El rey jordano, Abdulá II, habla con el rey saudí, Salman bin Abdulaziz al Saud, en la Cumbre de la Liga Árabe, marzo 2017. AFP/Getty Images

Un año más la Cumbre es más prolífica en materia de negocios que en iniciativas políticas reales que aborden los principales desafíos de la región, como son las poco prometedoras condiciones socioeconómicas, el sectarismo, los conflictos sirio y palestino, así como las necesidades de los segmentos de la población más vulnerables, la juventud y las mujeres.

 

“La Cumbre Árabe está falta de iniciativas reales”

En parte sí. La Cumbre Árabe, que se celebró recientemente en Jordania, reveló al mundo las principales amenazas que los líderes regionales trataron de resolver sin éxito: la cuestión palestina; un posible proceso de transición en Siria y la estrategia de los países de la Liga frente a la amenaza del autodenominado Estado Islámico (también llamado Daesh).

El enfoque de la Cumbre, a la que acudieron 22 representantes de los Estados que conforman la Liga Árabe, a excepción de Siria, que fue vetada por la organización, afirmó los compromisos de paz y promovió el respeto por la legalidad internacional. Sin embargo, los discursos, cargados de retórica, no ahondaron en las dinámicas reales que afectan a las sociedades árabes: el deterioro de las condiciones socioeconómicas y políticas de la vida diaria, el incremento de los conflictos sectarios e identitarios dentro y fuera de las fronteras y la frustración de la juventud, sin perspectivas de futuro. De hecho, la tasa de paro juvenil en Oriente Medio se ha disparado en más de un 30% respecto a los años previos a la revoluciones árabes, según un estudio de la Global Employment Trends for Youth.

“La región necesita paz. Queremos comenzar a hablar de una transición política en Siria. Necesitamos un enorme esfuerzo colectivo para implicarnos en la reconstrucción del país, pero esto sólo será posible una vez se haya acordado una solución política creíble en Ginebra. La lucha contra el Estado Islámico puede ser ganada y la estabilidad restituida”, aseguró durante la Cumbre la Alta Representante de Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea, Federica Mogherini. En conclusión, nada nuevo.

Tanto los líderes de la UE y de Naciones Unidas, presentes durante la cita, como los líderes árabes obviaron un dato crucial: la mayor amenaza de la región, el terrorismo, es alentada por la pobreza y la demagogia. Las condiciones socioeconómicas y ambientales de los países árabes se han deteriorado en el último cuarto de siglo. La población árabe, que se sitúa alrededor de los 400 millones de habitantes, no alcanza en su mayoría los niveles mínimos de las sociedades de bienestar. De hecho, debido a la expansión de los conflictos en la región, “cerca de 100 millones de árabes viven en situación de extrema pobreza y otros 100 millones se encuentran rozando los límites de la misma”, asegura Rami G Khouri, político palestino y analista para el Issam Fares Institute de Beirut. Entonces, ¿por qué ignorarlo?

 

“La Cumbre Árabe obvia las necesidades de la población”

El rey jordano, Abdulá II, atiende como país anfitrión a la Cumbre. AFP/Getty Images

Absolutamente. Un difícil acceso a la vivienda; la falta de un acceso pleno al agua potable y alimentos; la insalubridad en muchas ciudades y pueblos; la calidad de la educación y de los servicios de salud estancados desde hace décadas. Las sociedades árabes han experimentado en su mayoría un retraso considerable debido a los conflictos internos. Todo esto, fomenta la desesperación de las sociedades árabes.

Un reciente estudio del Centro Árabe para la Investigación y Estudios Políticos, radicado en Doha, aporta datos muy contundentes sobre esta problemática: “casi cuatro de cada cinco ciudadanos árabes afirman atravesar dificultades económicas para llegar a fin de mes”. Es decir, casi un 80% de los árabes no pueden satisfacer sus necesidades básicas mensuales. Pero, por si esto fuera poco, peores son los datos referidos a la juventud, la gran olvidada de esta Cumbre. Casi la mitad de los estudiantes de secundaria y primaria no cumplen los estándares de alfabetización básica. ¿Qué significa esto? Que cerca de 25 millones de jóvenes no recibirán formación educativa alguna en los próximos años. Es decir, casi 200 millones de ciudadanos árabes crecerán cada vez más vulnerables, según el Arab Youth Survey 2016.

Ahora, repasemos el discurso de los líderes de la Liga. Según Abdulá II de Jordania, “son el terrorismo y el extremismo, los que empañan la imagen de nuestra religión y secuestran el futuro de los jóvenes árabes. Por lo tanto, es nuestro deber protegerlos de las distorsiones de sus creencias religiosas e ideológicas, ya que el terrorismo representa una mayor amenaza para los árabes y los musulmanes, que constituyen la mayoría de sus víctimas”. Parece ser que todo son buenas intenciones, pero de nuevo se vuelve a ignorar que, la precariedad exacerba las actuales amenazas internas y da alas a los movimientos terroristas, algo que tanto en esta última Cumbre como en las anteriores, se ha pasado por alto. Las deficiencias de gobernanza internas, los escasos índices de desarrollo humano y la inestabilidad de los países árabes, siguen siendo el talón de Aquiles de Oriente Medio.

