Un niño es guiado de la mano por un policía en la zona de tránsito de Röszke, en la frontera entre Hungría y Serbia. (Csaba Segesvari/AFP/Getty Images)

Se cumplen dos años desde que Hungría creara en sus fronteras dos zonas de tránsito, Tompa y Röszke, que en la práctica funcionan como centros de detención a refugiados, totalmente cerrados y donde habitan menores a la espera de asilo. La Unión Europea se ha mostrado contraria a estos lugares, pero aún siguen funcionando.

Una valla de 175 kilómetros separó hace dos años a la Unión Europea de la península balcánica, por decisión de Hungría, cuyos dirigentes creyeron que sería esta la mejor forma de evitar la llegada de refugiados a su territorio. Un par de kilómetros después de esta alambrada se pueden encontrar dos lugares a los que se ha bautizado como ‘centros de tránsito’ y que en la práctica funcionan como cárceles de máxima seguridad. En estos centros, uno situado en Röszke, a las puertas de Serbia, y otro en Tompa, en la frontera con Croacia, se interna de manera indefinida a aquellos refugiados que hayan pedido asilo a las instituciones húngaras mientras se tramita su petición.

A mediados de septiembre, la organización Hungarian Helsinki Committee publicó los últimos datos recopilados hasta ese mes y revelaba que había 421 personas internas en ambos centros, siendo casi la mitad de ellos menores. La organización ofrece asistencia legal gratuita a los internos de Röszke y de Tompa y, de hecho, es la única que tiene el derecho de entrar a este campo fortificado. En los primeros nueve meses de este año se calcula que casi 3.000 personas han solicitado asilo a las autoridades de Budapest. Las normas húngaras han establecido que solo puedan entrar en estos lugares cinco personas al día, entre lunes y viernes. La mayoría de las solicitudes provienen de los refugiados que se encuentran en Serbia y, esta condición, según explican las organizaciones locales instaladas en Belgrado, hace que los tiempos de espera en este país se alarguen durante muchos meses.

Lugares ilegales de acuerdo con la Unión Europea

La polémica reside en que las zonas de tránsito de Röszke y Tompa son legales según la normativa aprobada por los parlamentarios de Budapest, pero son totalmente ilegales de acuerdo a las normas de Bruselas y a los grandes acuerdos internacionales que atañen a la protección de los refugiados. Aún así, y a pesar de que el Parlamento Europeo ya ha abierto dos procedimientos legales a Hungría por este asunto, estos centros cumplieron dos años el pasado mes de septiembre.

Bruselas y Budapest han mantenido siempre un discurso muy diferente sobre cómo actuar ante la crisis humanitaria de los refugiados que aguardan a las puertas de Europa. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ha llegado a asegurar que su país no puede contar "con la UE y con Bruselas (en la defensa de las fronteras)" y ha afirmado que le están haciendo más difícil su tarea de fortificar el país frente a la llegada de extranjeros. Por su parte, el "constante incumplimiento de los acuerdos por parte de Budapest", que han criticado organizaciones supranacionales como Acnur (el programa de Naciones Unidas para los Refugiados), probablemente acabe siendo llevado ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. De todos modos, la confrontación legal sobre cómo manejar la llegada de refugiados y cómo tramitar sus peticiones de asilo no tiene aún una solución.

Funcionamiento de las zonas de tránsito

"Son lugares llenos de contenedores de envío, rodeados de alambradas y con policía armada las 24 horas", explica Áron Demeter, portavoz de Amnistía Internacional Hungría, una de las asociaciones que más activas se ha mostrado en la denuncia de la existencia de estos ‘centros de detención’ como el mismo Demeter los denomina. Recuerda el portavoz que quienes viven allí

Soldados húngaros entrando en la zona de tránsito de Tompa. (Attila Kisbenedek/AFP/Getty Images)

“Las zonas de tránsito no cumplen las normas mínimas, ni desde una perspectiva práctico-operacional, ni desde una perspectiva jurídica”, explica András Léderer, oficial de información de Hungarian Helsinki Committee. “Las personas son detenidas ilegalmente allí por tiempo indefinido”, recuerda el experto. Y aclara que “no hay absolutamente ningún servicio educativo para los niños ni ninguna ayuda psicológica.” Hay asistencia médica muy básica disponible dentro del campo, pero para cualquier cosa más compleja, la gente se transporta, con guardias armados, al hospital más cercano.

Por otro lado, según Léderer, los contenedores donde viven los internos no cumplen con las normas mínimas de detención. “Si quitamos el espacio que ocupan los armarios y las camas, les quedan unos 4 metros cuadrados de espacio libre, además de que los recipientes de metal se calientan extremadamente con las temperaturas que hay durante todo el verano y la gente encuentra difícil dormir”, explica Léderer. En invierno, con temperaturas que descienden de los cero grados, la situación es aún peor.

Otro aspecto que caracteriza a este lugar donde viven los demandantes de asilo llegados de Afganistán o Siria, en su mayoría, es que las personas no pueden moverse libremente dentro de las zonas de tránsito y deben limitarse a sus propios sectores. “Las personas, incluidos los niños, están acompañados por guardias armados todo el tiempo, incluso cuando van a ver a la enfermera”, explican desde Helsinki Hungarian Comittee.

Normas más duras desde marzo y condenas de la UE

Hungría endureció la ley el pasado mes de marzo, permitiendo en las zonas de tránsito el encierro de familias con menores. Antes de aprobarse esa normativa, el proceso para considerar las demandas de asilo era similar pero no tan duro para las familias con menores, que pasaban a residir en campos abiertos, como explica Áron Demeter, portavoz de Amnistía Internacional.

Tras el cambio de normativa, de todos aquellos que solicitan asilo a Hungría, sólo se libran de entrar en estos lugares totalmente cerrados los menores de 14 años no acompañados. Los jóvenes de entre 14 y 18 años que viajan sin familia, y cuyas peticiones deciden llevarse a trámite, sí que deben entrar a Röszke o Tompa. Hay que tener en cuenta que es muy caro escapar de países en guerra o conflicto. Los traficantes cobran altos precios, pero resultan necesarios, ya que para personas de Siria, Irak o Afganistán, cruzar las fronteras de otra manera es prácticamente imposible. Así que, en ocasiones, la familia invierte sus ahorros en salvar solo a un hijo menor. En otras ocasiones, el menor ha perdido a sus familiares en algún momento del viaje entre su país de origen y Europa. Los que no consiguen llevar a trámite su petición de asilo en algún país de la Unión Europea, que son muchos (hay unas 7.000 personas atrapadas en Serbia, de acuerdo con Acnur) tienen como única solución el cruce de fronteras de forma ilegal y pedir el asilo desde algún país miembro, in situ. Pero esa actividad es peligrosa. Las asociaciones locales e internacionales han denunciado violencia por parte de los policías fronterizos hacia los refugiados y muchos extranjeros recurren a traficantes, que han encarecido sus precios en el último año, de la mano del refuerzo de las fronteras.

Por su parte, los menores de 14 que están solos, cuando se decide considerar su petición de asilo, pasan a una casa especial para niños en una ciudad llamada Fót. El Gobierno magiar defiende que esta casa está muy preparada para recibir y atender "a los niños extranjeros que llegan a Hungría sin estar acompañados de adultos". Sin embargo, los responsables de SOS Children’s Village, organización que ofrece apoyo psicológico en este lugar, afirman que "se trata a los niños como criminales".

Los migrantes esperan en la zona de tránsito de Röszke, entre Hungría y Serbia. (Csaba Segervari/AFP/Getty Images)

Hay que tener en cuenta, que de acuerdo a la Convención Europea de Derechos Humanos o según los estándares internacionales, esta práctica es una detención. Algo que no es legal ya que “según las normas europeas, nadie puede ser detenido por estar solicitando asilo", explica Demeter. Las autoridades de Budapest, por su parte, alegan ante estas acusaciones que no se trata de una detención, puesto que los demandantes de asilo podrían salir del lugar cuando quisieran. Eso sí, hay matices. Los refugiados pueden salir de vuelta a Serbia si lo desean, lo que implicaría la cancelación de todo el proceso de demanda de asilo y la vuelta al punto de inicio. Serían de nuevo refugiados en Serbia, vivirían en campos y no tendrían la opción de llegar a ser ciudadanos con derechos en algún momento dentro de la Unión Europea.

Hay que tener en cuenta que, como los países europeos no están tramitando las solicitudes de acuerdo con el compromiso firmado en septiembre de 2015 sobre la acogida a personas que han escapado de situaciones de conflicto o guerra, los tiempos de espera en países como Serbia, se han alargado mucho. Muchas de las alrededor de 7.000 personas que están repartidas en campos en Serbia, llevan un año o más en el país, según Acnur Belgrado. Una opción es la de pedir asilo en el mismo país, pero en todo el año 2017, solo se han tramitado dos de las peticiones, de acuerdo con Belgrade Centre for Human Rights.

El líder húngaro se ha mostrado abiertamente contrario a la llegada de extranjeros

Parece raro que muchas familias atrapadas en Serbia decidan pedir el asilo oficial a Hungría escuchando la dura política de Budapest hacia los refugiados. Sus políticos, en más de una ocasión, han expresado públicamente el rechazo a la llegada a sus fronteras de personas que escapan de la guerra. Pero la respuesta es sencilla: los refugiados no tienen muchas opciones. El resto de países tienen demasiadas peticiones de acogida o asilo a la espera y ni siquiera han cumplido con su compromiso de recibir, de forma legal, a los 160.000 refugiados. Así se había acordado en un compromiso firmado en septiembre de 2015 y cuyo plazo se cumplió el pasado mes, sin haberse acatado.

Otro aspecto a no obviar cuando hablamos de la política húngara es el discurso de su presidente, Viktor Orban, que ha sido definido por algunos medios internacionales como un ‘fascista postmoderno’, por diversas normas aprobadas en su anterior legislatura. Además, frente a la crisis de los refugiados, el líder siempre ha mantenido una postura abiertamente racista y nacionalista. En 2015, un informe del Consejo de Europa hablaba sobre un aumento de las prácticas racistas en el país. Cabe recordar que en noviembre de 2016, el Gobierno propuso al Parlamento enmendar la Constitución para no tener que cumplir con el compromiso de las cuotas de refugiados acordadas en Bruselas. Esta propuesta de Orban contemplaba que únicamente pudieran entrar en el país nuevos demandantes de asilo con la autorización previa del Parlamento en Budapest. La oposición decidió abstenerse a votar, lo que hizo que la propuesta no pudiese salir adelante. La segunda fuerza, que une a varios partidos de izquierda, y que está muy distanciada en número de votos del partido gobernante, no se ha mostrado a favor de las políticas hacia los refugiados puestas en marcha por Orban. La tercera fuerza política en el hemiciclo es de extrema derecha y, si no apoyaron esta propuesta es porque la consideraban insuficiente y pedían aún más restricciones.

¿Por qué se niega la protección?

Uno de los grandes problemas de las zonas de tránsito, además de la falta de libertad a la que recluyen a los demandantes de asilo, es que las personas que entran no saben en ningún momento el tiempo que deberán permanecer internas. Puede llevar un mes pero también pueden permanecer recluidas un año. "La media de internamiento hemos calculado que está en los 7 meses", según ha explicado el portavoz de Amnistía Internacional. Cuando se aprueba la petición de asilo puede ser que envíen a las personas a Hungría o también pueden elegir otro país de la Unión Europea. Y es que, de acuerdo con la Convención de Ginebra, si alguien recibe protección  (bien sea como refugiados o subsidiaria), tiene derecho a obtener un documento que pueda usar para viajar libremente por la UE.

De todos modos, según las cifras que maneja Hungarian Helsinki Committee, de los 1.497 afganos (nacionalidad de la mayoría de los que han pasado por estos centros) a los que Hungría ha considerado su demanda de asilo dentro de estas zonas de tránsito, solo el 23% consiguieron una respuesta positiva. De los iraquíes en estas circunstancias, solo fueron aprobadas sus demandas de protección en un 20% de casos y solo un 30% de sirios que han pasado por este proceso en Tompa o Röszke obtuvieron su protección. Para cancelar las peticiones, las autoridades magiares alegan que los rechazados son migrantes económicos y no refugiados, por lo que no precisan de protección internacional. Esto contrasta con los datos que maneja Acnur en Belgrado, y que calcula que, de los migrantes que están atrapados en Serbia a la espera de llegar a la UE, un 85% cumplen requisitos para recibir asilo europeo, de acuerdo con Mirjana Ivanovic-Milenkovski, que ejerce como jefa de Prensa en las instalaciones que la organización tiene en la capital del país balcánico. "Cada país parece estar comprendiendo sus obligaciones de una forma diferente hacia la acogida de refugiados y Hungría no está cumpliendo su parte", afirma Demeter desde su oficina en Budapest.

Al mismo tiempo, parece ser que Afganistán es un conflicto que se ha alargado demasiado en el tiempo como para ser consideradas a sus víctimas como tal. A pesar de que este país se sitúa en el puesto 162 de los 163 recogidos en el Índice Global de Paz y de que es el segundo con mayores tasas de terrorismo en el mundo, según el mismo informe. Cuando se les deniega el asilo, se lleva a las personas de vuelta a Serbia, según Amnistía Internacional, que afirma que esta tampoco es una práctica que se ajuste a la legalidad.

Todo indica que las detenciones a refugiados en estas pseudocárceles de máxima seguridad van a continuar. O, al menos, eso auguran las asociaciones locales e internacionales que luchan por su cierre. Las zonas de tránsito llevan dos años abiertas sin que la Unión Europea, con todos los tratados internacionales en sus manos, hayan conseguido hacerles frente.