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Un estudiante practica con un arma en Mississippi, EE UU. CHANDAN KHANNA/AFP via Getty Images

Se estima que el 85% de las armas de fuego en el mundo se encuentran en manos de civiles, casi la mitad de ellas en Estados Unidos, y sigue creciendo cada año.

El pasado 22 de agosto, el adolescente de 17 años Kyle Rittenhouse acabó con la vida de dos manifestantes en Kenosha, Wisconsin, en el marco de las protestas que tienen lugar en Estados Unidos contra el racismo policial desde el pasado mayo. Este incidente ha reabierto el debate sobre la tenencia de armas de fuego por parte de civiles y el uso que se hace de las mismas.

En lo que va de 2020, se han registrado 358 tiroteos masivos únicamente en EE UU, y según el informe presentado en septiembre de 2019 por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el 46,3% de todos los homicidios a nivel global se cometen con armas de fuego. Estas cifras demuestran la gravedad de la magnitud de la tenencia de armas por parte de civiles, un fenómeno que no cesa de aumentar.

 

La posesión de armas de fuego a escala global

De acuerdo con los últimos datos disponibles en Small Arms Survey, la potencia de fuego global se estima en 1.013 millones de armas, de las cuales 857 millones, el 85% del total, se hallan en manos de civiles mientras que 133 millones (13%) se encuentran en poder de los ejércitos nacionales y un 2% en manos de las fuerzas del orden.

El número de armas de fuego en manos de civiles no ha dejado de crecer. En 2007, Small Arms Survey estimaba la cifra en 650 millones de armas de fuego pertenecientes a civiles, lo que supone un incremento del 31,8% en apenas una década. “Los productores de armamento introducen cada año en el mercado ocho millones de armas de fuego y se estima que medio millón se pierden o son destruidas en el mismo periodo, lo que supone un crecimiento anual de los arsenales en siete millones de armas”, apunta Philip Alpers, profesor de la Universidad de Sidney y director del proyecto Gunpolicy.org.

Armas de Fuego en el MundoRespecto al número de armas de fuego en manos de grupos armados o bandas criminales, estimaciones de Small Arms Survey en 2010 cifraban entre 4,8 y 15,5 millones sobre un total de 650 millones, divididos en bandas criminales (2-10 millones), grupos armados no estatales (1,1-1,8 millones) y empresas privadas de seguridad (1,7-3,7 millones). Esto significa que, pese a la dificultad de cuantificar armas ilegales, el grueso de las armas de fuego a escala global se halla en manos de civiles. En Estados con fuertes restricciones a la tenencia de armas, el porcentaje de estas en manos de actores criminales es mucho menor. Al contrario, en países con políticas de tenencia laxas, este porcentaje es mucho más elevado, lo que resulta en altas tasas de violencia con armas de fuego, una problemática concentrada en gran medida en Centroamérica y el Caribe.

En términos globales, el país con mayor número de armas en manos de civiles es Estados Unidos, con más de 393 millones, de los cuales apenas un millón están registradas. Le siguen India con más de 71 millones, China con casi 50 millones, Pakistán con cerca de 44 millones y Rusia con 17,6 millones. Completan el top 10 Brasil (17,5), México (16,8), Alemania (15,8), Yemen (14,9) y Turquía (13,2). Sin embargo, si tomamos como referencia el número de armas por cada 100 habitantes, la fotografía cambia considerablemente. EE UU lidera de nuevo la clasificación con 120 armas de fuego por cada 100 habitantes, seguido a gran distancia por Yemen (52,8), Montenegro y Serbia (ambos con 39,1) y Canadá (34,7).

Los datos reflejan una radiografía inesperada. Los países con mayor porcentaje de armas de fuego por habitante se hallan en América del Norte y Europa y algunos países de Oriente Medio, lo que desmonta el mito de que los Estados con mayor número de armas son aquellos inmersos en conflictos. En lugares como Afganistán la ratio es de 12/100 armas de fuego en manos de civiles mientras que, en otros con guerrillas activas como Filipinas, o que han cesado su actividad hace escaso tiempo, como Sri Lanka, la ratio se sitúa en tres armas por cada 100 habitantes. Por otro lado, países sin conflicto abierto como Turquía, Líbano o Jordania tienen elevados índices de tenencia de armas.

