El libro de Jasmin Mujanović, "Hambre y furia", sostiene que la región no ha vivido todavía un proceso de democratización. Las élites han ido mutando ideológicamente manteniendo patrones políticos y económicos que han impedido la transformación democrática, lo que el autor define como «autoritarismo elástico». Se agradece que su concepto de democratización sea complejo y exigente, y comprenda las prácticas de participación ciudadana, deliberación pública o protesta, yendo más allá del arco parlamentario o del multipartidismo, que acertadamente Mujanović considera insuficientes para medir la salud democrática de una sociedad.

Hambre y furia

Jasmin Mujanović

Hurst, 2018

Durante muchos años la pregunta que circulaba entre los que seguían la actualidad balcánica era: ¿Cómo aguantan tanto las tragaderas de las sociedades exyugoslavas? Todas las personas tienen un límite, pero el umbral sea de un individuo o de un colectivo resulta difícil de ponderar o de anticipar. Si los gobernantes tuvieran ese termómetro, los mecanismos de dominación serían todavía más sofisticados de lo que ya son hoy. Hay cierta autonomía vital en decidir cuándo cabrearse o, como ocurre habitualmente en la región, determinar aquel momento en el que coger las maletas y marcharse a otro país (el 40% de la población nacida en Bosnia vive en el extranjero).

Su obra, por tanto, representa una sugerente forma de reconfigurar los análisis políticos sobre la región, yendo más allá de los grandes procesos políticos, y poniendo el foco sobre los mecanismos informales para controlar el poder hasta establecer un continuum que tiene raíces locales desde el Imperio otomano. Para el mantenimiento de este sistema, ha sido necesario satisfacer las necesidades de las potencias internacionales, quienes juegan su papel en la configuración del escenario político legitimando a las «élites correctas», que se adaptan a las nuevas hegemonías con el objetivo de reproducirse en el poder y mantener sus modelos extractivos. En los tiempos que corren, la UE y EE.UU. desde la fragmentación yugoslava han preferido la paz y la estabilidad al desarrollo democrático de las sociedades balcánicas. Y eso tiene sus costes, personalizado en el macho alfa de la política balcánica que parece tener todo bien atado mientras se hace fotos en Bruselas.

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Una mujer serbia camina por Belgrado junto a un muro con la bandera del país. ANDREJ ISAKOVIC/AFP/Getty Images

Una de las buenas noticias que ofrece el libro es la voluntad de desacreditar la «literatura de guerra», el orientalismo eurocéntrico o los «fantasmas balcánicos» de Robert Kaplan, que tradicionalmente desvían la atención de los análisis desapasionados sobre la región. Mujanović plantea una visión estructural más allá de los «odios étnicos», situando la etnicidad como un mecanismo de dominación política que impide el desarrollo entre los ciudadanos de una comprensión participativa de la política. De esta manera, las élites «incuban» tensiones a través del nacionalismo y de esta manera la capacidad transformativa del individualismo crítico es sustituida por el seguidismo de la cohesión y la pertenencia al grupo nacional.

Sin embargo, el libro se encuentra en su recorrido con algunas incongruencias o desajustes cuando ...