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La web de la Convención Demócrata en un móvil. (Bastiaan Slabbers/NurPhoto via Getty Images)

¿De qué forma está obligando la pandemia a hacer la transformación pendiente de los mayores espectáculos políticos del mundo: las convenciones del Partido Demócrata y el Partido Republicano?

Me encontraba en medio de una masa rugiente de 50.000 líderes demócratas, donantes, activistas, adictos a la política y periodistas apiñados en un estadio de Filadelfia, dando saltos, ondeando pancartas, gritando “¡Yo la apoyo!, ¡YO LA APOYO!” Hillary Clinton acababa de ser designada oficialmente candidata a la presidencia de Estados Unidos, había una lluvia de globos y confetis, las cámaras estaban grabando y el mundo entero contemplaba el acontecimiento.

No hay en el mundo un espectáculo político comparable a las convenciones de los partidos estadounidenses que se celebran cada cuatro años para designar a los candidatos presidenciales, y en estos tiempos de distanciamiento forzoso es difícil recordar el entusiasmo que se sentía al estar allí. La Convención Demócrata de 2016 fue mi primera experiencia en una convención política nacional, y muy bien podría ser la última. No porque no pueda subir a un avión o conseguir un pase de prensa, sino porque, como muchos otros acontecimientos de multitudes, la COVID19 ha causado estragos en las convenciones y es muy posible que las transforme definitivamente.

Para complicar aún más las cosas, Trump ha politizado la pandemia y ha convertido el distanciamiento físico y el llevar o no mascarilla en símbolos ideológicos. Hasta hace poco, daba la impresión de que las dos convenciones iban a reflejar las divisiones políticas del coronavirus: los republicanos continuaban con su plan de celebrar un acontecimiento tradicional, masivo y presencial, mientras que los demócratas se preparaban para algo muy reducido, con participación a través de la Red. Sin embargo, a medida que aumentaban los casos de COVID19 en todo el país, Trump aceptó la dura realidad que iba a suponer para los republicanos el hecho de encerrar a miles de personas en un estadio y ahora están en una carrera contrarreloj para organizar una convención más distanciada y a través de Internet.

¿Cómo se convirtieron las convenciones en el inmenso espectáculo que son hoy? A la hora de la verdad, ¿tienen algún peso? ¿Es posible que la COVID19 las transforme para siempre?

La nombramiento del candidato del partido

El propósito de las convenciones es nominar al candidato presidencial del partido; ni ellas ni el proceso de nombramiento están contemplados en la Constitución o en las leyes federales, sino que son tradiciones que han evolucionado con el paso del tiempo. La primera convención nacional de un partido se celebró en Baltimore en septiembre de 1831, organizada por el Partido Antimasónico, de corta vida. Aunque este desapareció en 1838, las convenciones permanecieron porque los demócratas y los republicanos nacionales se dieron cuenta inmediatamente de que un acontecimiento de ese tipo podía ser útil, de modo que ambos celebraron las suyas, de nuevo en Baltimore, antes de las elecciones presidenciales de 1832.

La utilidad consistía en que los partidos estaban creciendo en tamaño e importancia. Entonces no había Zoom, ni siquiera teléfonos, sino solo el correo ordinario, así que había una verdadera necesidad de reunirse en persona para planificar y coordinar las campañas. También necesitaban un proceso más formal para designar a los candidatos, que, hasta entonces, se elegían mediante el sistema de caucus, entre grupos muy reducidos de dirigentes del partido. Este viejo sistema era estupendo para líderes sobre los que había un gran consenso, como George Washington, pero fue volviéndose más difícil a medida que la política se llenó de divisiones por temas como el comercio, las relaciones con Europa y la esclavitud. Aunque las convenciones no resolvían todos sus problemas, sí ofrecían un mecanismo para formalizar el proceso de nombramiento y permitir la participación de los miembros de todo el país.

Las primeras eran muy distintas de las que conocemos hoy: los delegados no estaban obligados a votar en un sentido u otro, por lo que se convertían en ruidosos encuentros con resultados casi imposibles de predecir. En la Convención Demócrata de 1844 se produjeron dos novedades: el primer vencedor por sorpresa, James Polk, que ganó al expresidente Martin van Buren, y el primer telegrama, que se envió a Polk para comunicarle la buena nueva. Tanto entonces como ahora se consideraba poco elegante que los candidatos asistieran a la convención, y se mantenían aparte hasta que llegaba el momento de pronunciar el discurso de aceptación de la candidatura. El telégrafo fue el medio principal de comunicación de estos eventos durante varios decenios hasta que apareció el teléfono, mucho más barato y seguro, que pasó a ser el método preferido a partir de las de 1912. El teléfono permitía una comunicación más fluida y la discusión de estrategias entre los candidatos y sus aliados.

Las convenciones y las nuevas tecnologías de la comunicación para publicitar el partido ante el pueblo estadounidense

En 1916, las nuevas tecnologías de la comunicación no solo se emplearon para elaborar estrategias entre bambalinas, sino también para llevar el partido a los ciudadanos de todo el país. El discurso de aceptación de Woodrow Wilson se filmó y se grabó en un fonógrafo, lo que marcó el inicio de una época en la que las convenciones iban a poder llegar a mucha más gente. Las de 1924 fueron más allá, al ser las primeras en transmitirse en directo por radio. De esa forma, el objetivo cambió, y estas pasaron de ser una serie de deliberaciones internas a convertirse en campañas públicas, dedicadas a proyectar los valores, las posiciones políticas y los mensajes del partido al electorado en general.

Este papel de las convenciones en la campaña fue en aumento. En 1940, la Convención Republicana fue la primera retransmitida por televisión, pero fue en 1952, con la candidatura de Dwight Eisenhower y los primeros anuncios televisivos, cuando este medio se convirtió en el medio de comunicación por excelencia de las campañas. En aquel entonces ya había suficientes hogares dotados de televisor, un 34%, como para que fuera relevante, y, cuando el porcentaje pasó al 72% en 1956, también se incrementó el interés por las convenciones. Había nacido el gran espectáculo político que conocemos hoy.

En 1972, el proceso de nombramiento adquirió la forma que se sigue utilizando en la actualidad: los candidatos recorren el país y los electores escogen a sus delegados a la convención, que llegan obligados a votar lo que se les haya encargado. Como consecuencia, la nombramiento es previsible, y lo emocionante está más bien en los discursos, pensados para la franja de mayor audiencia en televisión. Muchos han servido para dar a conocer a políticos jóvenes y ambiciosos; el ejemplo más destacado es quizá el discurso de Barack Obama en la convención de 2004. Otras intervenciones memorables son el discurso de la “silla vacía” de Clint Eastwood en la Convención Republicana de 2012 y el de Pat Buchanan sobre “La guerra cultural por el alma de Estados Unidos”, en la Convención Republicana de 1992.

Las convenciones han dejado de ser una forma de reunir a los dirigentes del partido para escoger a un candidato y elaborar un programa y se han convertido en piezas importantes de las campañas, tal como atestiguan los sondeos. Es sabido que después de ellas los candidatos experimentan una subida del 5-10% en las encuestas.

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Un cartel anuncia la Convención Demócrata en Milwaukee. (BRYAN R. SMITH/AFP via Getty Images)

La Convención Demócrata de 2020, del 17 al 20 de agosto: “Una convención en todo Estados Unidos”

Desde hoy hasta el 20 de agosto en Milwaukee, Wisconsin, la semana anterior a la Republicana, porque la tradición dicta que el partido que no está en la Casa Blanca siempre la haga antes. Inicialmente, estaba prevista del 13 al 16 de julio, pero la aplazaron, todo lo posible, para tener tiempo de cambiar los planes. Se ve que han decidido hacer de la necesidad virtud, porque el lema ahora es el de “una convención en todo Estados Unidos” que va a “involucrar y unir a más estadounidenses que nunca”.

¿Cómo van a conseguirlo? Las informaciones no han dejado de cambiar desde junio, a medida que los planes iban restringiéndose cada vez más. “Lo intentamos una y otra vez”, dijo Joe Solmonese, el director ejecutivo de la convención, pero al final, durante una reunión telefónica el 4 de agosto, los organizadores se vieron obligados a asumir la dura realidad de la COVID19 y eliminar todo rastro de actividad presencial: no irá a Milwaukee ningún orador, ni siquiera Joe Biden.

Pero lo intentaron. Al principio se aconsejó —pero no se ordenó— a los casi 4.000 delegados que se quedaran en casa. Se hicieron planes para celebrar actos más reducidos por todo el país, pero también hubo que anularlos. Por suerte, el partido aprobó en junio que los delegados pudieran ejercer el voto a distancia, así que, por lo menos, sí han podido implantar ese sistema.

Seguirá teniendo una importancia crucial la imagen que de todo esto dé la televisión, y Ricky Kirshner, que ha trabajado en todas las convenciones demócratas desde 1992 y produce los espectáculos del descanso de la Super Bowl desde 2007, está encargándose de organizar la programación, que también han reducido a dos horas en la franja de máxima audiencia cada noche, en vez de las tres horas habituales. Lo que la mayoría de la gente no ve son las otras dos o tres horas de discursos antes de que se pongan en marcha las retransmisiones en directo. Los que estamos en la sección de prensa nos ponemos a trabajar en nuestros portátiles con un oído más o menos atento a cualquier cosa interesante que pueda surgir, pero, en su mayoría esos discursos son interminables y poco útiles, salvo para quienes los pronuncian, que tienen un público a su disposición. En definitiva, el hecho de que ahora haya menos actos será del gusto de muchos.

La lista de oradores se anunció el 10 de agosto y también se aleja de lo habitual. Los espectadores no solo oirán hablar a líderes y políticos demócratas, sino también a “personas de todas las condiciones, todas las afiliaciones políticas y todos los rincones del país que apoyan la visión de Joe Biden para sacarnos del caos y las crisis de Trump”. Muchas de esas intervenciones serán vídeos que la gente ha enviado a la campaña @IKnowJoe en los últimos meses, en los que, tal como se les pedía, cuentan sus historias personales.

Como Biden anunció el nombramiento de la Senadora Kamala Harris como su vicepresidenta la semana pasada, pronunciará un discurso el miércoles antes del que dará el expresidente Barack Obama.

La convención se retransmitirá en directo a través de varias plataformas de Internet y en las grandes cadenas de televisión, y el partido ha creado una serie de herramientas digitales para que la experiencia sea más interactiva y, por supuesto, para difundir los mensajes del partido en las redes sociales. Seguro que los organizadores guardan varias sorpresas para la propia convención, pero parece que va a ser muy diferente de las anteriores y mucho más inclusiva.

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Rueda de prensa del presidente Donald Trump en la Casa Blanca. Unas horas antes publicaba un tuit en el que aseguraba que aceptará la nominación desde Gettysburg, Pennsylvania. (Alex Wong/Getty Images)

La Convención Republicana, del 24 al 27 de agosto, de “un riesgo que debemos correr” a un acontecimiento más reducido con el tema "Honrando la gran historia estadounidense"

A Trump le encantan las grandes concentraciones tumultuosas, así que no es de extrañar que los organizadores de la Convención Republicana le hicieran caso e intentaran mantener sus planes todo el tiempo posible. Incluso es comprensible viendo la ventaja de Biden en las encuestas, especialmente en los estados bisagra. Todavía a principios de julio, algunos republicanos decían que acudir en persona a la convención era “un riesgo que debemos asumir”. En esas fechas, los organizadores habían trasladado los grandes discursos y concentraciones a Jacksonville, Florida, porque los líderes de Charlotte, Carolina del Norte, la sede oficial, se negaban a acoger actos multitudinarios mientras los casos seguían aumentando.

