El líder del Partido Popular Republicano (CHP), el principal partido de la oposición de Turquía, Kemal Kilicdaroglu, y su esposa Selvi Kilicdaroglu saludan a sus seguidores durante un mitin el 21 de mayo de 2022 en Estambul, Turquía. (Burak Kara/Getty Images)

Las repercusiones en materia exterior que puede tener la hipotética victoria del opositor Kemal Kiliçdaroglu.

El próximo 14 de mayo, Turquía celebrará elecciones presidenciales y legislativas en las que el presidente, Recep Tayyip Erdogan, se someterá a una especie de plebiscito tras dos décadas en el poder. La cita electoral tiene igualmente cierto simbolismo histórico, ya que el país euroasiático conmemora este 2023 el centenario de su proclamación republicana. 

El momento es, por tanto, decisivo para medir la popularidad y la gestión de Erdogan y su partido islamista AKP. La oposición liderada por Kemal Kiliçdaroglu afronta el reto electoral a través de una plataforma unitaria que, según afirman algunas encuestas, tiene capacidad para derrotar a Erdoĝan en las urnas, aunque de forma muy ajustada. La crisis económica y las secuelas del terremoto que asoló a Turquía a comienzos de febrero son factores que igualmente contribuyen con la caída de popularidad de Erdogan, especialmente entre los votantes más jóvenes.

Una victoria opositora implicaría no sólo el final de la era Erdogan sino un previsible cambio de orientación geopolítica para una Turquía que, en los últimos años, ha manifestado su disposición a trazar lazos euroasiáticos (con Rusia y China principalmente), así como dentro del espacio lingüístico y étnico panturco, por encima de la inclinación atlantista y prooccidental que Turquía ha venido manifestando desde su proclamación republicana en 1923, pero principalmente desde que, en 1952, se convirtió en miembro pleno de la OTAN.

Si bien ha alcanzando sólidas mayorías electorales que refuerzan su popularidad, Erdogan ha polarizado a la sociedad turca trazado una estructura de poder personalista que en Occidente se ha catalogado como "autocratizadora". Esta tendencia se ha asentado tras la reforma constitucional de 2017. Por lo tanto, cabe preguntarse en qué medida una hipotética victoria de la plataforma opositora permitirá disminuir el legado autocrático de Erdogan, recuperando los equilibrios políticos e institucionales, muy laminados en estas dos décadas en el poder.

El posible final del erdoganismo calibrará igualmente una nueva etapa política que, visto en perspectiva, recuerda la atomización política (con visos de cierta inestabilidad) vivida por Turquía en los 90, y que principalmente se materializaron tras el final de la etapa de Turgut Özal (1983-1993) como primer ministro y presidente, respectivamente.

Kiliçdaroglu: la opción anti-Erdogan 

Recientemente, el líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Kemal Kiliçdaroglu (74 años), presentó formalmente su candidatura para medirse contra Erdogan en los comicios presidenciales que, inicialmente previstos para junio, fueron súbitamente adelantados para el próximo 14 de mayo. 

Meral Akşener, presidenta del Partido IYI y Temel Karamollaoğlu, presidente del Partido Felicity se reunieron el 6 de marzo de 2023 en Ankara, Turquía. (Riza Ozel / dia images via Getty Images)

Kiliçdaroglu acude como candidato de la denominada –Mesa de los Seis– en la que están incluidos los principales partidos opositores: el ya mencionado CHP, el centroderecha ÍYÍ (Partido del Bien), el Partido Islamista de la Felicidad (Saadet), el Partido Democrático; Democracia y Progreso DEVA; y el Partido del Futuro (Gelecek). Debe recordarse que el CHP es la formación política históricamente ligada al pensamiento de Mustafá Kemal Atatürk, fundador de la República turca hace un siglo. Con el paso del tiempo, el kemalismo del CHP ha sintetizado y combinado las iniciales ideas seculares, republicanas, populistas y nacionalistas de Atatürk con otras más de calado socialdemócrata.

Apodado "el Gandhi turco" por su parecido físico con el histórico líder pacifista indio, Kiliçdaroglu viene aglutinando las fuerzas opositoras a Erdogan y su partido AKP en un amplio espectro que va desde la izquierda a la derecha. En su empeño por liderar esta alternativa, en 2017 recorrió a pie 450 kilómetros desde Ankara hasta Estambul para denunciar "el autoritarismo del Gobierno". También sabe lo que es ganarle al presidente turco en las urnas: en las elecciones municipales de 2019, el CHP logró la alcaldía de la capital Ankara y la segunda ciudad más importante, Estambul, esta última bajo control del AKP durante más de 20 años. Es importante reseñar que ambas alcaldías están en manos de dos líderes en ascenso dentro de la política turca que han mostrado públicamente su apoyo a la candidatura de Kiliçdaroglu y pueden resultar decisivos en la consolidación de este eventual gobierno de coalición. Son los casos del alcalde de Ankara, Mansur Yavaş (67 años), y de Estambul, Ekrem Imamoğlu (52 años).

Tras oficializar su candidatura, Kiliçdaroglu aseguró que gobernará Turquía "sobre la base de la consulta y el compromiso". Esta declaración abrió expectativas sobre su apuesta por recuperar los equilibrios políticos e institucionales en detrimento de posiciones más autoritarias propias del sistema erdogiano. No obstante, existen críticas de que la elección de la candidatura de Kiliçdaroglu tuvo visos de apresuramiento ante la convocatoria de las presidenciales de mayo y de que no fue producto de primarias ni de consultas internas, sino de un acuerdo político de última hora enfocado en desalojar al presidente tuco del poder.

¿Hacia una nueva política exterior turca?

La opción Kiliçdaroglu implica desafíos de calado geopolítico, así como la posibilidad de un nuevo devenir en las relaciones exteriores de una hipotética Turquía post Erdogan. Con todo, y de cara a este contexto electoral, surgen una serie de interrogantes sobre qué podría suceder con la orientación exterior turca si Kiliçdaroglu se alza con la victoria: ¿qué significaría la eventual derrota de Erdoĝan en un escenario de cambios en el sistema internacional, donde el presidente turco ha logrado navegar con destreza en aguas muchas veces turbulentas?; con Kiliçdaroglu en el poder, ¿recobrará Turquía su orientación atlantista, reduciendo o bien poniendo fin al distanciamiento con Occidente?; ¿cómo será su relación con la Unión Europea?; ¿y con China?

Por otro lado, ¿cómo acometería Kiliçdaroglu escenarios conflictivos como Ucrania, Siria y Nagorno Karabaj, donde Turquía tiene un peso específico y a veces protagónico? Otro tema clave son los kurdos, tanto los que viven dentro de Turquía como en países vecinos (Siria, Irak e Irán): ¿cómo observan los kurdos la posibilidad del fin de la era Erdogan? Finalmente, ¿cómo manejarán Kiliçdaroglu y sus aliados al poderoso derin devlet, el denominado "Estado profundo", cuyo peso es muchas veces decisivo en el diseño de las políticas interna y externa del país?

A priori, son pocas las certezas sobre qué ocurriría con el viraje geopolítico y las relaciones exteriores turcas ante la eventual victoria de Kiliçdaroglu. Por tomar un ejemplo: la plataforma opositora no ha dejado clara su posición ante la guerra en Ucrania, a diferencia de la activa participación de Erdogan. El presidente turco aplica una política pragmática de equilibrios: vende drones a Ucrania, mantiene lazos directos con Rusia mientras busca erigirse como benefactor de la apertura de puertos en el Mar Negro, incluso propiciando marcos de negociación con vistas a un alto al fuego.

En el caso de Siria, el líder opositor se ha limitado a declarar que devolvería a los refugiados sirios a su patria en un período de dos años, estableciendo medidas punitivas contra la inmigración ilegal. Una medida con efectos electoralistas, pero también razonada en ofrecer concesiones a sus aliados nacionalistas. Kiliçdaroglu también ha dejado entrever que buscaría la normalización de relaciones con el régimen sirio de Bashar al Assad, alterando así las tensas relaciones que vienen existiendo entre Ankara y Damasco.

Banderas de la OTAN y de Turquía en una foto ilustración. (Jakub Porzycki/NurPhoto via Getty Images)

Sobre las relaciones con Rusia, un portavoz del CHP, Unal Cevikoz, anunció que el gobierno de Kiliçdaroglu establecería "relaciones institucionales" con Moscú y no "personales", como ha venido sucediendo hasta ahora entre Erdogan y su homólogo ruso, Vladímir Putin. Cevikoz aseguró igualmente sobre la necesidad de construir "relaciones equilibradas" con Moscú, pero dejando clara al mismo tiempo "la membresía de Turquía en la OTAN". Está igualmente por ver si, a diferencia de Erdogan, Kiliçdaroglu contribuirá con la aplicación de las sanciones europeas contra Rusia, bloqueando así cualquier iniciativa de evasión de las mismas como ha llevado a cabo el presidente turco. Otro tema relevante es la cooperación militar entre Turquía y Rusia, en especial ante la presencia desde 2019 en territorio turco de las baterías antimisiles rusas S-400, que causa preocupación a la OTAN.

Tomando en cuenta la experiencia histórica de anteriores gobiernos del CHP, sí parece más perceptible la posibilidad de un reseteo en las relaciones turco-occidentales, más proclives con Kiliçdaroglu en atender y recuperar los tradicionales vínculos y compromisos atlantistas

El distanciamiento de Erdogan con Occidente, en particular con la OTAN y la UE, y su acercamiento al eje euroasiático ruso-chino muy seguramente causan inquietud  en Washington y Bruselas tomando en cuenta las tensiones ruso-occidentales derivadas de la guerra en Ucrania. No sería por tanto descartable que los ejes de poder atlantistas vean con buenos ojos una derrota electoral de Erdogan que catapulte a Kiliçdaroglu a la jefatura del gobierno en Ankara, con la expectativa de que esta nueva etapa signifique una especie de reconciliación en las relaciones turcas con Occidente.

Con respecto a la Unión Europea, es previsible que la política de Kiliçdaroglu busque un entendimiento con Bruselas a diferencia de las agrias y con frecuencia tensas relaciones de Erdogan. Estas tensiones se han resumido en temas sensibles como la deriva autoritaria, los derechos humanos y las tensiones turcas con Grecia y Chipre, miembros de la UE. Precisamente en el apartado greco-chipriota no se esperan cambios significativos en la nueva política exterior turca de Kiliçdaroglu, probablemente por su intención de mantener firmes los apoyos por parte de sectores nacionalistas, así como de no irritar al poderoso estamento militar turco. 

Por otro lado, no está claro que el líder opositor reinicie con firmeza las negociaciones turcas de admisión en la UE, estancadas desde 2007 y sin visos de retomarse. El viraje euroasiático de Erdogan prácticamente ha marginalizado lo que antaño constituía una prioridad turca: su ingreso en la UE.

El posible cambio político en Ankara aborda también otros escenarios como Oriente Medio, África y América Latina. En los últimos años, el presidente turco ha afianzado relaciones económicas muy estrechas con países africanos y latinoamericanos, especialmente Venezuela. En la contorna magrebí, Turquía se ha inmiscuido directamente dentro del conflicto libio. No debemos tampoco descartar el creciente peso económico turco en escenarios como el Mar Rojo y el Cuerno de África, en especial en el caso de Sudán, actualmente sumido en tensiones internas con visos de guerra civil

La súbita nominación de Kiliçdaroglu como candidato y su énfasis en concentrarse en la política interna deja incógnitas en el aire sobre cómo manejará estos nexos exteriores donde Turquía se ha convertido en un actor emergente y con capacidad de influencia. En este contexto de delicados equilibrios está igualmente por ver si el líder opositor mantendrá esa política exterior de carácter más autónomo impulsada por Erdogan o si, por el contrario, se sumirá sin cortapisas a los imperativos prooccidentales, por cierto, muy presentes en la era política pre-Erdogan donde precisamente el CHP ha formado gobierno.

En cuanto a los kurdos, la nominación de Kiliçdaroglu abre nuevas perspectivas orientadas a aglutinar a estos votantes a favor de la "Mesa de los Seis". El foco está en los contactos con el prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP), actualmente el tercer partido con representación parlamentaria en la Gran Asamblea Nacional. Hay un factor que implicaría directamente a Kiliçdaroglu con la cuestión kurda: sus orígenes familiares provenientes de la región de mayoría kurda de Dersim, toda vez el candidato opositor pertenece a la minoría aleví, una rama heterodoxa del Islam también presente entre los kurdos. 

La plataforma que lidera Kiliçdaroglu también incluye a partidos nacionalistas (ÍYÍ, una escisión del MHP) y otro de carácter islamista (Saadet, escisión del AKP) cuyas posiciones aparentemente divergentes en aspectos como el atlantismo y la cuestión kurda podrían complicar la viabilidad de la coalición del gobierno en caso de que llegara al poder. 

De hecho, Erdoĝan podría jugar la carta de dividir políticamente a esta heterogénea alianza opositora en aspectos determinantes. Mencionamos aquí la relación con los partidos kurdos, especialmente en el caso de ÍYÍ, de tendencia nacionalista y antikurda pero que mantiene un peso político relevante dentro de la plataforma opositora a la hora de otorgarle votos a la candidatura de Kiliçdaroglu. En materia exterior también podrían observarse posiciones menos unánimes dentro de la coalición, como puede ser la percepción del islamista Saadet con respecto al posible viraje atlantista de Kiliçdaroglu, que suponga degradar la atención de su eventual gobierno hacia el mundo islámico. 

En lo que respecta al derin devlet, el CHP históricamente ha mantenido una mayor conjunción de intereses con estas redes de poder a diferencia de Erdogan, cuyos primeros años tras su llegada al poder en 2003 fueron prolíficos en constantes enfrentamientos con este Estado profundo. Debe resaltarse que este término tiene fuertes raíces dentro de la cultura política turca incluso desde tiempos otomanos a través de sociedades secretas de carácter conspirativo. En tiempos contemporáneos, el derin devlet hace referencia a una red aparentemente invisible de lealtades existente dentro del aparato estatal turco y que se ha ramificado en los servicios de inteligencia, el Ejército, la seguridad, el poder judicial, la estructura burocrática y el crimen organizado. Estas redes manejan una amalgama ideológica ultranacionalista y secular fuertemente antagónica con el liberalismo y la izquierda, así como posiciones contrarias al islamismo y la causa kurda.

El presidente turco ha intentado neutralizar el poder de estas redes pero, tal y como se vio durante el fracasado golpe de Estado de 2016, se vio obligado por las circunstancias a adoptar una estrategia más elástica. Esto llevó a que Erdogan instrumentalizara una alianza contra natura del AKP con la extrema derecha del MHP y sus nexos con el poderoso estamento militar y otros grupos paramilitares (los conocidos como "Lobos Grises") dentro de una atmósfera que le ha servido para acentuar un poder cada vez más autocrático. Estas alianzas han permitido al líder turco mantener una posición unánime en aspectos concretos como el conflicto sirio, la cuestión kurda, Chipre, Grecia e incluso el distanciamiento con Occidente, a pesar de los compromisos atlantistas del estamento militar turco. 

Ante esta realpolitik interna, Kiliçdaroglu observaría prácticamente como una obligación mantener intacta la relación de poder con el derin devlet, en aras de intentar alejar la posibilidad de cualquier intentona golpista contra un eventual gobierno de coalición heterodoxo. Por tanto difícilmente se observará una alteración significativa del establishment de poder instaurado en Turquía desde hace décadas.

Queda China. En su aparente apuesta por los equilibrios exteriores, el líder opositor no parece buscar alterar una relación con Pekín muy enfocada en aspectos económicos con cierta complementariedad geopolítica, tal y como se observa con las rutas comerciales chinas por el Asia Central túrquica (Uzbekistán, Azerbaiyán, Turkmenistán y Kirguistán). No obstante, si el retorno al atlantismo se manifiesta con firmeza, el eventual nuevo gobierno turco podría compartir (incluso bajo presiones) la óptica occidental que interpreta a China como una amenaza y un rival hegemónico.En 2001, el periodista estadounidense Stephen Kinzer, ex corresponsal en Ankara, describió a Turquía con un diagnóstico intrigante: “puede ser el mayor éxito del siglo XXI o uno de sus mayores fracasos”. Más allá de la rimbombante declaración, en el año del  centenario republicano turco y a las puertas de unas elecciones decisivas que pueden poner fin a una era política hegemónica, valdría la pena revisar si el diagnóstico de Kinzer cobra ahora cierta validez que Erdogan y Kiliçdaroglu se disputan el poder con dos visiones de país (y del mundo) visiblemente contrapuestas.

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura