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El primer ministro en funciones israelí, Benjamín Netanyahu, en una reunión de gobierno en su oficina de Jerusalén, julio 2019. ABIR SULTAN/AFP/Getty Images

Coreado popularmente como "Bibi Melej Israel" (Bibi, el rey de Israel), Benjamín Netanyahu podría verse obligado a ceder el poder, tanto al frente del gobierno como de su propio partido.

Si en las elecciones de abril quedó en primera posición en votos, aunque empatara con el segundo en escaños, en los recientes comicios el Likud ha descendido a la segunda posición, mientras que la formación Kahol-Lavan le ha superado colocándose dos diputados por encima. Esta nueva aritmética en la Knesset (Parlamento israelí) confiere a Kahol-Lavan una mejor posición a la hora de entablar las negociaciones con el resto de grupos parlamentarios de cara a vertebrar una nueva coalición de gobierno.

La plataforma Kahol-Lavan (Azul y Blanco) está formada por el partido de nueva creación Hoshen le Israel (Resiliencia para Israel) dirigido por el triunvirato de exgenerales Benny Gantz, Moshe Ya´alon y Gabi Askenazi, y por el partido liberal Yesh Atid (Hay Futuro) fundado por el conocido periodista de televisión Yair Lapid junto con otros profesionales liberales. Ideológicamente ubicada en una posición de centro, aspira a recibir el mandato del presidente del Estado, Rubén Rivlin, para liderar las negociaciones.

Consciente de su posición de debilidad, Netanyahu ha puesto en marcha una astuta huida hacia adelante, ofreciéndose públicamente para liderar la próxima coalición de gobierno. Para ello, lo primero que ha hecho ha sido aliarse con los dos partidos ultraortodoxos –el sefardí Shas y el asquenazí Degel HaTorá– y con la plataforma ultraderechista Yamina –en la que ya han comenzado a reproducirse las tensiones entre la facción laica liderada por Ayelet Naftali Bennet y la religiosa que dirigen Rafi Peretz y Betzalel Shmotrich– a modo de bloque negociador, pero presentándose a sí mismo como coordinador y portavoz de todos.

En cambio, el tándem formado por Gantz y Lapid ha optado por contemporizar, dejando que sean otros los que lleven la iniciativa. El líder del partido ultranacionalista rusófono Israel Beitenu, Avigdor Lieberman, reclama la formación de un Ejecutivo amplio, laico y liberal. Según el exministro de Defensa, dicha coalición debería excluir a los partidos religiosos y abordar reformas tales como la obligatoriedad del servicio militar (sin excepciones), el reconocimiento legal de los matrimonios civiles, así como la apertura de comercios y el funcionamiento del transporte público en Shabat (restringidos por las presiones de los ultraortodoxos).

 

Posibles combinaciones

Tal como están distribuidos los escaños éstos serían las posibles coaliciones:

Gran coalición entre Kahol-Lavan, Likud e Israel Beitenu. Ésta es la opción más popular entre los israelíes, dado que sería la que más seguridad regional, estabilidad institucional y prosperidad económica generaría. Ahora bien, tiene un gran inconveniente, y es que tanto Gantz y Lapid demandan la retirada de Netanyahu debido a su probable imputación en tres casos de presunta corrupción que están siendo investigados por la fiscalía general del Estado.

Coalición de centro-derecha. Éste sería el único escenario que permitiría la supervivencia política de Netanyahu. Para ello el Likud tendría que lograr sumar un número crítico de diputados tránsfugas que abandonaran la disciplina de Kahol-Lavan o bien comprar las voluntades del Partido Laborista (que ha cosechado los perores resultados de su historia bajo el liderazgo del sindicalista Amir Peretz) ofreciéndole ministerios relevantes. Sólo a partir de esta fórmula lograría Netanyahu reformar la legislación para impedir su procesamiento y recortar los poderes del Tribunal Supremo.

Coalición de centro-izquierda. En este caso Kahol-Lavan lideraría un ejecutivo en el que estarían presentes el Partido Laborista (que ha concurrido junto al Gesher liderado por la activista social Orly Levy), la Unión Democrática (formada por los pacifistas de Meretz, el movimiento verde liderado por la exlaborista Stav Shaffir, y el nuevo Israel Demokratim fundado ad hoc por Ehud Barak) e Israel Beitenu, que además debería contar con el apoyo parlamentario de la Lista Árabe Unida. De hecho, esta formación acaba de anunciar que respalda la candidatura de Gantz, que ya tendría más apoyos que Netanyahu. Es un escenario aritméticamente posible, pero complicado (resulta inimaginable ver a Lieberman apoyándose en los árabes) e inestable.

Coalición de centro-izquierda y ultraortodoxos. Aquí se repetiría el esquema anterior, pero sustituyendo a Israel Beitenu y a la Lista Árabe Unida por los partidos religiosos Shas y Degel HaTorá. También posible desde el punto de vista aritmético pero improbable, pues aunque los dirigentes ultraortodoxos congenian con Gantz no lo hacen con Lapid (cuyo padre, el también periodista y político, Tommy Lapid, fue el gran azote contra los Haredim durante los 90). Pero al menos no resultan tan incompatibles como lo son con Lieberman, que pretende acabar con todos sus privilegios y excepciones.

Nuevas elecciones. Si ninguna de las cuatro combinaciones básicas resultara viable, siempre podría tener lugar una nueva convocatoria electoral, que sería la tercera en menos de un año. Éste es un escenario que cuenta con el rechazo de la mayoría social, harta de que los políticos subordinen el interés general a sus intereses partidistas o personales (cuál es el caso de Netanyahu), pero que resulta posible e incluso probable. De hecho, el exprimer ministro Ehud Olmert ha vaticinado que dados los bloqueos cruzados se celebrarán en febrero de 2020.

 

Netanyahu “en guerra”

Uno de los miembros del equipo negociador del Likud ha afirmado que Netanyahu se encuentra “en guerra”. De momento, el Primer Ministro en funciones se ha visto obligado a cancelar su viaje anual a Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU –en cuyas últimas ediciones ha teatralizado sus recurrentes denuncias de la amenaza nuclear iraní– y se ha situado al mando de un cuartel general paralelo desde el pretende lanzar una ofensiva jurídica, política y mediática sin parangón, dado que se juega la posibilidad de ser procesado, sentenciado y terminar cumpliendo condena en prisión, tal como le ocurrió a Ehud Olmert.

Netanyahu ha comenzado su particular cuenta atrás, pues está llamado a comparecer para una vista oral ante el fiscal general del Estado los días 2 y 3 de octubre (aunque lo más probable es que mande a sus representantes legales). A partir de ahí sus problemas judiciales podrían ir en aumento, a pesar de que no se espera que la fiscalía decida si le acusa formalmente o no hasta principios de diciembre. Por este motivo dentro del propio seno del Likud dirigentes que piensan que sería mejor forjar una gran coalición ahora –sacrificando a Bibi, quien llegaría a un acuerdo de conciliación con la fiscalía en el que asumiera sus responsabilidades penales pero evitara ingresar en prisión– que concurrir a unas terceras elecciones con un candidato que estaría compareciendo ante los tribunales durante la campaña.

Incluso hay analistas políticos que especulan sobre si ese estar “en guerra”, debería interpretarse no sólo en su acepción metafórica, sino también en la literal. Esto es, especulan sobre si Netanyahu estaría dispuesto a agitar intencionadamente alguno de los frentes bélicos que mantiene abiertos –sea contra Hamás en la Franja de Gaza, contra Hezbolá en Líbano, o contra Irán en Siria o Irak– para alterar el curso natural de las negociaciones de gobierno y de su particular calendario de citaciones judiciales.

De hecho, una semana antes de las elecciones envió a su asesor de seguridad nacional a reunirse con el titular de la Comisión Electoral Central para tantear la posibilidad de retrasar los comicios durante unas semanas de cara a posibilitar así una operación de castigo contra la Franja de Gaza. El desencadenante fue la evacuación preventiva de un acto de campaña celebrado en Ashdod, en medio del que sus escoltas se lo llevaron a un refugio después de que sonara la alarma antiaérea con motivo del lanzamiento de un cohete desde Gaza. La evacuación –a la que no podía negarse dado que forma parte del protocolo de protección de personalidades– le hizo parecer débil ante los ciudadanos. Dada la excepcionalidad de la situación el fiscal general obligó a Netanyahu a reunir al gabinete de seguridad para tomar una decisión colegiada, por lo cual éste desistió.

 

La hora de Rivlin

La oficina del Presidente ya ha mandado las correspondientes cartas oficiales a todos los grupos parlamentarios para celebrar una primera ronda de consultas bilaterales con cada uno de ellos. Al igual que tras los comicios de abril, las consultas serán emitidas en directo por la televisión, en un interesante ejercicio de transparencia frente a la ciudadanía.

De todos es sabido que el primer ministro en funciones no es santo de la devoción del presidente Rivlin, a pesar de que ambos militen en el mismo partido y mantengan una cordial relación institucional. Si bien en abril Rivlin designó candidato preferente a Netanyahu –dado que encabezaba la lista más votada– ahora podría hacer lo propio con Gantz. Pero previamente tendrá que escuchar las posiciones de cada grupo y esperar a que la Comisión Electoral Central le entregue los resultados definitivos, que en principio no supondrán alteración alguna en la distribución de escaños.

En principio, Rivlin tiene intención de jugar un papel más proactivo a la hora de conseguir la formación de un nuevo gobierno que tras los comicios de abril, y evitar así una nueva convocatoria electoral. Ahora bien, en paralelo a las consultas bilaterales lideradas por Rivlin habrá que estar atentos a las negociaciones multilaterales conducidas por el ministro de Turismo Yariv Levin en el nombre del Likud, y de los asesores Yoram Turbowicz y Shalom Shlomo, en representación de Gantz y de Lapid, respectivamente.

Tampoco hay que perder de vista al nuevo abogado de Netanyahu, Ram Caspi (conocido por lograr la absolución de los agentes responsables de matar a sangre fría a dos terroristas que perpetraron el secuestro del autobús 300 en 1984, así como de los mandos policiales y de los políticos que lo negaron y ocultaron conscientemente), quien con toda probabilidad intentará llegar a acuerdos discretos con todas las partes implicadas de cara a evitar que su principal cliente tenga que ingresar en prisión. Parafraseando a George Orwell, en teoría todos somos iguales ante la ley, pero en la práctica unos son más iguales que otros.