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Una mujer y su hijo caminan entre una nube tóxica a las afueras de Pristina, Kosovo. ARMEND NIMANI/AFP/Getty Images

Abordar la polución ambiental en la región es un asunto que no puede seguir postergándose, sin embargo, la necesaria transición energética es compleja, ya que implica de manera irremediable reformas impopulares.

Una de las canciones banderas de Idoli (Maljčiki) decía así: “El amanecer rojizo me despierta de mi sueño. Fábrica por la mañana y humo de chimenea. Los jóvenes trabajadores están cantando una canción. Mañana de acero, voy corriendo a la fábrica.” Son los paisajes asolados por las nieblas que se levantan sobre las techumbres naranjas de muchas ciudades de los Balcanes. Incluso resulta difícil disociar del humo de tabaco de la cocina de una casa familiar o de una kafana (restaurante) balcánica.

Si uno observa un mapa de contaminación del aire, las capitales bosnia, serbia, kosovar, macedonia y búlgara ofrecen niveles extremadamente altos de polución ambiental. De hecho, según el índice AirVisual, a principios de diciembre, Skopje se encontraba en el tercer puesto entre las más contaminadas del mundo, y Sarajevo la quinta. Y Pristina ocupa los primeros lugares en la lista de ciudades más sumidas en nubes tóxicas, donde las partículas contaminantes amenazan la salud de cualquiera. Este índice marca de 0 a 500. A partir de 300 es peligroso. El 3 de diciembre la capital kosovar llegó a 456.

La región depende en gran medida de la energía obtenida con el carbón. Kosovo genera el 95% de su energía con lignito. Tuzla (Bosnia y Herzegovina), Pljevlja (Montenegro), Bitola (Macedonia) o Valjevo (Serbia) se encuentran en una relación de ciudades contaminadas por las empresas industriales y energéticas, el tráfico urbano, la combustión en los hogares y los vertederos de residuos. Muchos días no se ve el sol.

Bulgaria seguía incumpliendo las medidas exigidas por la Comisión Europea en abril de 2017 y febrero de 2018. De hecho, el aviso de 2017 está vinculado a la infracción de otra decisión similar de 2015. Si no cumple la normativa europea en un plazo de dos meses, la Comisión multará al país balcánico. No obstante, el 3 de diciembre Sofía, Pernik, Plovdiv, Rousse o Shumen superaron de 2 a 5 veces el nivel determinado por el organismo europeo. No en vano, las redes sociales se encendían entre imágenes de la capital búlgara asolada por el humo y memes caricaturizando la invisibilidad del paisaje urbano.

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Protesta contra la contaminación en Skopje, Macedonia. ROBERT ATANASOVSKI/AFP/Getty Images

Macedonia recaudó en 2016 la cantidad de 183 millones euros en tasas ambientales. Los ambientalistas acusan al Gobierno de solo haber presupuestado 1,6 millones de euros para combatir el problema. Los expertos calculan que hay 3.000 muertes al año debido a la contaminación aérea, siendo la capital macedonia y la ciudad de Tetovo las más perjudicadas. Según un artículo publicado en el diario The New York Times, Macedonia pierde el equivalente al 3,2% del PIB por la contaminación, lo que supone 317 millones de euros según el Banco Mundial. Los vendedores de purificadores de aire están haciendo su agosto (unos 400 euros cada unidad, cuando el salario medio apenas supera los 350 euros). El ministro de Salud macedonio anunció la entrega de 43.000 máscaras para los enfermos crónicos.

En Sarajevo, los días pasan ennegrecidos por una boina compacta. Si uno se sube a las lomas que rodean la ciudad se puede observar toda la espesura gris. En declaraciones el ministro de Planificación del Cantón de Sarajevo asumía que éste era un problema que viene de lejos y que “se seguirá produciendo”, entre otras cosas, excusándose, por la localización de la capital bosnia: rodeada por unas cumbres tan hermosas como un tapón cuando de lo que se trata es de limpiar el aire. Como en otras esferas de la vida política bosnia, la cuestión se ventila a través de la derivación de responsabilidades entre la Federación y la subdivisión cantonal. Ambos estamentos se responsabilizan y echan balones fuera. El mantra retórico de la gestión pública en Bosnia y Herzegovina.

Dentro del alcance del Tratado de la Comunidad de la Energía, seis países de los Balcanes occidentales, así como Georgia, Ucrania y Moldavia se comprometieron a adaptar sus leyes y reglamentos a la Legislación Energética Europea. Las Directrices de Política General para 2030, sobre objetivos energéticos y climáticos, reconocen la necesidad de establecer objetivos sobre eficiencia energética, fuentes de energía renovables y reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Igualmente, demandaban antes del 31 de diciembre de 2017 la limitación de las emisiones de ciertos contaminantes al aire de grandes instalaciones de combustión. Sin embargo, sus economías, no del todo prósperas, tienen inmensas dificultades para la transición energética, entre otras cosas, por la impopularidad que acarrean muchas de las reformas que hay que impulsar.

Hasta 2017 había 37 plantas repartidas entre cinco países, y estaba planificada la construcción de otras 13 que no cumplirían las exigencias de la UE, muchas de ellas levantadas con inversiones de capital chino y vinculadas a la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda. Pero la contaminación no entiende de fronteras administrativas. Un informe de la ONU en octubre dijo que las emisiones de combustibles fósiles deben reducirse a la mitad en los próximos 12 años para limitar el aumento de la temperatura global, y aquí los Balcanes occidentales están sometidos a los estándares firmados por sus países en el Acuerdo de París: mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales.

Se calcula que en la región la contaminación aérea mata de forma prematura del orden de 36.000 personas al año, de un total de 24 millones de personas (más de medio millón de muertes a nivel de la UE). Estas cifras se suman a las que advierte la OMS, por las cuales 9 de cada 10 personas respiran habitualmente aire contaminado. No es un problema exclusivamente balcánico. Los Estados de la Unión Europea están lejos de cumplir los criterios, entre ellos Polonia (depende en un 80% de la energía del carbón), que quiere seguir brindando asistencia financiera a las centrales eléctricas de carbón más allá de 2030.

El problema de la contaminación no es nuevo. Sin embargo, como cualquier sociedad, llega el momento de la toma de conciencia. Aquellos instantes en los que la situación resulta ya insoportable. Nadie sabe hasta dónde llegarían las resistencias para imponer la prohibición del tabaco en las kafanas balcánicas, pero las cosas cambian cuando en tu casa huele a tubo de escape y tienes un bebé en brazos. Un tema como la contaminación pone de manifiesto la ineficiencia de los estamentos para ofrecer un servicio de interés general como es proteger la salud pública, a lo que se une que, por su transversalidad, los temas ambientales airean corrupción, tráfico de influencias y dejadez política: nada nuevo en la política local. Hay una antigua expresión balcánica que dice que “el humo va a las chicas guapas” (dim ide na lepe). Es mentira. Va a cualquiera. No hay más que ver cómo están las capitales balcánicas los días de invierno.