
El caso australiano, a pesar de sus particularidades, nos puede servir para comprender los debates que está generando el creciente poderío chino en sociedades tradicionalmente occidentales, pero sujetas a cambios demográficos y a nuevos lazos económicos alternativos a Estados Unidos.
Desde hace unos años, diversos medios de comunicación internacionales han descrito Australia como una especie de campo de pruebas en el que China estaría ensayando sus métodos de influencia destinados a manipular la política de los países occidentales. Según esta visión, el caso australiano sería una especie de canario en la mina que nos estaría avisando de la influencia maliciosa que Pekín quiere extender en Europa y en Norteamérica, con el objetivo de cooptar las élites locales y minar la democracia.
Pero, ¿es realmente el caso australiano una premonición tan desastrosa? ¿China está intentando influenciar de esta manera y —quizás más importante— está teniendo éxito en ello? ¿Qué particularidades tiene el caso australiano para que se haya encendido esta polémica? ¿Qué puede aportar todo ello al debate sobre el gigante asiático que está llevándose a cabo en las sociedades occidentales?
Para entender esta controversia tenemos que conocer cuándo se produjo y a partir de quién. Dos de las personalidades australianas que llevaron a la esfera pública el miedo a una “influencia china” que estuviera degradando la democracia del país fueron, por un lado, el intelectual Clive Hamilton y, por otro, el ex primer ministro australiano Malcom Turnbull.
Hamilton ha sido autor de diversas polémicas en su país, la última de ellas vinculada a uno de sus libros, titulado inequívocamente La invasión silenciosa. La influencia china en Australia. Según Hamilton, el Partido Comunista chino estaría orquestando una red de influencia y espionaje, en la que participarían políticos australianos, empresarios de origen chino y ciudadanos de a pie, con el objetivo de derrocar la democracia australiana. La polémica se encendió cuando la editorial que estaba planeando sacar el libro quiso retrasar su publicación, argumentando que debían estudiar las posibles demandas que las personalidades señaladas por Hamilton lanzarían contra ella cuando se publicase el libro. El intelectual australiano acusó a la editorial de plegarse ante la censura china y se marchó a buscar otro lugar donde se lo publicasen. El caso generó titulares que ponían en duda la libertad de publicar en Australia si se mantenían opiniones en contra del Partido Comunista chino.
La postura crítica de Hamilton también fue defendida por el ex primer ministro australiano Turnbull, que —apoyado por parte de la inteligencia de su país— tiró adelante leyes para bloquear la influencia china en Australia, mediante una retórica de extrema suspicacia ante Pekín. En un artículo en la revista Foreign Affairs, el mismo Hamilton defendió la política de Turnbull. Ambos aseguraban que “actores externos maliciosos” estaban aprovechando el “ambiente permisivo” de Australia para llevar a cabo sus acciones. En ese mismo artículo, Hamilton apuntaba que estas nuevas leyes ampliarían las definiciones ...
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