Otra tendencia que reflejan los datos es que la mayoría de las armas en el mundo son ilegales, ya que únicamente el 12% de las mismas están registradas, aunque existen notables diferencias geográficas: mientras que solo un millón de 400 están registradas en Estados Unidos, en los países nórdicos, que figuran en el top 10, la mayor parte sí lo están. La adquisición ilegal está motivada por varios factores, que incluyen el elevado precio de estas, las dificultades burocráticas para su adquisición y la severidad de las leyes de tenencia de armas. Para hacer frente a estas dificultades, los consumidores recurren a soluciones como el desvío de armas de arsenales de los ejércitos, el contrabando transfronterizo, su adquisición en el mercado negro y la creciente tendencia a usar armas desactivadas y convertidas, producidas artesanalmente o impresas en 3D.

 

¿Por qué la gente adquiere armas?

No existe una única razón por la que la gente adquiere armas, aunque se pueden inferir algunos elementos. De acuerdo con Aaron Karp, especialista en tenencia global de armas de fuego para Small Arms Survey, una de ellas es que el mundo se ha vuelto más rico en términos generales. “Las armas son bienes de consumo, un bien de consumo de lujo que es normalmente caro, pero la gente lo compra y, en particular, los hombres”, apunta Karp.

Para el investigador la cuestión principal es: ¿por qué los hombres necesitan armas? Pregunta para la que reconoce no existe una respuesta clara, aunque, desde su punto de vista, se trata de algo psicológico. Estudios científicos consideran elementos psicológicos como la percepción del riesgo y la consiguiente necesidad de defenderse como claves para explicar la adquisición de armas, aunque los mismos son principalmente aplicables al contexto estadounidense. Según Alpers, en EE UU un factor que explica de forma consistente la tenencia de armas es el hecho de que el padre tenga armas, lo que resulta en una mayor propensión a adquirirlas.

Aunque no exista una única causa que explique la proliferación de armas en manos de civiles, sí que pueden apreciarse algunas diferencias sociales y culturales en la tenencia de estas. Por ejemplo, en Europa la mayoría de ellas están registradas, ya que sus usos son mayoritariamente actividades como la caza, práctica deportiva, protección personal o coleccionismo, de acuerdo con un informe de 2013 de la Comisión Europea.

Por su parte, en el continente americano, el elevado número de armas en manos de civiles (470 millones aproximadamente) viene dado por el reconocimiento de su tenencia como un derecho constitucional. Tanto Estados Unidos como México y Guatemala reconocen este derecho en sus respectivas constituciones, aunque las dificultades para adquirirlas en los dos últimos debido a trabas burocráticas y precios excesivos resulta en un contrabando de estas desde EE UU.

Entre 2015 y 2016 los países de Oriente Medio doblaron sus importaciones de armas de fuego. De acuerdo con Saud al Sharafat, director del Centro Shorufat para el Estudio de la Globalización y el Terrorismo, la proliferación de estas en la región se debe a razones socioculturales. “Se puede decir que la adquisición de un arma es una herencia tribal, una especie de expresión de la individualidad, un signo de distinción y un sentimiento de seguridad. Poseer armas es un símbolo de estatus social”. A modo de ejemplo, disparar armas es común en celebraciones como bodas o graduaciones, lo que ha resultado en víctimas mortales por balas perdidas. Algo similar a lo que sucede en Tailandia, donde la existencia de una cultura de armas resulta en una tasa de homicidios mucho más elevada que el resto de países del sureste asiático.

Contrario a lo que mucha gente piensa, la tenencia de armas por parte de civiles en África está entre las más bajas del mundo. Sin embargo, la violencia causada por ellas es muy común y se ha normalizado como una vía para resolver problemas pese a que el número de conflictos y crisis en el continente ha descendido en los últimos 20 años. Desafortunadamente, Karp apunta que los datos relativos a homicidios en África son muy pobres y es difícil cuantificar el número de víctimas causadas por ellas. En países como Suráfrica, donde la tenencia de armas por parte de civiles está muy extendida, se producen 58 homicidios diarios, siendo el decimoctavo Estado del mundo en número de homicidios, con 40,5 por cada 100.000 habitantes, y el número 24 en homicidios causados por armas de fuego. Como señala el investigador Robert Muggah, en África “no es el mero número de armas el que necesariamente desata o sostiene la violencia, sino más bien la incapacidad de los gobiernos de garantizar la legítima seguridad pública o imponer la autoridad y control sobre su territorio”.

 

En busca de soluciones: control y olvido

La carrera de armamentos desatada desde el siglo XX ha encontrado respuestas a la misma a través del sistema de Naciones Unidas. Sin embargo, el debate global sobre el desarme ha estado copado por las armas de destrucción masiva, es decir, químicas, biológicas, radiológicas y nucleares, mientras que las armas convencionales han gozado de menor atención. No es hasta la década de 1990 que esfuerzos internacionales fructifican en iniciativas importantes como la convención contra las minas antipersonales, la convención contra las bombas de racimo o el Tratado de Comercio de Armas (2013).

Sin embargo, estos instrumentos están dirigidos a controlar la exportación de armas y el uso de ellas por parte de los Estados y actores armados no estatales. Como consecuencia, la tenencia de armas por parte de civiles parece flotar en un limbo, limitada a las legislaciones nacionales de cada país, lo cual resulta insuficiente para hacer frente a un fenómeno que no cesa de aumentar.

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Taller para reparar armas en Peshawar, Pakistán. ABDUL MAJEED/AFP via Getty Images

A nivel internacional, la cuestión ha sido abordada por la Asamblea General de la ONU, que aprobó el Protocolo sobre armas de fuego y el Programa de Acción de Naciones Unidas en 2001 y el Instrumento de Rastreo Internacional en 2005. En 2015, se lanzó el Partenariado Global sobre las Armas Pequeñas, en el marco de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En concreto, el ODS 16 “Paz, justicia e instituciones sólidas” contempla este problema en las metas 16.1 (Reducir significativamente todas las formas de violencia y las correspondientes tasas de mortalidad en el mundo) y 16.4 (Reducir significativamente las corrientes financieras y de armas ilícitas de aquí a 2030).

Karp apunta que es necesario establecer políticas de control de tenencia de armas y de forma correcta. Estas políticas se basan en tres pilares: la concesión de licencias a los propietarios, el registro del arma y la concepción de la tenencia de armas como un privilegio condicional, sujeto a restricciones y requisitos, y no un derecho.

Suiza, uno de los países europeos con mayor número de armas por habitante (27,5 por cada 100 habitantes), es calificado por los activistas pro armas estadounidenses como ejemplo de un país con un elevado número de armas en manos civiles y con una baja ratio de violencia. Lo que no mencionan dichos activistas es la elevada ratio de suicidios cometidos con ellas, la cual ha descendido gracias al endurecimiento de la legislación sobre tenencia de armas. Este endurecimiento ha sido una tendencia general europea, especialmente tras los distintos atentados que azotaron la UE entre 2015 y 2017. El Parlamento Europeo votó en marzo de 2017 el endurecimiento de la Directiva sobre el control de la adquisición y tenencia de armas, prohibiendo la venta de armas semiautomáticas.

Pero el control no es suficiente. “Hay demasiadas armas ahí fuera como para deshacerse de todas ellas. El desarme es importante como símbolo, pero éste no nos librará de las armas. Tenemos que encontrar una manera de vivir con ellas y la mejor manera de vivir con algo desagradable es convertirlo en un recuerdo”, apunta Karp, poniendo como ejemplo a los países nórdicos, donde la gente “tiene armas, pero nadie se acuerda de ellas”. Aspecto en el que coincide Alpers, que considera el factor social muy importante, aunque reconoce que ningún Estado tiene la solución perfecta aplicable en todos los casos.

En este factor social es fundamental la consecución de un cambio ideológico, requisito previo para la aceptación por parte del público. “Irónicamente, Estados Unidos ha demostrado cómo resolver el problema”, apunta el estudioso australiano. La clave reside en tornar el problema en uno de salud pública y no criminal. Según su punto de vista, esto ya sucedió con otras problemáticas como los accidentes de tráfico o la expansión de la epidemia del VIH, aunque para ello es necesario que “los propietarios de las armas reduzcan su resistencia y sus creencias ideológicas y pasen de tratar las pistolas como objetos románticos a tratarlas como cualquier otro instrumento letal”.

Sin embargo, estos son reacios porque han asumido que las armas están relacionadas con la libertad y que el control de estas supone coartar este derecho. Pero este control no puede significar la confiscación ni la prohibición de las armas. Lo que sí implica es “reducir las oportunidades de los criminales de conseguir armas, reducir la disponibilidad de las mismas y establecer controles más férreos respecto a quien tiene permitido poseerlas”, explica Alpers.

Con más de 857 millones de armas en el mundo en manos de civiles, el objetivo no es eliminarlas, sino convertirlas en algo sin interés y sin importancia. Para ello es necesario un cambio de mentalidad, y es algo que Karp cree que está sucediendo. “El mundo es un lugar menos violento de lo que solía ser. Y aunque ahora está creciendo la violencia, no tiene nada que ver con cómo solía ser. La dificultad radica en que hay otras fuerzas que poseen importancia, por eso es importante el papel del Estado, regulando la tenencia de armas, pero también apoyando el cambio social necesario”.