Un submarino de la Fuerza de Autodefensa Marítima de Japón navega por la Bahía de Sagami frente a Yokosuka, Japón. (Issei Kato / Pool/Anadolu Agency/Getty Images)

La Fuerza Marítima de Autodefensa nipona es una de las principales marinas de Asia y puede actuar de contrapeso a Pekín.

A mediados de agosto de 2023, dos destructores japoneses —el Umigiri y el Sawagiri— y un dragaminas —el Yakushima— monitorizaron el paso de una flotilla de barcos de guerra rusos y chinos por el estrecho de Miyako (cerca de la isla de Okinawa) con rumbo al mar de China Oriental. El despliegue naval de Pekín y Moscú se interpretó como una medida de presión al presidente estadounidense, Joe Biden, que esos días se reunía con sus aliados asiáticos en una cumbre para tratar temas de seguridad. 

Este incidente es solo una muestra del papel activo que tiene la Armada japonesa, conocida como Japanese Maritime Self-Defense Force (JMSDF), en la región. Aunque la imagen tópica de este país es que ha abrazado el pacifismo, no hay que perder de vista que el gobierno de Tokio contaba en 2022 con el décimo presupuesto militar del planeta, según datos del SIPRI. 

En el caso concreto de su Armada, también estamos ante una de las más importantes del planeta. La JMSDF se encuentra en el top 10 global, ya que, según datos de World Directory of Modern Military Warships, sería la sexta armada mundial. Este organismo evalúa el poderío militar naval de las diversas potencias teniendo en cuenta no solo el número de navíos, sino otros factores como las capacidades tecnológicas de los países para la guerra naval o el entrenamiento de sus tripulaciones. 

Según los datos de la edición de 2023 de The Military Balance, la JMSDF cuenta con alrededor de 50 navíos destinados al combate de superficie (38 destructores —incluyendo los cuatro que pueden operar como portaaeronaves—, cuatro cruceros y ocho fragatas) más 22 submarinos activos y cuatro buques con capacidad para realizar operaciones anfibias. 

La actual Armada japonesa dispone de 45.300 efectivos, siguiendo con los datos de The Military Balance, sobre el total de 247.150 personas que componen el total de las Fuerzas Armadas bajo mando de Tokio. 

Su teórica gran rival, la Armada del Ejército Popular de Liberación de China (también conocida como PLAN por sus siglas inglesas), cuenta con 92 buques de guerra (sin contar las numerosas embarcaciones tipo patrullera de sus fuerzas de guardacostas). Entre ellos destacan dos grandes portaaviones (que en breve serán tres), siete cruceros, 42 destructores y 41 fragatas. Pekín suma 260.000 efectivos activos en esta creciente fuerza naval. 

En total, World Directory of Modern Military Warships sitúa a la PLAN como la segunda fuerza naval más efectiva del planeta, cuatro puestos por encima de la nipona y solo por detrás de la Armada estadounidense.

Pero el equilibrio de fuerzas marítimas no debe quedarse en una cuestión numérica sólo, Alesssio Pantalano, profesor de Guerra y Estrategia en Asia Oriental del King’s College de Londres, ha explicado a esglobal que "cuantitativamente, la Armada china marca el camino en la actualidad, pero la guerra en el mar es más una cuestión de capacidades, de efectividad militar".

Un destructor de la Fuerza de Autodefensa Marítima de Japón a su llegada al puerto de Tanjung Priok en Yakarta, Indonesia. (Andrew Lotulung/NurPhoto/Getty Images)

En una línea similar se manifiesta Pol Molas, presidente de la Societat d’Estudis Militars (Sociedad de Estudios Militares) de Cataluña, quien en una conversación con esglobal remarca de la JMSDF "su alta disponibilidad por la proximidad del país a un posible conflicto en el Pacífico y su alto grado de preparación". Este analista también destaca el alto nivel de exigencia de la Armada nipona que le lleva a rechazar a muchos aspirantes, aunque ello implique no cubrir todas las plazas.  

Asimismo, la ecuación de fuerzas debe completarse añadiendo a la US Navy. Washington y Tokio tienen fuertes vínculos en defensa plasmados en el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutuas

Para muchos analistas, la JMSDF se presenta como un importante activo frente al auge naval de China y otros desafíos para la seguridad en el Pacífico. En este sentido se manifiesta Felix K. Chang, analista sobre seguridad asiática del Foreign Policy Research Institute, en una conversación con esglobal ha asegurado que "EE UU quiere que Japón desempeñe un papel más activo en el mantenimiento del statu quo en Asia".  

En relación al rol nipón en cuestiones geopolíticas que siempre genera un debate dentro y fuera de sus fronteras, Chang señala que la misión de la JMSDF manteniendo el equilibrio en Asia, "es un papel que muchos estrategas japoneses admiten ahora que Tokio debe desempeñar".

En realidad, no es un territorio desconocido para la Armada japonesa. En la segunda mitad del siglo XX, Estados Unidos ya quería que los japoneses ayudasen en la protección de las rutas marítimas en caso de conflicto con la URSS. Así que, y tal y como lo defiende Pol Molas, "la colaboración actual entre la US Navy y la JMSDF puede considerarse una versión extendida de lo visto durante la Guerra Fría".

Además, para alejar el tópico de Japón como "país sin ejército", tal y como ha indicado Molas, la voluntad de Tokio de incrementar sus capacidades navales no es una cuestión exclusivamente actual: “hay que remontarse a los 70, cuando Tokio recuperó la soberanía sobre las islas de la prefectura de Okinawa que habían estado bajo ocupación estadounidense desde el final de la Segunda Guerra Mundial”. 

La prefectura de Okinawa comprende los archipiélagos de las Ryuku y las Daito, su devolución "supuso añadir centenares de kilómetros a defender por parte de las JMSDF y de allí que Tokio buscara ampliar sus capacidades para proyectar el poder naval", añade Molas. 

¿Cómo está ampliando Japón la capacidad de su Armada? A finales de 2022, Tokio anunció un importante incremento de su presupuesto militar hasta situarlo en unos 52.000 millones de dólares para el presente ejercicio. Desde la perspectiva naval, Japón quiere aumentar sus capacidades para contragolpear en caso de un ataque enemigo sobre su territorio con la adquisición de misiles de crucero Tomahawk y la mejora de los misiles antibuque Type-12 de fabricación autóctona, así como de sus capacidades antisubmarinas.

Felix K. Chang también señala que "el equilibrio de poder naval también puede verse influido por las fuerzas en tierra". Este analista resalta a esglobal específicamente "los misiles antibuque terrestres de las Ryukyu, de creciente capacidad, pueden poner en serios aprietos a la Armada china en el Mar de China Oriental". 

Chang profundiza en la importancia de este archipiélago explicando que: "dado que sólo uno o dos misiles podrían bastar para inutilizar o hundir un barco militar, Japón podría aumentar su poder marítimo en la próxima década con la adición de plataformas de misiles insumergibles en la cadena de islas Ryukyu". El analista del Foreign Policy Research Institute apunta la relación coste-beneficio de este tipo de defensa, ya que estos proyectiles antibuque "cuestan unos pocos millones y los navíos de guerra modernos, cientos de millones".

La defensa frente a misiles balísticos es otro terreno donde Japón quiere disponer de altas capacidades. Aquí la preocupación no es sólo China, el otro gran temor exterior que reconoce Tokio son los ensayos armamentísticos norcoreanos. Muchos de los misiles que lanza el régimen de Pyongyang caen en aguas cercanas a las costas niponas o sobrevuelan su territorio. 

En este sentido, Japón quiere modernizar sus sistemas de defensa aérea tipo Aegis con los que se equipan algunos de sus buques más modernos y que mejorarían la capacidad de interceptación frente a misiles balísticos. 

Otra cuestión que ha llamado la atención en los últimos años es el despliegue por parte de Japón de sus cuatro destructores portahelicópteros, dos de la clase Hyūga y dos de la Izumo. Uno de estos últimos, el Kaga, podrá operar cazas de quinta generación F35B (los más modernos de fabricación estadounidense) a partir de la primavera de 2024.  

Estos buques podrían tener un rol importante en caso de un gran conflicto entre China y EE UU. Según Pol Molas, "si los misiles de la República Popular inutilizan los portaaviones y las bases estadounidenses como Okinawa, los portaaviones ligeros nipones podrían ser claves para mantener las operaciones aliadas en la zona". 

Por su parte, Chang advierte que no solo debe ponerse el foco en el despliegue de equipo militar nuevo: "Japón también debe ser capaz de transmitir que puede utilizar su poder militar de forma creíble, el pacifismo del país podría hacer dudar a sus adversarios potenciales de que vaya a utilizar sus activos militares".

Teniendo en cuenta los intereses estratégicos de Tokio, su implicación en una conflagración sino-estadounidense no es un ejercicio exagerado de política-ficción. Molas considera que, por ejemplo, "en un conflicto en Taiwán, Japón podría verse obligado a intervenir porque por el estrecho de Formosa transcurren líneas marítimas vitales para la economía nipona". También destaca que las islas más meridionales de las Ryuku se encuentran relativamente cerca del territorio de Taipéi. 

En una línea similar se manifiesta Chang, sobre la percepción del incremento del poder naval nipón en otras zonas de Asia-Pacífico, "Taiwán y la mayor parte de países del Sureste Asiático son partidarios del aumento de las capacidades navales japonesas". 

El rol internacional de Japón

Tradicionalmente, cuando se ha hablado de un posible rearme japonés, sus vecinos han querido ver el fantasma del militarismo que impulsó a este país en los años 30 y 40. Pero quizá esta situación haya comenzado a cambiar, según manifiestan los expertos consultados por esglobal. 

En este sentido, Chang destaca la dualidad que vive otro importante actor asiático como es Corea del Sur. Este analista explica que "el gobierno de Seúl acepta la necesidad de trabajar con Japón para equilibrar fuerzas frente a China y Corea del Norte, pero la población aún tiene muy presente el recuerdo de la ocupación nipona". También señala otros posibles recelos como la disputa territorial sobre la isla de Dokdo.

A su vez, Tokio también ha utilizado a la JMSDF para mejorar las relaciones con sus vecinos. Según Pol Molas, la participación de las JSDMF en algunas misiones de ayuda humanitaria y su colaboración en misiones internacionales "ha generado una diplomacia naval que poco a poco va ayudando a superar los recelos del pasado". Cita también ejemplos concretos como el despliegue de un grupo naval de la JSDMF para llevar ayuda humanitaria a Filipinas tras el paso del tifón Haiyán en 2013. 

Ejercicio naval conjunto de las armadas surcoreana, estadounidense y japonesa en aguas internacionales frente a la isla surcoreana de Jeju en abril de 2023. (South Korean Defense Ministry/Getty Images)

Siguiendo con las cartas diplomáticas de Tokio, el presidente de la Societat d’Estudis Militars recuerda que la Armada japonesa también colabora con la agrupación naval CTF-151, la fuerza multinacional encargada de luchar contra la piratería en el Golfo de Adén y donde participan otros Estados asiáticos como Corea del Sur. Incluso oficiales nipones han llegado a comandar este contingente. 

También hay recelos dentro del propio Japón. Chang considera que "aunque los estrategas nipones están cada vez más de acuerdo con aumentar las capacidades de sus Fuerzas Armadas, la sociedad sigue mostrándose reticente". El analista también señala que las dudas de la población vienen "si asumir los costes de una fuerza militar mayor repercutirá en recortar el enorme gasto social que asume el estado". 

Las encuestas en Japón muestran estas dudas. Es cierto que un 81% de la población ve a China como una amenaza para la seguridad del país, tal y como recogió una encuesta realizada por el diario The Yomiuri Shimbun a finales de 2022, el mismo sondeo recogía que un 70% estaba a favor de mejorar las capacidades defensivas niponas. 

Pero eso no quiere decir que asuman una postura más agresiva de Tokio en el exterior. Otra encuesta del diario Asahi Shimbun en la primavera de 2023, indicaba que un 80% de la población estaba preocupada por la implicación de su país en un hipotético conflicto en Taiwán. También un 56% quería que solo se prestara apoyo logístico a EE UU si llega a producirse esta hipotética conflagración. 

Otro punto fuerte que aumenta la colaboración entre países de Asia-Pacífico frente a China son las diferentes maniobras navales que se desarrollan en ese entorno. Alesssio Pantalano del King’s College de Londres señala el caso de los ejercicios de finales de agosto entre EE UU, Japón, Australia y Filipinas en aguas que este último país se disputa con Pekín en el mar del sur de China.

Pantalano considera que "estos ejercicios no deben contemplarse como una manifestación política de los aliados frente a Pekín, sino que son maniobras complejas que demuestran el grado de colaboración que están desarrollando estas armadas". El analista pone el énfasis en las operaciones anfibias y apunta que "desarrollar este tipo maniobras en el Pacífico es significativo por la importancia que tienen las islas en este entorno". 

Más allá del escenario filipino, Japón también ha participado en las maniobras Malabar —se realizan desde 1992, junto a India, la otra gran rival de China, más la US Navy y la Armada australiana—. La JMSDF también es participante habitual en las ediciones bienales de los RIMPAC, los ejercicios navales más importantes del planeta, organizados por Estados Unidos en el Pacífico. 

Con este nuevo rol de Japón como potencia naval, a la hora de evaluar un posible conflicto entre EEUU y China, no debe plantearse como un cara a cara en solitario entre los dos gigantes. El caso japonés demuestra que los actores regionales pueden tener mucho que decir en el escenario geopolítico que se está diseñando en la región del Indo-Pacífico.