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Miembros del GNA, partidarios de Al Serraj, lucha contra afines a Hafter en el sur de Trípoli, Libia. (MAHMUD TURKIA/AFP/Getty Images)

El precio del petróleo se ha disparado a 71 dólares el barril, en gran medida por la interminable crisis política en Venezuela, el recrudecimiento de sanciones contra Irán, vía Washington, y la ofensiva militar sobre Trípoli por parte del general Jalifa Haftar. Pero el contexto del conflicto que se vive en Libia también coincide con inesperados cambios políticos desde Argelia hasta Sudán.

Ocho años después de la caída del régimen de Muamar al Gadafi y la consecuente intervención internacional, Libia sigue mostrando su incapacidad para estabilizarse así como para reconocer una única autoridad legítima. La división de facto del país se ha recrudecido ante la renovación del conflicto militar, en particular con la ofensiva militar lanzada desde el pasado 8 de abril por el general Jalifa Hafter y su Ejército Nacional Libio (ENL) afianzado en el este y sur.

Este panorama coloca a Libia ante un escenario caótico, bajo el espejo de renovación de la guerra civil entre milicias y facciones políticas y paramilitares que pujan por el control del poder. Del mismo modo, está el factor energético. Entre otros, Estados Unidos y especialmente Europa observan con atención los movimientos de Hafter, sobre todo en lo relativo al control de la industria petrolera libia.

Desde finales de septiembre de 2016, Hafter ha logrado controlar cuatro importantes puertos de exportación de petróleo, arrebatados al Gobierno central de Trípoli respaldado por la ONU, el cual es considerado por el general libio como su principal enemigo dentro del conflicto existente en el país magrebí. Estos son los puertos de Ras Lanuf, Es Sider y Zueitina, además de Tobruk, considerado como el centro de poder de Hafter y sus milicias del ENL.

El control del petróleo libio

El factor petrolero es vital para analizar los pormenores y los escenarios que se abren ante la renovación del conflicto libio, así como para medir cuáles son los intereses geopolíticos y económicos de actores exteriores. Destacan aquí los casos de Estados Unidos, de los países miembro de la Unión Europea como Francia e Italia, con intereses energéticos en Libia que provocan fricciones entre París y Roma, o de Rusia, Arabia Saudí y Egipto, entre otros.

A pesar de la ofensiva militar de Hafter contra Trípoli, la Corporación Nacional de Petróleo de Libia (NOC) ha informado de un incremento del 20% (270 millones de dólares) en concepto de ventas de petróleo y de sus derivados durante el primer trimestre de 2019, además de impuestos y beneficios procedentes de los contratos y las concesiones.

Este aumento de los beneficios se debe también a la reapertura del estratégico campo petrolero de Sharara, el más grande de Libia, cerrado entre diciembre de 2018 y marzo de 2019 por las milicias armadas provenientes de tribus locales y las fuerzas de seguridad estatales que reclamaban pagos financieros por la seguridad de este campo. Sharara, que produce unos 300.000 barriles diarios (b/d) de petróleo, se encuentra en el oeste del país, a unos 700 km de Trípoli, hasta el momento alejada de la ofensiva militar de Hafter.

Según fuentes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la producción de crudo libio alcanza en la actualidad los 817.300 (b/d). Esa misma producción era de 1,6 millones de b/d en tiempos del régimen de Gadafi, quien inició un proceso de apertura de la industria petrolera libia a finales de los 90. El peso de la industria petrolera en la economía es abrumador: un 82% de los ingresos económicos libios vienen del petróleo.

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Un grupo de personas se manifiestan contra Haftar mientras sostienen un cartel que muestra el rostro del presidente Al Sisi, de Egipto en Trípoli, Libia. (MAHMUD TURKIA/AFP/Getty Images)

¿Quién apoya a Hafter?

 El fortalecimiento del liderazgo de Hafter en Libia muy probablemente determinará hacia dónde se moverá la estrategia política del país a medio plazo. La llamada telefónica a Hafter realizada a mediados de abril por el presidente estadounidense Donald Trump revela que Washington ya está enfocando en el general libio como el próximo “hombre fuerte” que dirija una transición política.

Se especula con que Hafter cuenta con una especie de conexión rusa a través del grupo paramilitar Wagner (con vínculos directos con el Kremlin), de presencia conocida en escenarios conflictivos como Siria, el Donbás (Este de Ucrania), África subsahariana e incluso aparentemente en Venezuela en apoyo al régimen de Nicolás Maduro.

El grupo Wagner habría proporcionado material logístico militar al ENL de Hafter. Este apoyo tendría como presunto objetivo el control de los puertos libios de Tobruk y Derna (bajo mando de las fuerzas de Hafter) para desde allí poder controlar el flujo de exportación petrolera libia por el Mediterráneo y el sur de Europa.

De la misma manera, Hafter mantiene buenas relaciones con Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, también con intereses energéticos en Libia. Asimismo, y en medio de la ofensiva a Trípoli, el general libio abrió un canal de conexión con su vecino, el presidente egipcio Abdelfatah al Sisi. El Cairo reconoce oficialmente al Gobierno de Unidad Nacional (GNA) de Fayez al Serraj, amparado por la ONU y al que Hafter combate con sus milicias armadas.

El GNA de Al Serraj es reconocido por otros países como Qatar, Turquía e Italia, cuyos intereses petroleros en Libia la colocan como el principal soporte exterior del Gobierno de Al Serraj. Por otro lado, Francia, con similares intereses energéticos en Libia, parece apostar por un mayor acercamiento hacia Hafter.

A pesar del apoyo de Naciones Unidas, el GNA de Al Serraj se observa visiblemente aislado ante la ofensiva militar de Hafter. Ante los combates recientes por controlar Trípoli, el GNA lanzó un duro comunicado responsabilizando “a la ONU y el Consejo de Seguridad” por su “silencio cómplice” favorable a Hafter.

A mediados de abril, Hafter visitó Egipto, donde logró un respaldo importante por parte de Al Sisi, a fin de garantizar la seguridad fronteriza entre ambos países y la posibilidad de romper una eventual conexión entre grupos terroristas, particularmente ante la presencia organizaciones vinculadas a Daesh y grupos islamistas y salafistas con raíces en el Magreb.

El declive de los reductos territoriales de Daesh en Siria podrían reforzar aún más su presencia en el Magreb a través de Libia, con eventual irradiación hacia Europa vía el mar Mediterráneo. Libia se ha convertido en un territorio fértil para la actuación de diversos grupos con doctrinas ultraconservadoras, tanto suníes como salafistas (en particular la de los Madkhalis, comunidad suní ultraconservadora seguidora de las enseñanzas del clérigo saudí Sheikh Rabee al Madkhali), algunas de ellas originarias de Arabia Saudí. Se especula con que simpatizantes de la doctrina Madkhali están muy presentes en las milicias de apoyo a Hafter en el este libio.

Estos apoyos exteriores para Hafter dan a entender una especie de “aggiornamento” (actualización) a su favor por parte de actores externos como Estados Unidos, Rusia, Egipto y Arabia Saudí, con la intención de entronizarlo como el hombre fuerte de la transición en Libia, así como convertirlo en el factor de seguridad y de estabilidad en el país.

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Hafter durante un desfile militar en Bengasi, Libia. (ABDULLAH DOMA/AFP/Getty Images)

Desde Venezuela hasta Sudán

No obstante, no solo es el conflicto libio el que empuja el precio al alza del petróleo, actualmente calculado en 71 dólares el barril. La renovación de las sanciones y del embargo petrolero por parte de la Administración de Donald Trump contra Irán, así como el conflicto político persistente que vive desde enero pasado otro miembro estratégico de la OPEP: Venezuela, son factores que igualmente influyen en la reciente subida del precio de los hidrocarburos.

Del mismo modo, la ofensiva militar de Hafter ocurre en un contexto de cambios políticos en el mundo árabe que van desde el Magreb hasta Sudán. Estos cambios se deben a la súbita caída del régimen de Omar al Bashir en Sudán (en el poder desde 1989), tras grandes movilizaciones populares, y la renuncia del octogenario presidente argelino Abdelaziz Buteflika (en el poder desde 1999) a presentarse a otra reelección, sacudido por fuertes protestas en las calles argelinas. Como Venezuela y Libia, Argelia es también miembro de la OPEP.

Por su parte, Sudán poseía una producción petrolera notable de aproximadamente 500.000 b/d, pero en la actualidad sólo produce 95.000 b/d. Las tres cuartas partes de esta producción están ahora en manos de su vecina Sudán del Sur, independizada desde 2011 y reconocida desde entonces por la ONU, pero no por el Gobierno sudanés. La crisis en Sudán tras la caída de Al Bashir provocó una reducción de 135.000 b/d en la producción petrolera de Sudán del Sur, debido a que varios trabajadores petroleros de ese país cruzaron la frontera con Sudán para unirse a las manifestaciones contra el régimen de Al Bashir.

Es por ello que tanto Europa y otros países consumidores de petróleo como China, que mantiene una posición discreta y expectante ante el conflicto libio, estén seriamente preocupados por los efectos en el mercado petrolero y energético mundial ante las recientes sanciones de Washington a Irán, la indefinición del conflicto político en Venezuela, el caos libio y el futuro de la Argelia tras Buteflika. Precisamente, las crisis con Irán, Venezuela y Libia así como los recortes de producción de petróleo anunciados por la OPEP han contribuido al actual subida de los precios.

Por tanto, una Libia caótica en un Magreb con cambios políticos repercutiría en situaciones de inestabilidad en sus vecinos, en particular, en cuestiones como las crisis humanitarias y de refugiados (extensiva a las aguas mediterráneas europeas) e incluso de posibles conexiones de redes islamistas existentes en el Magreb. La ONU ya advirtió del deterioro de la situación humanitaria en Libia debido a la renovación de los combates. De allí que varios gobiernos regionales, como es el caso de Egipto, comiencen a apoyar con mayor firmeza a Hafter.

Estas previsibles expectativas de inestabilidad en Libia y de cambios políticos en Argelia y Sudán, que eventualmente afectarían a los intereses del establishment de poder regional, también pudo repercutir en la reciente reforma constitucional egipcia que amplió el poder político del autocrático Al Sisi.

¿Tiene solución el conflicto libio?

 Estos intereses geopolíticos y energéticos en torno al fortalecimiento del general Hafter podrían determinar una situación moderadamente predecible sobre cómo evolucionará el conflicto libio. Asimismo, está por ver cómo esos intereses exteriores, visible o tácitamente favorables a Hafter, algunos de ellos contrapuestos (Italia y Francia) podrían determinar una transición política en Libia.

El fracaso de la mediación de la ONU a mediados de abril conduce a la posibilidad de que el futuro libio se dirima más bien en el campo de batalla. El recrudecimiento de los combates en Trípoli da a entender que Hafter no parece querer dar marcha atrás, amparado por apoyos exteriores cada vez más públicos (EE UU, Francia, Arabia Saudí) y otros tácitos (Rusia).

El trasfondo del conflicto libio proyecta una división de facto que eventualmente no finalizará con el control del poder en Trípoli. La presencia de otros “feudos militares” al Occidente libio, sin conexión ni control por parte de Hafter y del GNA, así como la proliferación de grupos terroristas principalmente al sur del país, podrían reproducir en Libia un escenario similar al que vive Siria desde 2011. Y en un nuevo foco de inestabilidad a las puertas de Europa.