiones y políticas fiscales tendrán mayor peso. Las políticas electoralistas e inmediatas en vez de apostar por la estabilidad a largo plazo, junto al paternalismo y la corrupción generalizados, podrán trastocar el bloque y su nueva moneda si no se les pone freno. Además, la región dejaría de tener la red de seguridad de estar vinculada al euro y así poder amortiguar la volatilidad de los mercados o acontecimientos trascendentales como la COVID-19, y tendrá que desarrollar otros mecanismos para posibles problemas futuros. Si tiene éxito, otras Comunidades Económicas Regionales, como el COMESA o la SADC, podrían tomar nota y adoptar medidas para instaurar su propia moneda común, lo que eliminaría más barreras comerciales y, por tanto, facilitaría una mayor integración del continente.

 

Cuáles son los retos 

La integración financiera nunca está exenta de riesgos y los países tienen que decidir si merece la pena ceder parte de su soberanía a cambio de los posibles beneficios. Aunque sigue habiendo muchos interrogantes sobre si la CEDEAO avanzará hacia la creación de una moneda común y cuándo y cómo lo hará, es evidente que hay grandes deseos de conseguirlo. El descontento con Francia parece haber alcanzado su masa crítica y las naciones africanas quieren deshacerse de los últimos restos de su pasado colonial con el franco CFA. Los países miembros tendrán que limar muchas diferencias; por ejemplo, cómo van a coexistir las economías grandes y las pequeñas en este nuevo ecosistema, cómo se supervisará y gestionará la moneda, qué políticas se pondrán en marcha y qué autoridad las supervisará.

Aunque el camino está sembrado de riesgos, los organismos internacionales como el FMI y la UA podrían echar una mano y ayudar a garantizar la estabilidad y la longevidad del proyecto. Es más, el plan podría redundar en beneficio de todos, porque sería una manera de reducir la dependencia de África respecto de la ayuda exterior y avanzar hacia los ambiciosos objetivos de la UA. Es poco probable que veamos el Eco a corto plazo, pero el hecho de que gobiernos y economías tan diferentes hayan conseguido ponerse de acuerdo de principio debería ser una señal alentadora. Si consiguen mantener esa buena voluntad y cooperación, es posible que en las próximas décadas presenciemos una revolución financiera en la región de la CEDEAO.