
El continente asiático es el que tiene un mayor número de esclavos y miles de personas son víctimas de redes de trata de personas. En 2015, varios países de Asia prometieron tomar medidas. Pero ¿qué han hecho?
La esclavitud moderna tiene mucho de asiático. La región más poblada del mundo es también la que tiene un mayor número de esclavos y las redes de trata de personas apenas encuentran obstáculos en la mayor parte de los países del continente. Los escándalos sobre esclavos en fábricas y barcos se suceden y muchos de los países de la región son bien conocidos por su florecientes burdeles llenos de mujeres a menudo víctimas de tráfico.
Asia, sin embargo, lleva tiempo prometiendo acciones concretas contra la trata de personas. Las promesas se han renovado con especial fuerza durante el último año, después de que se descubrieran en el sur de Tailandia varias fosas comunes con los cuerpos de una treintena de inmigrantes traficados. El hallazgo puso en evidencia las florecientes redes de trata de personas que recorren buena parte del continente – desde el sur de Asia atravesando el Sureste Asiático –, y los gobiernos de los países implicados – fundamentalmente Tailandia, Malasia, Indonesia, Birmania y Bangladesh- recibieron un aluvión de críticas.
Los esfuerzos realizados desde entonces han sembrado, sin embargo, el escepticismo y los datos no llaman al optimismo. Así, según el Global Slavery Index, recientemente publicado, el número de esclavos en la región pasó de los 23,6 millones de personas en 2014 a 30,4 millones en 2016. “El incremento es probable que se deba a una mejora en las métricas, no necesariamente a que haya incrementado el número de personas en condiciones de esclavitud”, dice Matthew Friedman, experto en trata de personas y director ejecutivo del Mekong Club. “Pero lo cierto es que tampoco estamos marcando la diferencia para acabar con el problema”, continúa.
Tailandia, centro de la controversia sobre la trata durante los últimos años, ha sido el Gobierno que ha anunciado un mayor número de reformas. Más allá de su imagen internacional, están en juego sus exportaciones a Europa y Estados Unidos después de que Bruselas impusiera a la industria pesquera del país asiático una tarjeta amarilla – previa a la tarjeta roja que supone una prohibición de las importaciones a Europa – y que Estados Unidos degradara hace dos años la calificación de Tailandia en su informe anual sobre tráfico de personas a la categoría más baja, reservada a países que no hacen esfuerzos para luchar contra la trata. “La mayor parte de las mejoras en Tailandia se refieren a políticas o aspectos legales”, dice Phil Robertson, director para Asia de Human Rights Watch. El mismo Gobierno tailandés, controlado desde mayo de 2014 por una Junta Militar, recalca que se ha creado un nuevo tribunal para acelerar ...
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