
¿Es posible que la guerra comercial entre los dos gigantes económicos pueda derivar en una guerra de divisas?
China y Estados Unidos están enzarzados en una escaramuza comercial que ya se ha reflejado en el fantasmagórico baile de sus monedas. Esta absurda competición premia al que parezca más enfadado y al que pise a su pareja o se eche más veces encima de ella en cada giro. Es un baile de paquidermos que, si no fuera por sus graves consecuencias, podríamos considerar ridículo. El renminbi no es rival para el dólar.
La prehistoria de esta danza macabra es conocida. La primera potencia mundial lleva sugiriendo, durante los últimos quince años, y en esto coincidieron Bush y Obama, que la segunda es un vulgar ladrón y manipulador de monedas que le roba sus fábricas y precariza las vidas de sus operarios, obligándoles a competir con la mano de obra barata de Shenzhen o Cantón. Esas palabras solían reflejar el calentón preelectoral o anticipar negociaciones discretas y poco más. Sin embargo, ahora, el fermento de la indignación, basada en la interpretación libre de hechos reales de cientos de comunidades abandonadas a su suerte frente a las poderosas corrientes de la globalización, ha contribuido a la victoria de Donald Trump.
El nuevo presidente, que se autodefine como un ganador, ha aceptado convertirse en el portavoz de estos damnificados de la globalización y ha empuñado la bandera del proteccionismo como sólo lo hubiera podido hacer, en su país, el socialdemócrata Bernie Sanders. Los popes del Partido Republicano, desde George Will hasta William Kristol, todavía no se han repuesto del jarro de agua fría. Las monedas, y cualquier elemento que simbolice el comercio internacional, tiritan en consecuencia al dictado del nacionalismo y proteccionismo americano.
El renminbi y el dólar no podían dejar de reaccionar ante lo que se parece cada vez más a una guerra comercial. En abril, comenzaron las amenazas concretas de Trump, en mayo se sucedieron los encuentros de alto nivel entre funcionarios de ambos países y en julio la Casa Blanca impuso aranceles sobre 34.000 millones en productos chinos. Trump ha dicho este verano que está dispuesto a añadir sobrecargos a 200.000 millones en importaciones chinas y después a su totalidad, que alcanza la impresionante cifra de 500.000 millones de dólares. El votante medio del magnate no tardará en comprobar que la bolsa de la compra se encarece, pero es difícil que, incendiado por la retórica nacionalista, busque responsables en el Despacho Oval.
China reacciona

En Pekín saben que, a corto plazo, hay que minimizar los daños, recoger los escombros y poco más. Las elecciones que renovarán parte del Senado y el Congreso estadounidenses se celebran en noviembre. Han evitado una retórica similar a la de Trump, han prometido aprobar aranceles por un valor parecido al de ...
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