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Joe Biden junto a Kamala Harris y Gretchen Whitmer en un acto de campaña en Detroit, Michigan. (Scott Olson/Getty Images)

La idea de una vicepresidenta sigue siendo una innovación para los estadounidenses, porque esta será solo la tercera vez que una mujer opte a este puesto por uno de los grandes partidos. ¿Por qué es interesante para el candidato demócrata contar con una mujer en ese puesto y cuáles son las posibles aspirantes?

Dependiendo del punto de vista, para Joe Biden, para el Partido Demócrata o para ambos fue una suerte que las medidas de confinamiento por el coronavirus comenzaran justo cuando acababa de asegurarse el nombramiento. Todo el mundo, seguramente incluso la mayoría de los republicanos, sabe que Biden está cualificado para el puesto. No era eso lo que estaba en duda en las primarias, en las que los votantes demócratas estaban totalmente empeñados en determinar qué candidato tenía más probabilidades de derrotar a Trump. Tanto esos votantes como los demás candidatos se han unido para apoyar a Biden, que parece tener más posibilidades de ganarse a los demócratas moderados y quizá algunos republicanos moderados en los estados indecisos. Esa opinión tiene mucho que ver con la idea de que el hombre blanco da cierta sensación de seguridad. Al fin y al cabo, todos los presidentes estadounidenses, salvo uno, han sido hombres blancos.

Es decir, Biden es un candidato reconfortante, pero ese confort podría ser también un lastre si pensamos que a los demócratas les encanta fascinarse con candidatos transformadores, como Barack Obama y Bill Clinton.  Después se desencantan, pero esa es otra historia y otro artículo. A Biden le falta capacidad para entusiasmar, y lo que promete viene a ser un tercer mandato de Obama, nada más. (Después de estos dos meses, es posible que los votantes estén ansiosos de tener un presidente seguro y aburrido.) Pero, en el debate de marzo, Biden se comprometió a hacer una cosa que podría añadir frescura y vigor a su campaña: prometió escoger a una mujer como aspirante a la vicepresidencia. Desde entonces no cesan las especulaciones. La perspectiva de una vicepresidenta sigue siendo una innovación para los estadounidenses, porque esta será solo la tercera vez que una mujer opte a este puesto por uno de los grandes partidos.

Por qué necesita Biden a una mujer como candidata

Biden no es precisamente el primer candidato que escogería una feminista como aspirante a presidente. Los que tenemos más de 50 años recordamos su actuación en 1991, en las sesiones del Senado en las que Anita Hill, la joven profesora de derecho afroamericana, testificó sobre Clarence Thomas, también afroamericano y candidato al Tribunal Supremo. Su testimonio, que introdujo el término “acoso sexual” en el vocabulario y el debate nacional, fue una mezcla devastadora de elementos raciales y de género. Y lo más desgarrador fue que sus explicaciones sobre cómo Thomas la habían acosado sexualmente cuando trabajaban juntos, tuvo que darlas delante de 14 senadores, todos hombres blancos, que formaban el Comité Judicial del Senado. Es una historia complicada, pero lo que todos recordamos es cómo la trataron, con deprecio y paternalismo, y que Joe Biden, que era quien presidía el Comité, habría podido hacer algo al respecto, pero no lo hizo. El año pasado, por fin, expresó su pesar, pero no pidió perdón a Hill.

Otro caso similar más reciente, el de Brett Kavanaugh, nominado para el Tribunal Supremo, y su acusadora, Christine Blasey Ford, recordó el caso de Hill en un déjà vu insoportable. Ambos candidatos ocupan puestos vitalicios en el Tribunal Supremo y ambos casos tuvieron connotaciones más amplias. Las sesiones de Anita Hill empujaron a muchas mujeres a presentar sus candidaturas en las elecciones de 1992, que se convirtió en el “año de la mujer” porque se duplicó el número de escaños ocupados por ellas en el Congreso. Por su parte, el testimonio de Blasey Ford impulsó el movimiento #metoo, que puso de relieve hasta qué punto son habituales el acoso y la agresión sexual y lo importante que es nombrar a los culpables.

Respecto a Biden, además, hay numerosas acusaciones de contactos inapropiados con mujeres y, por supuesto, la acusación de agresión sexual por parte de su antigua asistente Tara Reade, que ha ocupado recientemente los medios de comunicación. En una entrevista concedida a MSNBC el 1 de mayo, Biden negó todas las alegaciones. Reade ha continuado su campaña y, en una entrevista con la expresentadora de Fox News y NBC, Megyn Kelly , dijo que debería retirarse como candidato a las elecciones de este año.

Todo esto es inquietante, y, aunque seguramente Trump ha hecho cosas peores, es, en concreto, perjudicial para un demócrata porque el Partido Demócrata es el de las mujeres. Según los datos de Pew, el 56% de las mujeres estadounidenses son miembros o votantes del Partido Demócrata, frente al 37% que pertenecen o se inclinan hacia el Republicano. Y las mujeres votan más que los hombres, por un margen de una diferencia de unos 10 millones de votos. Estas cifras pueden hacer que nos preguntemos por qué no ganó una mujer las primarias, pero eso está relacionado con el miedo desmesurado a no escoger al candidato más “elegible”.

Como consecuencia, cualquier candidato del Partido Demócrata debe tener en cuenta a las mujeres, y las demócratas están todavía dolidas por la derrota de Hillary Clinton ante Trump, por lo que tener a una en la vicepresidencia parece un triste premio de consolación a cambio de tener a Biden para la presidencia. Pero cualquier victoria es buena, por pequeña que sea, y Biden está en deuda con nosotras.

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Joe Biden y Elizabeth Warren (otra de las posibles mujeres que podría optar al cargo de vicepresidenta) debaten durante un acto del Partido Demócrata. (Joe Raedle/Getty Images)

Los candidatos a la vicepresidencia son importantes… más o menos

Aunque algunos dicen que escoger al candidato a la vicepresidencia es la decisión más importante que puede tomar un candidato presidencial, es discutible hasta qué punto es eso verdad. La decisión suele depender de tres estrategias fundamentales. En primer lugar, la tarea más importante que tiene un vicepresidente es prepararse para asumir la presidencia sobre la marcha si le sucede algo al presidente. Si el candidato es mayor, suele querer a alguien más joven como acompañante, pero tiene que ser alguien capaz de desempeñar sus funciones si fuera necesario; ese fue un grave problema cuando John McCain escogió a Sarah Palin. Ella le fue útil en otros aspectos, pero, a medida que avanzaba la campaña, quedó cada vez más en evidencia que no estaba preparada en absoluto para ser presidenta.

Segundo, el número dos puede ayudar también a cubrir cualquier falta de experiencia que pueda tener el candidato a presidente. Biden compensaba la inexperiencia de Barack Obama, sobre todo en política exterior, y además aportaba la imagen de un hombre blanco y mayor junto al primer hombre negro que encabezaba la candidatura de un gran partido. La tercera estrategia es escoger a una persona determinada porque puede ayudar a ganar en un estado o una región en la que el voto no está decidido, aunque algunas elecciones pasadas nos han enseñado que eso no siempre garantiza la victoria en dicho estado. Los candidatos presidenciales suelen preferir diversificar las regiones.

Desde luego, cuando Bill Clinton escogió a Al Gore en 1992, no empleó ninguna de estas estrategias. Gore era joven y sureño, igual que Clinton. Y su experiencia como senador no aportaba necesariamente gran cosa a la de Clinton como gobernador. Sin embargo, fue la pareja que ganó.

Por último, hay que tener en cuenta la lealtad. Es importante que un candidato a vicepresidente no haga sombra al presidencial. Baste como ejemplo el hecho de que Trump escogiera a Mike Pence. Por otra parte, casi todos los candidatos escogen a un compañero que verdaderamente les cae bien, al que respetan y con quien les gusta estar, porque, si resultan elegidos, van a pasar mucho tiempo juntos. Además, otra función típica del candidato vicepresidencial es la de ser “perro de presa” del otro durante la campaña; y, con un rival como Trump, este será un papel fundamental.

 

Candidatas anteriores

En 1984, Walter Mondale anunció que la congresista Geraldine Ferraro iba a ser su compañera de candidatura durante la Convención Nacional Demócrata, en medio de vítores ensordecedores que llenaron el Moscone Center de San Francisco. Aunque dejó muy claro que la había escogido porque era la mejor candidata, y no por ser mujer, Ferraro, 64 años después de que las mujeres hubieran obtenido el derecho al voto, había conseguido hacer una muesca en el supremo techo de cristal, la Casa Blanca, y declaró: “Si podemos hacer esto, podemos hacer lo que sea.” Pero las elecciones fueron para Ronald Reagan, que venció en 49 estados y obtuvo otros cuatro años en el cargo.

Veinticuatro años después —sí, nada menos que 24 años—, el republicano John McCain escogió a la gobernadora de Alaska, Sarah Palin, para ser su vicepresidenta. Pese a que muchos lo consideraron un cínico truco para ganarse a las mujeres, Palin inyectó una energía populachera en la campaña de McCain que, en ciertos aspectos, fue precursora del populismo de Donald Trump. Pero McCain perdió las elecciones de 2008 ante Obama y Biden. Y esto nos lleva a preguntarnos quién será la próxima candidata a vicepresidenta y si a la tercera va a ir la vencida.

 

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Amy Klobuchar durante un acto en Dallas, Texas. (Ron Jenkins/Getty Images)

Quiénes son las aspirantes

En lo alto de casi todas las listas están las mujeres que han intentado optar a la presidencia. Aunque no lo obtuvieron, se han dado a conocer a nivel nacional. La senadora Kamala Harris, de California, cumple un montón de requisitos. Es afroamericana e india americana, joven (55 años) y dinámica. Curiosamente, Biden tuvo unos resultados mucho mejores que ella entre los votantes afroamericanos, pero Harris podría añadir dinamismo a la campaña, es muy hábil recaudando fondos y podría ser un excelente perro de presa. Harris demostró su capacidad en ese sentido en uno de los primeros debates, cuando se dedicó a atacar precisamente a Biden. Aunque en ese momento a él le dolieron las críticas, después se reconciliaron y han desarrollado cierta amistad. Mientras escribo estas líneas, Harris parece claramente la favorita, según los comentarios de asesores, aliados y donantes de Biden.

Amy Klobuchar es otra candidata posible, porque sus posiciones moderadas encajan bien con las de Biden y, sobre todo, ha logrado ganar varias campañas en Minnesota, que es un estado republicano. Desde luego, está preparada para ser presidenta en caso necesario, pero no tendría mucho más que añadir a la campaña. Elizabeth Warren encabezó una encuesta hecha recientemente por CBS News entre votantes demócratas, en la que se preguntaba a quién creían que debía escoger Biden. La eligió el 36%, frente al 19% para Harris y el 13% para Klobuchar. No es una decisión que se vote, desde luego, pero la encuesta es significativa porque muestra el entusiasmo que despierta Warren entre los votantes. El mayor argumento en su favor es que atrae a los seguidores de Bernie Sanders, aunque muchos se han quejado de que debería haber retirado antes su candidatura. El hecho de que pueda unir al ala progresista del partido y a los moderados es una razón poderosa. Ahora bien, ese progresismo podría ser un inconveniente si termina chocando con las opiniones de Biden. Pero quizá el mayor obstáculo es la agria relación que tiene con Biden.

Otras posibilidades son la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, que ha demostrado sus agallas durante la pandemia y al enfrentarse a la ira de Trump por insinuar que el gobierno federal había bloqueado los suministros a su estado. A la senadora por Nevada Catherine Cortez Masto también se la menciona con frecuencia; latina y del suroeste del país, representaría un marcado contraste con Biden. Otra candidata que entusiasma a los progresistas es Stacey Abrams, afroamericana, antigua representante en la Asamblea del estado de Georgia, y que adquirió visibilidad nacional con una imposible campaña para ser gobernadora que estuvo a punto de ganar. Si se amplía la lista, aparecen también la congresista por Florida Val Demmings, la senadora por Illinois Tammy Duckworth y la alcaldesa de Atlanta Keisha Lance Bottoms.

Ha habido muchas presiones para que escoja a una afroamericana. Sobre todo, por parte del representante por Carolina del Sur James Clyburn, cuyo apoyo público a Biden fue clave para su victoria en dicho estado, que supuso un punto de inflexión en la campaña. Se ha formado un comité para convencer a Michelle Obama, pero, aunque sería una candidata enormemente popular y habría sido una rival temible si se hubiera presentado a las primarias, no ha mostrado ningún interés en volver al terreno de la política.

Con un hombre blanco y mayor al frente del partido de la diversidad, no cabe ninguna duda de que tiene que escoger a una mujer como candidata a la vicepresidencia. Dado que las normas internas del partido obligan a todos los comités locales y estatales a formar equipos directivos con equilibrio de género (por ejemplo, cuando yo presidía Democrats Abroad en España, el vicepresidente era un hombre), es incomprensible que no existan normas similares para los candidatos presidenciales. Ahora que en 2016 tuvimos una candidatura formada por una mujer y un hombre y en 2020 vamos a tener a un hombre y una mujer, es posible que esto se convierta en algo habitual.

 

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia