Cumbre UE-Japón. (Yoshikazu Tsuno / Gamma Press/Pool/Anadolu Agency via Getty Images)

Ucrania es el asunto más urgente, pero la UE, Alemania o Francia no se han olvidado de implementar sus estrategias asiáticas, con potencias medias como Japón o India como pilares.

Si hay un asunto que es urgente e importante para Europa es claramente la guerra de Ucrania. Tiene implicaciones militares, humanitarias, económicas y energéticas. En cierto sentido, ya está transformando Europa: Alemania ha dejado atrás sus reticencias en gasto militar, Suecia y Finlandia quieren unirse a la OTAN y países de la periferia rusa como Moldavia están presionando para acceder a la UE. En décadas se había visto una unanimidad europea tan clara en la identificación de un peligro y enemigo común. Hasta el ciudadano menos informado siente los efectos (inflación energética, escasez de ciertos productos) de esta guerra dentro de las fronteras de Europa.

Con este reto existencial por delante, no sería extraño que tanto la UE como los Estados miembros dejaran de lado asuntos internacionales que, aunque importantes, no conllevan el mismo nivel de urgencia. El caso claro es Asia y el papel que allí quiere jugar Europa. Sin embargo, en las últimas semanas hemos visto que, más que hacer que los europeos olviden a Asia, la guerra de Ucrania ha dado un impulso extra a las estrategias asiáticas que se están desarrollando en el continente europeo. Aviones oficiales han salido de Bruselas, París y Berlín en dirección a Tokio y Nueva Delhi (y viceversa).

Por un lado, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, viajaron a Tokio para celebrar la Cumbre UE-Japón 2022, país con el que la Unión firmó un tratado de libre comercio en 2019 y con el que también ha impulsado acuerdos en áreas como la digital. Von der Leyen también pasó por India y se reunió con el primer ministro Narendra Modi en el marco del Diálogo de Raisina, una de las conferencias sobre geopolítica más importantes de India.

Por su parte, el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, visitó Japón en su primer viaje oficial a Asia e intentó diferenciarse de Angela Merkel al señalar que China no ha sido su primer destino asiático (aunque debido a la situación pandémica, posiblemente tampoco la hubiera podido visitar). Scholz también recibió recientemente a Modi en Alemania, en un tour europeo que llevó al primer ministro indio a reunirse también en París con Emmanuel Macron (gobernante que ha insistido fuertemente en más presencia europea en el Indo-Pacífico) y a visitar Dinamarca para una cumbre entre India y varios países escandinavos. El nuevo primer ministro japonés, Fumio Kishida, también aprovechó para visitar Europa en un viaje que le llevó a Italia, el Vaticano y el Reino Unido.

Consultas del gobierno indo-alemán. (Michael Kappeler/picture alliance via Getty Images)

La suma de todos estos movimientos parece que está creando un eje Bruselas-Tokio-Berlín-Delhi-París, en el que tanto la UE como Estados miembros claves, en especial Alemania y Francia, quieren incidir en el futuro de Asia a largo plazo. ¿Por qué se están produciendo estos movimientos y por qué precisamente han aumentado tras la invasión de Ucrania?

En primer lugar, estos no son movimientos aislados ni exclusivamente motivados por la agresión de Rusia. Hay analistas que han apuntado que la UE o Alemania están estableciendo estos lazos asiáticos simplemente como respuesta al apoyo tácito que Pekín está brindando a Moscú. Pero eso es ignorar las estrategias europeas de cara a Asia que se han ido desarrollando desde hace años. El ejemplo principal es la Unión Europea: en la “estrategia global” para la UE de 2016, en la estrategia de conectividad Europa-Asia de 2018 o en la estrategia de cooperación en el Indo-Pacífico de 2021 ya se pedía reforzar lazos con socios estratégicos como Japón, India o la ASEAN. En los últimos años, la Unión ha fortalecido los lazos económicos con Japón, Vietnam, Singapur y Corea del Sur mediante Tratados de Libre Comercio, y está en proceso de negociación de más de ellos con Indonesia, Filipinas, Australia y Nueva Zelanda. También ha lanzado iniciativas conjuntas, en áreas claves como la inversión en infraestructuras para contrarrestar la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, con potencias medias asiáticas como Japón o India.

La guerra de Ucrania, lo que ha hecho, es dar un empujón a estas estrategias ya existentes. Japón es ahora considerado el aliado democrático y a la vez claramente opuesto a Rusia que Europa necesita en Asia. Tokio fue rápido en sumarse a las sanciones internacionales contra Moscú, al contrario que otras potencias como China o India. Como consecuencia, está siendo premiado con un rol más relevante por parte de la UE y también por Alemania, como se vio en la visita de Scholz. Nueva Delhi es un caso más incómodo para Europa: no ha sancionado a Moscú ni lo ha criticado con dureza, e incluso ha incrementado fuertemente sus compras de crudo ruso. Además, aunque India es una democracia, las acciones discriminatorias y a veces autoritarias del gobierno de Modi no lo hacen el aliado asiático más perfecto. Sin embargo, desde Europa se ha preferido apostar por aumentar los lazos en seguridad con India que por presionar a Nueva Delhi para que se aleje de Moscú. Parece que la idea a largo plazo es reducir la dependencia de India de material militar ruso, que ahora representa aproximadamente la mitad de sus importaciones (pero que hace unos años se acercaba al 70%). En los últimos años India ha diversificado sus proveedores (con más peso de Francia, Israel y Estados Unidos), por lo que apoyar esta tendencia tendría sentido para asegurarse a Nueva Delhi como una aliada en el Indo-Pacífico en la que, en el futuro, Rusia tendrá menos influencia.

China, obviamente, es el factor fundamental de este acercamiento de Europa con Japón e India. Tanto la UE como Alemania o Francia ven como positivo contrarrestar el poderío chino y fortalecer a potencias medias que equilibren el poder duro de Pekín. Sin embargo, Europa ha apostado por conducir su acción más a través de “alianzas” con vecinos asiáticos de Pekín, que a través de una confrontación más directa con China al estilo estadounidense. Además, la acción europea en Asia no solo tiene una lógica de equilibrios de poder geopolíticos, sino también económica. Crear lazos con países asiáticos más allá de China diversifica las oportunidades empresariales y también reduce las dependencias de las cadenas de suministros chinas, que se han mostrado problemáticas durante la pandemia. Por no hablar que tejer lazos con la tercera economía mundial (Japón) o la gran economía que crecerá más este año (India) tiene valor más allá de la cuestión china.

Finalmente, cabe destacar un giro importante en las recientes reuniones entre mandatarios europeos y asiáticos: se ha hablado mucho más de seguridad y defensa. Parece que la relación entre Europa y Asia busca ir más allá de la economía y también abarcar este ámbito. Europa busca ser un actor en la arquitectura de seguridad del Indo-Pacífico, más allá del importante actor económico que ya es. Tanto von der Leyen como Scholz mencionaron la seguridad como un asunto bilateral clave. Macron, después de la marginación anglosajona por parte del AUKUS, está también en la misma línea, con Francia como el Estado de la UE mejor posicionado para ejercer influencia en seguridad en el Indo-Pacífico. La invasión de Ucrania ha aumentado exponencialmente el convencimiento europeo de que la defensa es un asunto y pilar clave de la “autonomía estratégica” que tanto busca. Seguramente, Europa nunca llegará a tener la presencia militar y vínculos en defensa que EE UU tiene en Asia. Sin embargo, la UE o los grandes Estados europeos pueden ser una influencia o apoyo extra para las naciones asiáticas que ven con preocupación el choque entre Washington y Pekín. Un nivel de influencia medio en la seguridad del Indo-Pacífico, sumado al alto que ahora tiene a nivel económico, ya sería un avance importante para el papel de Europa en esta región decisiva.