chadejercito
Miembros del Ejército de Chad durante una operación contra los rebeldes en Ziguey, región de Kanem. (Abdoulaye Adoum Mahamat/Anadolu Agency via Getty Images)

Con la muerte del presidente, Idriss Déby, ¿existen opciones para el país que no pasen por la violencia?

La repentina muerte del presidente de la República de Chad, Idriss Déby “durante los combates por la integridad territorial contra sus adversarios rebeldes del Norte (FACT)”, horas después de su reelección al frente de la presidencia, abre numerosas interrogantes sobre la veracidad de su fallecimiento. O también sobre la frívola normalización de su muerte. Que Déby haya perdido la vida defendiendo el territorio nacional no sorprende porque siempre le caracterizó el aspecto guerrillero y una bravura militar. Sin embargo, la velocidad con la que se han producido los acontecimientos y la aceleración en la preparación de la logística del post Déby ha enviado señales contrarias al “accidente bélico” y abre numerosas interrogantes, además de requerir un análisis del contexto regional y una reflexión de retrospección del país para desarrollar un pensamiento crítico.

La nueva victoria electoral de Déby perennizaba su mandato y, por tanto, la continuidad de un aparato militar represivo y autoritario. Pocas horas después de su triunfo en las urnas, el propio presidente acude al frente de batalla y resulta abatido por los rebeldes del Norte del país que avanzaban en su incursión hacia Djamena, la capital. Y pocas horas después, el portavoz del Ejército anuncia su fallecimiento y un proceso de transición liderado por un consejo militar

ejercitohijochad
El portavoz del Ejército de Chad, Azem Bermandoa Agouna, anuncia el nombramiento como presidente interino del general Mahamat Idriss Déby, hijo del presidente fallecido.(Chadian Presidency / Handout/Anadolu Agency via Getty Images)

encabezado por el hijo del difunto, el general Mahamat Idriss Déby, de 38 años, nombrado presidente interino hasta una nueva convocatoria electoral. Esta sucesión de episodios pone claramente de manifiesto el rechazo del régimen a abrir un proceso de democratización que permita a la oposición participar libremente en el juego electoral. La Constitución chadiana contempla que la transición debería ser dirigida por el presidente de la Asamblea Nacional. En este sentido, podríamos interpretar la actualidad como un golpe de Estado encubierto.

La lógica de la violencia del país desde su independencia— fuertemente acentuada durante la etapa de Déby que restauró el autoritarismo y provocó una multiplicación de los grupos armados—y el actual contexto regional del Sahel en donde movilizaciones sociales, golpes de Estados y la llegada de nuevas identidades tribales en el poder central pueden ayudarnos a comprender que la continuidad de Idriss Déby en la silla presidencial tenía los días contados.

 

Contexto regional

En Malí, el ex presidente Boubakar Keita fue desbancado por un golpe militar tras producirse una inédita contestación de un pueblo desafecto por los malos datos socio-económicos del país y la deriva de la inseguridad del Norte y del Centro. El Norte en manos de las élites político militares tuaregs y árabes que luchan por la autogestión territorial de Azawad y que puede contagiar a los países vecinos como Níger en donde igualmente una importante comunidad tuareg y árabe han protagonizado intentos de insurrección por razones de control territorial y recursos económicos. Esto podría ayudarnos a entender la victoria reciente del primer presidente árabe al frente de la República de Níger. ¿Una manera de neutralizar los vasos comunicantes de insurgencia de ambas comunidades entre Níger y Malí? ¿Una estrategia para disipar los ánimos a cualquier intento de insurgencia en territorio nigerino como ya se vivió en 2006 y 2008? Y en Libia, el reciente gobierno de transición refrendado por todas las partes en el conflicto libio hizo que los rebeldes del Norte de Chad—instalados en Libia desde su creación en 2016 y en donde habían participado junto con los combatientes del centro de poder de Misrata (los adversarios del General Khafter)— regresaran a Chad y emprendieran una nueva insurgencia contra el poder central.

Si a este contexto regional se le suman las enormes fisuras dentro del aparato estatal-militar y especialmente dentro de su propia tribu zaghawa que ha enfrentado a miembros de la propia familia de Déby, todo apuntaba a una fragilización progresiva del sistema y hacía presagiar riesgos a un golpe de Estado desde dentro o también al recrudecimiento de la Rebelión del Norte (pertenecen a la tribu gorane) como ha sucedido. De hecho, la aparente unidad del régimen militar y policial es sólo figurada precisamente por las disensiones y los rencores abiertos entre familiares que habían sido neutralizados por Déby.

El difunto presidente junto con su cuarta esposa—que recuerda el nepotismo de Ben Alí y la familia Trabelsi—había colocado a sus familiares fieles y cercanos en puestos estratégicos. Sin Déby en la silla presidencial, los riegos a la disolución o el deterioro del clan son muy elevados, sobre todo porque el nuevo hombre fuerte del país, el General Mahamat Idriss Déby es adoptado y su inscripción tribal es la gorane. Casado además con una mujer de esta misma tribu adversaria de la comunidad zaghawa (poder central) ha despertado enormes hostilidades dentro del propio Ejército y de la familia del difunto Idriss Déby. Estas fisuras internas podrían debilitar un aparato militar que hasta el momento era considerado el “ejército del Sahel”.

Los efectivos chadianos han sido los primeros y únicos del continente africano en enrolarse en la guerra de Malí contra el terrorismo de 2012. Es uno de los Ejércitos más experimentados de África que encabezan la lucha para frenar la propagación del extremismo violento dentro del programa del G5 Sahel que engloba además de Chad, Malí, Mauritania, Burkina Faso y Níger. Con la apertura de una transición hacia otro régimen del que se desconoce si será de ruptura o de continuidad con el anterior sistema, surge la inquietud de si el país saheliano seguirá representando la columna vertebral del combate contra los grupos armados en la región. En estos momentos, la preocupación regional es máxima porque un Chad inestable representaría nuevas bolsas de oxígeno para el segmento de la violencia política. Por ello, la transición del país en buenos términos se presenta como una prioridad y razón por la que una delegación de la Unión Africana se ha desplazado a Djamena para que las autoridades vuelvan al orden constitucional y a la gobernanza democrática.

Como conclusión, la multiplicación de la lucha armada explicada desde una perspectiva intertribal (los zaghawa, los goranes, los ouaddaiens, los tamas…) e intratribal (los Zaghawa), los conflictos locales relacionados con la agricultura y la ganadería, el aumento de la violencia con impacto en la población civil que termina por enrolarse en la rebelión por la defensa y la protección, y la posición estratégica de actores internacionales como Francia que participa del desorden chadiano, no deja entreabierta ninguna puerta para el hallazgo de periodos más largos de paz en un país arraigado en la violencia.