El 23 de julio, Trump canceló bruscamente las partes de la convención que iban a celebrarse en Florida, con la explicación de que “no es el momento adecuado”. Según The New York Times, el problema era que el partido tenía que reservar habitaciones de hotel y contratar otros servicios. El resultado ha sido un desastre económico tanto para Charlotte como para Jacksonville, que ya tenían suficientes problemas.

Como consecuencia, no solo va a ser muy difícil informar sobre la Convención Republicana, sino incluso organizarla. En el momento de escribir estas líneas, los republicanos tenían planeado no llevar más que a 336 delegados a Charlotte, junto con unos cuantos funcionarios del partido, hasta un total de 500 personas. Les harán PCR antes de entrar y se les exigirá que lleven mascarillas y unas chapas con tecnología Bluetooth para seguir sus movimientos y facilitar el rastreo de cualquier posible contacto. No obstante, el asesor de salud de la convención, Jeffrey Runge, ha dicho a NPR (la radio pública) que “sigue siendo un acto de alto riesgo”.

Trump no va a acudir pero va a estar presente todas las noches, algo que rompe con la tradición de la convención; ya que la atención no debería centrarse en el candidato hasta la última noche. Se pronunciarán discursos desde distintas propiedades federales como el auditorio de Andrew W. Mellon o Fort McHenry, pero el actual presidente pronunciará el suyo de aceptación desde algún rincón de la Casa Blanca. Hace una semana, Trump había dejado en el aire la idea de hacerlo desde el venerado terreno de Gettysburg, donde se libró una batalla decisiva de la Guerra de Secesión y que se recuerda por el famoso discurso de Lincoln. Algo que despierta todavía más emociones y ha suscitado críticas tanto de demócratas como de republicanos. La mayoría de los presidentes han intentado conservar la separación entre sus funciones de gobernantes en la Casa Blanca y su papel de candidatos, y por eso no utilizan la Casa Blanca para las actividades de campaña. Además, los expertos dicen que sería una violación de los principios éticos y la Acta Hatch, porque llevaría a cabo un acto partidista en terrenos federales.

En cualquier caso, todavía hay muchas cosas que se desconocen de los planes republicanos para realzar esta convención reducida mediante la producción televisiva y la participación digital. Ahora bien, la campaña de Trump tiene una enorme delantera sobre la de Biden en cuanto a fondos recaudados y actividades digitales, y seguramente encontrará formas de sacarles el máximo partido, aun con poco tiempo.

¿Un cambio definitivo?

Es difícil imaginar que algunos de estos cambios, o incluso la mayoría, no vayan a quedarse. En su columna del Wall Street Journal, el veterano estratega del Partido Republicano Karl Rove afirma que las convenciones ya estaban “quedándose viejas” y que toca reinventarlas. Con los candidatos ya designados y los vicepresidentes anunciados, el acto de pasar lista a los delegados es una mera formalidad, muy aburrida y que dura horas. Las convenciones se han convertido en algo muy caro para las televisiones, y las grandes cadenas, en realidad, no les dedican más que una hora cada noche, porque no atraen grandes audiencias. Por supuesto, para verlas no hace falta un televisor, basta con un dispositivo y una conexión a Internet. Acortar los discursos e incluir más rasgos interactivos quizá les dé una nueva vida.

Otra enseñanza probable es que, en el futuro, no será necesario reunir a los delegados. Es cierto que ser delegado en una convención nacional es una experiencia única: estos se codean con políticos importantes que hablan y se hacen fotos con ellos. Van a fiestas y reuniones con el candidato al que apoyan. Pero también es una experiencia muy cara que se paga cada uno, y no todos tienen ese dinero.

Es muy posible que la tecnología acabe sirviendo para acercar las convenciones políticas a su propósito de incluir a todos los seguidores del partido en la discusión y la celebración de sus valores y sus candidatos. A lo mejor, la pandemia sirve para que la política de partidos en Estados Unidos sea un poco más democrática.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia