
Las ambiciosas estrategias de Rusia y Turquía en Libia, con la vista puesta en la región del Sahel, inquietan a Estados Unidos y Europa.
El 26 de septiembre de 2019, una noticia sin aparente gran relevancia agitó la guerra civil en Libia y contribuyó a cambiar la dinámica bélica que desangra la nación norteafricana desde hace más de una década. Aunque desde 2017 ya se conocía la presencia de Compañías Privadas de Seguridad Militar (PSMC) rusas entre las filas del mariscal Jalifa Hafter, tutor del entonces Ejecutivo no reconocido en el este y hombre fuerte del país, la muerte en combate de ocho mercenarios del controvertido “Wagner Group” en la localidad de Qasr Ben Ghashir, a las puertas de Trípoli, reveló que éstas no se limitaban a proteger y dar apoyo logístico en retaguardia, sino que participaban también en el asalto a la capital, defendida a duras penas por las diversas milicias islamistas asociadas al Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) sostenido por la ONU. Apenas tres meses después, Turquía anunció su decisión de implicarse en el conflicto y despachó la primera remesa de soldados de fortuna sirios, reclutados entre los grupos salafistas de oposición a la dictadura de Bachar al Asad. Avanzado julio de 2020, con la pandemia como una más de las múltiples tragedias que desde hace una década se abaten sobre Libia, el frente había retrocedido más de 400 kilómetros, hasta la entrada del golfo de Sirte, corazón de la industria petrolera nacional, donde aún permanece estancado.
Apenas un año más tarde, la persistencia de estos mercenarios sirios y rusos en territorio libio, pero también de otros procedentes de Sudán, Chad, Níger y varios países árabes, junto a la falta de voluntad por desarmar a las heterogéneas milicias locales, la porosidad de las fronteras, el despertar de los movimientos yihadistas, la penuria de las infraestructuras básicas como la electricidad y el agua corriente y la economía corsaria, que articula la región, son la principal amenaza a la que se enfrenta el nuevo Gobierno Nacional de Unidad (GNU), elegido en marzo pasado por el Foro para el Diálogo Político en Libia (FDPL), un organismo no electo creado ad hoc por Naciones Unidas con el objetivo de reunificar el país, estabilizarlo y conducirlo a las elecciones legislativas previstas para diciembre de este año. Y uno de los mayores motivos de preocupación de la OTAN, inquieta por la densa y consolidada presencia militar de Rusia y Turquía, y por el pulso militar que ambas potencias libran en un vasto, rico y estratégico desierto que ha devenido en su arriscado patio de atrás.
“Podemos decir que la Administración [dirigida por Donald] Trump no se preocupó en demasía por el norte de África, algo que ha favorecido la penetración de Rusia, especialmente en Libia”, explica Jalel Harchaoui, investigador principal del centro de análisis Global Initiative. “Si se observa lo que han hecho Rusia y ...
Artículo
para suscriptores
Para disfrutar de todos nuestros contenidos suscríbete hoy:
Plan mensual
3,70€/mes
- Asiste a eventos en exclusiva
- Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
- Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal
- Accede a todos los contenidos semanales
- Accede al archivo de artículos desde 2007
- Descarga todos los artículos en PDF
Plan anual
37€/mes
- Asiste a eventos en exclusiva
- Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
- Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal
- Accede a todos los contenidos semanales
- Accede al archivo de artículos desde 2007
- Descarga todos los artículos en PDF