Con Bolsonaro a un paso de convertirse en el nuevo presidente de Brasil, hay que esperar a la segunda vuelta para conocer el resultado final. He aquí una lista de los posibles ganadores y perdedores tras un primer balance.

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Un hombre lee los periódicos que hacen mención a los resultados de las elecciones brasileñas, octubre 2018. EVARISTO SA/AFP/Getty Images

Brasil no vivía algo parecido desde 1994, cuando el sociólogo Fernando Henrique Cardoso ganó las elecciones presidenciales en la primera vuelta con un holgado 54,24%. El pasado domingo Jair Bolsonaro, el candidato de la ultraderecha que concurre junto al Partido Social Liberal (PSL), estuvo a un paso de convertirse en el nuevo presidente de Brasil al obtener un resultado arrollador: 46% de los votos. Su contrincante Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), logró un discreto 29,3%. Queda por delante una intensa campaña electoral, que se prevé muy polarizada hasta la segunda vuelta, fijada para el 28 de octubre.

¿Quién gana y quién pierde en estos comicios presidenciales y generales, en los que también había que elegir a 513 diputados federales, 54 senadores, 1.059 diputados estatales y 27 gobernadores? El primer balance que trazan los expertos es que los políticos tradicionales han salido derrotados por el rechazo a la corrupción de la mayoría de los brasileños. Es un fenómeno que recuerda, en cierta forma, a lo que ocurrió en Italia en los 90 tras el proceso judicial conocido como Manos Limpias. Independientemente del resultado de la segunda vuelta, quien ha perdido estas elecciones es la vieja política basada en el clientelismo, que los votantes brasileños han matado a golpe de voto. “El sistema partidario que conocíamos murió en el 30º aniversario de la Constitución”, resume Jairo Nicolau, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

La palabra más usadas por los politólogos es renovación. En la Cámara de Diputados el 47,3% de los escaños han sido ocupados por caras nuevas, es decir, 243 parlamentarios que nunca habían pisado el Congreso han sido elegidos. Es el índice más alto de las últimas dos décadas. El PSL, impulsado por la creciente popularidad de Bolsonaro, pasa de uno a 52 escaños y se convierte en el segundo grupo parlamentario. De ellos, 21 son policías, incluyendo a Fabiana Silva del PSL de Río de Janeiro, que se hizo famosa en el país cuando fue fotografiada mientras perseguía con su arma en la mano a los sospechosos de haber incendiado un autobús. Cabe destacar que Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del candidato a la presidencia, se ha convertido en el diputado federal más votado de la historia de Brasil, con 1,84 millones de votos.

A la izquierda también se ha producido una profunda renovación. El PT se lleva un batacazo: pierde el 19% de diputados y se queda un grupo parlamentario de 56 miembros. Por contra, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), el mismo al que pertenecía Marielle Franco, la concejala negra ejecutada en Río de Janeiro el pasado mes de marzo, ha registrado un crecimiento del 100% y tendrá 10 representantes. “Una alta tasa de renovación no garantiza un Congreso mejor”, advierte el politólogo Jairo Nicolau. Este profesor prevé dificultades para la formación de una mayoría parlamentaria, sea quien sea el presidente elegido, ya que en 2019 la Cámara de Diputados tendrá la friolera de 30 partidos, cinco más que en la actual legislatura. Es una fragmentación sin parangón en el mundo.

“Estas elecciones marcan el triunfo de las caras nuevas y de los políticos con la ficha limpia, que no están involucrados en casos de corrupción, ni han sido investigados. Es el caso de Romeu Zema del Partido Novo, un empresario multimillonario que nunca había concurrido en las elecciones y que ganó la primera vuelta en la disputa para gobernador en Minas Gerais con el 42,73% de los votos” comenta con esglobal David Fleischer, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.

El Senado también ha experimentado la mayor renovación de su historia. De cada cuatro senadores que intentaron la reelección, tres no lo consiguieron. En total, de los 54 escaños disputados este año, 46 serán ocupados por novatos, que dominarán la Cámara alta en la próxima legislatura, contradiciendo las previsiones de los sondeos de opinión. Entre los senadores que no han logrado la reelección está la expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que se presentó en el estado de Minas Gerais por el PT. Su derrota es quizás la mayor expresión del voto de castigo del electorado brasileño.

“Quien pierde es gran parte de la clase política tradicional. Para citar algún ejemplo, el presidente del Senado Eunício Oliveira no consiguió ser reelegido. Romero Jucá, que estaba en el Senado desde hace 20 años, tampoco logró renovar su escaño. Lo mismo aconteció con el senador Magno Malta [al que Bolsonaro tanteó para el cargo de vicepresidente]. Varios miembros del clan Sarney también perdieron en el estado de Maranhão. Muchos políticos tradicionales se han quedado fuera del Parlamento”, analiza David Fleischer.