De hecho, Jordania, país hospedante de la Cumbre, ha experimentado en los últimos años una caída del crecimiento económico. El desempleo ha aumentado un 30% en una población de 9,5 millones de habitantes, según los datos oficiales publicados por el departamento de Estadísticas de Jordania en Tranding Economics. Además, según la portavoz del ministerio de Exteriores jordano, Rima A. Alaaden: “con un 21% de población siria, la economía jordana se ha visto afectada. Los ciudadanos jordanos son extremadamente generosos pero, sinceramente, ya es suficiente. No podemos mantener a más refugiados por más tiempo”. Es la pescadilla que se muerde la cola. Sin embargo, ni el reino Hachemí ni los representantes de la Cumbre abordaron durante la cita estas cuestiones que son capitales para combatir la amenaza terrorista en la región.

Jordania, el último remanso de paz de Oriente Medio, se enfrenta a la amenaza del extremismo que ha afectado a los países vecinos y cuya sombra es alargada. Cerca de 4.000 jordanos podrían haberse incorporado a las filas de Daesh desde 2011 en Irak y Siria, según fuentes cercanas a los islamistas, aunque desde el Directorio de Seguridad Pública del país solo se confirman las identidades de unos 800 combatientes. Además, el país cuenta con la mayor tasa de foreign fighters per cápita: alrededor de 315 militantes por millón de habitantes a fecha de 2015 tal y como revela un estudio del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Por lo tanto, son las tensiones domésticas y las deficiencias humanas la base a través de la cual crecen las tensiones regionales y se alimentan los movimientos terroristas. Pero de esto nada se habló.

 

“La Cumbre Árabe es una cuestión de negocios”

La silla vacía que le corresponde al representante de Siria, que no ha participado en la Cumbre. AFP/Getty Images

Digamos que sí. ¿Quién quiere hablar de política cuando se puede hablar de negocios? A raíz de la Cumbre, Hani Mulki, Primer Ministro jordano, subrayó la importancia de una acción conjunta para estimular el crecimiento económico en la región. De hecho, instó a los ministerios públicos a revisar las políticas relacionadas con las carteras de turismo, industria, agricultura y transporte. En las sesiones políticas, que tuvieron lugar durante la Cumbre, se cerraron hasta 15 acuerdos económicos entre el reino Hachemí y su vecina Arabia Saudí. El memorándum, económico y comercial, elevó su cifra a los 4.000 millones de riales saudíes (unos 10.000 millones de euros) en proyectos relativos a urbanismo o energías renovables, entre otros. Podría decirse que se cumplió el principal objetivo de la Liga Árabe, sellar acuerdos comerciales. Todo esto se hizo, por supuesto, a puerta cerrada, lejos de las miradas de los periodistas. En las sesiones públicas sólo se pudo observar la cara amable de los representantes árabes y su supuesta preocupación por la causa palestina y el conflicto sirio, que ha entrado en su séptimo año de conflicto.

El éxodo de población continúa y tal y como afirmara Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, quien mostró su apoyo a los países vecinos de Siria, Jordania y Líbano: “la protección de los refugiados no le corresponde a los árabes ni a los musulmanes, nos corresponde a todos”.

No obstante, y lejos de acordar una hoja de ruta que conlleve al cese de la violencia en Siria, el conflicto sirvió para sacar a la luz los trapos sucios de la región y atacar a la vecina Irán. No hay que olvidar que el camino a Teherán pasa por Damasco. “El régimen iraní se ha convertido en una amenaza para el mundo árabe, interfiriendo en los países árabes y creando un conflicto sectario y armamentístico y también dividiendo a las naciones del mundo árabe”, aseguró Mishaal bin Fahm Al Salmi, representante del Parlamento Árabe.

Lo que líderes como Al Salmi pasaron por alto en su discurso es que aumentar aún más el cisma con Irán, favorece las luchas políticas, económicas y sectarias que desestabilizan Oriente Medio y, sobre todo, resta credibilidad a los líderes árabes. Históricamente, Irán y Araba Saudí luchan por mantener posiciones hegemónicas en la región. Sin embargo, desde que el Gobierno de Teherán lograra un acuerdo nuclear con el beneplácito de la comunidad internacional su mejora económica ha hecho saltar las alarmas de su rival saudí, que se ha envuelto en la bandera del sunismo y ha extrapolado esta lucha a la región.

En su resolución final, los representantes en la Cumbre censuraron claramente las injerencias extranjeras en cuestiones internas de otros países. Un mensaje que podría haber sido traducido al persa. Sin embargo, la mayoría de estos Estados intervienen a voluntad en los conflictos internos de otros países árabes -sirva de ejemplo el caso de Siria, Yemen, Palestina, Libia o Irak-, lo que acumula tensiones y colabora a generar más enfrentamientos políticos. La resolución y la realidad son completamente contradictorias.

La credibilidad de los líderes árabes es año tras año cuestionada, entre otras razones por la incapacidad de alcanzar un consenso que colabore a solventar conflictos del pasado, enquistados, como el palestino.

 

“A la Liga Árabe le faltan iniciativas para poner fin al conflicto palestino”

Así es. ¿Qué plantea la Liga Árabe para resolver la cuestión palestina? Lo mismo que lleva planteando durante 15 años, desde que en 2002 fuera lanzado el Plan de Paz Árabe. En el comunicado final de la Cumbre, los jefes de Estado y de Gobierno aseguraron que están preparados para una histórica reconciliación con Israel a cambio de que éste devuelva los territorios ocupados en 1967. “Si Israel quiere ser un socio de los países árabes, deberá frenar la ocupación”, aseguró Mahmud Abás, líder de la Autoridad Palestina. Sin embargo, la reafirmación de la estrategia del mundo árabe para alcanzar una paz negociada y justa sobre la solución de los dos Estados no es suficiente. Además de voluntad, hace falta acción.

Tal y como expresó Mogherini, “la solución de dos Estados sigue siendo la única manera realista de poner fin al conflicto y a todas las reclamaciones”. Definitivamente, no hay un plan B para Palestina, a lo que no colabora que la mayoría de los ciudadanos árabes cuestionen la voluntad de sus líderes para traducir estos objetivos en realidades.

Pese a que Israel y Estados Unidos persisten en mirar hacia otro lado cuando se trata de hablar de la solución de los dos Estados, el rey Abdulá de Jordania, cuya dinastía ejerce como custodia de los lugares sagrados musulmanes de Jerusalén, junto con Mahmud Abás, realizaron una llamada desesperada a Washington. De perdidos al río. Será el Presidente estadounidense, Donald Trump, con quien ambos líderes establezcan la dimensión y objetivos a trazar respecto a un conflicto en el que, como asegura el rey de Jordania: “aún se huele la sangre fresca y derramada de nuestros antepasados”.

 

“La Cumbre Árabe es un reflejo del sistema patriarcal”

Una mujer con su bebé y un hombre palestino caminan en Jerusalén. AFP/Getty Images

Totalmente cierto. Los representantes de la Cumbre Árabe obviaron tratar los problemas de los colectivos más vulnerables y abandonados por la clase política que compone la Liga Árabe: juventud y mujeres.

Según Layla Naffa, directora de Arab Woman Organitation, “las organizaciones políticas internacionales deberían de avergonzarse de estos líderes. En total 22 altos representantes de los países árabes se reunieron en una cumbre en Jordania cuyo retrato es, por sí sólo, la imagen del sistema patriarcal que se niega a hablar de los asuntos de las mujeres y deja de lado sus derechos”.

Ni una mención a los problemas que enfrenta un gremio discriminado en la totalidad de los países que componen la Liga Árabe. Endeble fue la intentona de Arabia Saudí que, una semana antes de la Cumbre, anunció la creación del Consejo de Mujeres de Qassim y en el que la totalidad de sus miembros resultan ser varones. “Parece una broma que sólo hombres representen a las mujeres y niñas”, añade Naffa.

De hecho, y debido a la delicada situación que atraviesa la región, el portavoz del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), asegura que, “a raíz del conflicto en Siria son especialmente problemáticas las afecciones derivadas de los matrimonios infantiles, algo muy extendido en el tipo de sociedad tribal. Los matrimonios infantiles están aumentando. Las ONG están haciendo un gran trabajo contra esta práctica, que es cultural, pero no es suficiente”. Y tanto que no lo es: desde que comenzaran las primaveras árabes en 2011, los matrimonios infantiles se han duplicado en Siria, denuncia en sus estudios la ONG Save The Children. ¿Por qué? Volvemos a las causas domésticas ignoradas por los líderes árabes: la extrema pobreza o el miedo de los padres a que las jóvenes sean violadas fuera del matrimonio. Según la ONG, una de cada cuatro jóvenes refugiadas en Jordania contrae matrimonio antes de los 18 años, lo que, además, deriva en problemas de violencia doméstica, y en el riesgo extremo para la vida de la menor en el caso de quedarse embarazada. Aunque esta no parece ser una cuestión que preocupe a representantes en la Cumbre como Yemen, en cuyo país no existe edad mínima legal para contraer matrimonio.

Según datos de UNICEF, la violencia en los países regionales asolados por la guerra ha incrementado en más de un 63%. Pese a todo, los Estados árabes insisten en mantener fuera del sistema de diálogo a las mujeres, cuyo rol sigue siendo prácticamente invisible sobre el tablero político. Aún así, Naffa se muestra optimista: “llegará un día en que los líderes árabes debatan sobre cuestiones de derechos humanos, incluidos los derechos de la mujer. La sociedad civil está ejerciendo serias presiones año tras año en estos países.” Quizá sea en la próxima Cumbre, que tendrá lugar dentro de un año en Riad, capital de Arabia Saudí, cuando escuchemos voces femeninas plantear abiertamente y ante los representantes del mundo árabe problemas reales… o no.