Otra peculiaridad de estas elecciones es que la mitad de los parlamentarios elegidos son millonarios. El 48,85% de los diputados federales y de los senadores han declarado un patrimonio superior a un millón de reales (unos 234.000 euros). La proporción de ricos es mayor en el Senado, donde 36 de los 54 cargos elegidos declara ser millonario, es decir, dos de cada tres. En la Cámara baja 241 diputados, equivalentes al 47% del total, disponen de un patrimonio elevado. Un dato curioso es que en las dos Cámaras los políticos más ricos se presentaron como profesores. Ambos son grandes empresarios de la educación.

Los votantes brasileños han premiado “el ultraconservadurismo, el discurso truculento y el fundamentalismo religioso. La bancada de la bala ha crecido y promete volverse más estridente”, en palabras de Bernando Mello Franco, columnista del diario O Globo. Esta reflexión se aplica especialmente al resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, que dibuja un panorama inédito en un país que fue gobernado por el PT durante casi 14 años.

“Quien gana con Bolsonaro son los conservadores. Es muy probable que su programa económico sea muy liberal y privatizador. Me parece incluso posible que la población brasileña acabe beneficiándose de este nuevo escenario, si es que Bolsonaro consigue realmente reactivar la economía”, sugiere Sérgio Praça, profesor de la Escuela de Ciencias Sociales de la Fundación Getúlio Vargas (FGV).

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Brasileños ven al líder del PSL, Jair Bolsonaro, a través de la televisión, Río de Janeiro, octubre 2018. Fernando Souza/AFP/Getty Images

“Con Bolsonaro gana el gran capital internacional y Estados Unidos, que obtienen espacios de marcado con la privatización de las empresas estatales, incluida Petrobras. Internamente ganan los rentistas, los fabricantes de armas y nuevas fracciones del gran capital como los evangélicos [Bolsonaro había concedido una entrevista a TV Record, propiedad de la Iglesia Universal del Reino de Dios, cuyo fundador, el obispo Edir Macedo, había declarado pocos días antes su apoyo al candidato], que pasan a rivalizar con el papel central que tenía la TV Globo. Gana también el agronegocio, que pasa a ser protegido contra las invasiones de tierra y deja de ser penalizado por el empleo del trabajo esclavo”, señala Carlos Eduardo Martins, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Quien pierde son los trabajadores, que según este politólogo estarán sometidos a una flexibilización total del trabajo, con la introducción de contratos de distintas velocidades, que prevén niveles de protección diferenciada. “Con el neoliberalismo ortodoxo de Bolsonaro estos trabajadores no recuperarán sus empleos, ni los tendrán garantizados”, añade Martins.

En el hipotético caso de que Haddad consiga aunar varias fuerzas nacionales y llegar al gobierno, los beneficiados serán, sin duda, los trabajadores. “El candidato del PT tiene propuestas explícitas para reactivar la economía, derribar las reformas del Gobierno de Temer, especialmente el congelamiento de los gastos primarios por referéndum popular. Haddad intenta orientar el desarrollo para las necesidades de los más pobres y retomar la política industrial con bases nacionales, sobre todo la de petróleo y sus derivados. Pretende penalizar a las personas que viven de renta y retomar una política exterior activa y altiva, capaz de reactivar la integración latinoamericana, hoy en decadencia. Quien pierde con Haddad es el capital transnacional, los rentistas, la derecha tradicional y la extrema derecha”, asegura Carlos Eduardo Martins. “Bolsonaro es mejor para los conservadores y para los empresarios, y Haddad es mejor para las minorías”, resume Sérgio Praça de la FGV.

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Migrantes venezolanos en un autobús en la frontera con Brasil, 2018. MAURO PIMENTEL/AFP/Getty Images

A pesar de estas especulaciones, es importante tener en cuenta que uno de cada tres brasileños ha mostrado un absoluto desinterés por lo que el futuro presidente puede aportarle en su día a día. La abstención ha jugado un papel relevante en estas elecciones, alcanzando el 20,3%, el nivel más alto desde 1998. En total, 30 millones de electores, es decir, uno de cada cinco, decidieron no acudir a las urnas debido a su desconfianza hacia unos políticos que ven como corruptos. Si a este dato le añadimos los votos nulos y blancos, se llega a un 29,12% de electores que se declaran decepcionados por la política.

En la esfera internacional, los dos grandes temas son las relaciones con Venezuela, responsable de la mayor crisis humanitaria que ha enfrentado Brasil en las últimas décadas, y las relaciones con los inversores extranjeros. Con un Ejecutivo de Bolsonaro, es de esperar que las relaciones con el país de Nicolás Maduro cambiarán radicalmente. En cuanto al capital extranjero, el paquete de privatizaciones que propone Paulo Guedes, el ministro de Economía que Bolsonaro ha escogido para confeccionar su programa económico, puede resultar atractivo para nuevos inversores, si Brasil es capaz de recuperar la confianza y ofrecer una perspectiva de estabilidad.

“Hay que esperar para ver qué hará realmente Bolsonaro, en el caso de que gane las elecciones, tanto en el sector financiero como en sector empresarial. La mayoría de los empresarios ven con buenos ojos la elección de este candidato para evitar que el PT vuelva al poder. Es posible que los empresarios nacionales y extranjeros inviertan más en Brasil con Bolsonaro, lo que reduciría el desempleo. Esto será el gran desafío”, concluye David Fleischer.