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Annalena Baerbock, líder de Los Verdes, en campaña con un banner al fondo que dice "No hay planeta B", Berlín, 2021. Soeren Stache/picture alliance via Getty Images

He aquí un repaso a las principales propuestas de los conservadores, Los Verdes y los socialdemócratas en relación a tres grandes temas: el cambio climático, la integración europea y la política exterior común.

La campaña electoral alemana es una lucha en el centro del tablero político. El bloque conservador, Los Verdes y el Partido Socialdemócrata (SPD), los tres principales partidos, comparten valores y apuestas fundamentales, como la lucha contra el cambio climático y el europeísmo, pero con claros matices. Los resultados de las elecciones del 26 de septiembre, la necesidad de conformar una coalición mayoritaria con hasta tres formaciones y el reparto de ministerios entre ellas será fundamental para Alemania y la Unión Europea en una década clave a nivel económico, geopolítico y medioambiental.

Desde el exterior, los temas más relevantes de la campaña alemana pueden condensarse en tres grandes áreas: cambio climático, integración europea y política exterior común. Aquí el conservador Armin Laschet, la verde Annalena Baerbock y el socialdemócrata Olaf Scholz tratan de marcar perfil acentuando uno u otro aspecto de sus programas, buscando diferenciarse, marcar distancias de cara al electorado indeciso, pero coincidiendo a menudo con alguno de sus adversarios. Aunque no siempre con el mismo. Las urnas, más que la proximidad programática, acabarán decidiendo la coalición que conforme el próximo Ejecutivo en Berlín.

 

Cambio climático

La emergencia climática es, de forma persistente, la primera o segunda mayor preocupación de los alemanes en las últimas encuestas, a la par de la crisis generada por la pandemia. Aquí Los Verdes han tenido históricamente una ventaja competitiva, al ser quienes instalaron la cuestión en el debate político y trabaron un discurso político completo a su alrededor. Pero en los últimos años tanto los conservadores como los socialdemócratas alemanes han incluido el asunto en lo más alto de sus agendas, aunque adaptándolo a los postulados de sus siglas.

Baerbock ha asegurado que su partido aspira a convertir la lucha contra el cambio climático en el eje de su acción de gobierno, de la reconversión de la industria a la política exterior. La acción climática va a ser la "vara de medir a todos los sectores" y el objetivo primordial, el cumplimiento del Acuerdo de París, dijo al ser nombrada candidata verde a la Cancillería. "Es la tarea del momento, la tarea de mi generación", agregó. Baerbock quiere ir más rápido y de forma más contundente que lo que ha planteado la gran coalición de conservadores y socialdemócratas en las últimas dos legislaturas. Pretende inversiones "masivas" en renovables, abandonar el uso del carbón ocho años antes de 2038 (la meta fijada por el actual Gobierno) y, en 10 años, permitir solamente vehículos no contaminantes en las carreteras del país europeo del automóvil por excelencia. Además pretende elevar del 65% al 70 % el recorte de las emisiones de CO2 prevista para 2030.

Laschet incluye siempre la cuestión del clima entre sus tres prioridades en la Cancillería. Pero recalca siempre la necesidad de mantener a la vez el "bienestar" socioeconómico, dando a entender por un lado que las políticas de Los Verdes perjudicarían la competitividad de las empresas alemanas y lastrarían el empleo y, por otro, que rendimiento económico y respeto al medio ambiente son, al menos parcialmente, contradictorios. Los conservadores, que arrastran el estigma de proteger sobremanera a la industria alemana -y en especial a la automovilística-, han salido en tromba, por el fondo y la forma, contra propuestas lanzadas por los ecologistas como la de prohibir los vuelos internos de menos de una hora (a cambio de fortalecer el tren) o la de subir el precio de los combustibles con un impuesto verde. También han criticado su propuesta de limitar a 130 kilómetros por hora la velocidad máxima en las autopistas.

Scholz está en este ámbito más cerca de Laschet que de Baerbock. Los socialdemócratas consideran que el cambio climático es uno de los asuntos primordiales, pero abogan por encontrar el equilibrio adecuado para no dañar la economía. Enfatizan, más que otros, la necesidad de una transición justa que apoye a todos los trabajadores que van a perder sus trabajos en los sectores más contaminantes (con programas de formación profesional) y a las regiones más afectadas por la reconversión (como las cuencas mineras). Scholz, perteneciente al ala social-liberal del SPD, tampoco quiere que la industria alemana pierda competitividad. Ya en sus últimas reuniones multilaterales como actual ministro alemán de Finanzas ha lanzado la idea de crear un "club del clima", una alianza de naciones que se comprometan a coordinarse para que el juego limpio impere en la transición ecológica y que ninguna de ellas se plantee lograr una ventaja competitiva a costa de contaminar.

 

Integración europea

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El socialdemócrata Olaf Scholz en el Ministerio de Finanzas, Berlí, 2021. Bernd von Jutrczenka/picture alliance via Getty Images

Baerbock y Scholz tienen más puntos en común en este apartado. Todos comparten la importancia del proyecto europeo, pero tanto la líder verde como el candidato socialdemócrata, además de aspirar a hacer avanzar el aspecto político, quieren profundizar la integración económica del bloque. Consideran que el plan de recuperación y la primera emisión de deuda común para financiarlo son un salto cualitativo en este ámbito, sobre el que hay que seguir construyendo. Baerbock, que aboga por "renovar" la "promesa social" europea, quiere coordinar el Generation Next EU con el Green New Deal y convertir la crisis del coronavirus y el programa comunitario para abandonarla en la base sobre la que transformar la economía del bloque. El objetivo es convertir a Europa en "el primer continente neutral" en términos de emisiones contaminantes.

Scholz, por su parte, ha hablado de la deuda común como del momento hamiltoniano de la UE, en referencia a Alexander Hamilton, quien federalizó la deuda de los estados individuales sentando las bases de la unión fiscal de EE UU. El socialdemócrata, como ministro alemán de Finanzas, fue junto a su homólogo francés, Bruno Le Maire, el impulsor del plan de recuperación poscovid respaldado parcialmente con bonos comunitarios. Para Alemania eso fue una revolución copernicana. Además el socialdemócrata ve con buenos ojos la propuesta francesa de hacer permanente el mecanismo de emisión común de deuda para impulsar la innovación y la reconversión verde.

Laschet, que fue eurodiputado y nació en Aquisgrán, en la frontera alemana con Países Bajos y Bélgica, se califica a sí mismo de europeísta convencido. Y en muchas ocasiones sus políticas se enmarcan en el contexto comunitario, de la lucha contra el cambio climático a la acción exterior, pasando por la migración y la defensa de los derechos humanos. Pero la emisión de deuda común está al otro lado de sus escasas líneas rojas. Además de su posicionamiento personal, pesa aquí la oposición férrea de los sectores más a la derecha de su partido, con los que ha tenido que llegar a cierto entendimiento para hacerse primero con las riendas de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y luego con la candidatura del bloque, imponiéndose a políticos mucho más conservadores y carismáticos, como Friedrich Merz y Markus Söder. Esto también influye en la postura del centro-derecha para volver cuanto antes, en Alemania y la UE, a la disciplina fiscal.

 

Política exterior común

Los tres principales candidatos alemanes abogan abiertamente por una UE más activa en política exterior, más autónoma, y guiada tanto por sus valores como por sus intereses. Todos ven en la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca una oportunidad para recomponer los lazos con Estados Unidos, pero desde una nueva posición más independiente y de mayor responsabilidad (en el Mediterráneo, en Ucrania y en gasto militar dentro de la OTAN). De forma significativa, Scholz dijo que de ser canciller mantendría la tradición de ir a París en el primer viaje oficial, mientras Baerbock aseguró que su destino sería Bruselas. Laschet, que no quiso avanzar a dónde acudiría primero, subrayó la importancia de "aprovechar los puntos en común en la relación transatlántica".

Sin embargo, mientras el énfasis de Baerbock recae en la defensa de la democracia y los derechos humanos, aunque esto suponga perjuicios económicos, sus dos rivales optan por el pragmatismo y la flexibilidad. La líder ecologista ha subrayado que la UE es una Unión de valores y que debe mostrar un "posicionamiento claro" y no ser "ingenua" al tratar con Moscú o Pekín. A su juicio, el polémico gasoducto Nord Stream 2, que llevará gas ruso directamente a Alemania a través del mar Báltico, no debería entrar en funcionamiento porque es una iniciativa "para desestabilizar Ucrania" y va "contra Europa". "No podemos hablar de soberanía europea y luego mirar hacia otro lado en el Nord Stream 2″, ha manifestado. Baerbock considera también que los productos confeccionados en la provincia china de Xinjiang mediante trabajos forzados de la minoría étnica uigur no deben poder entrar en la UE.

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El conservador Armin Laschet saluda al ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov en un encuentro en San Petesburgo. Marius Becker/picture alliance via Getty Images

Laschet, por su parte, cree que se puede ser un competidor económico de China, hablar "claro" con Pekín sobre Derechos Humanos y cooperar como socios en otros ámbitos de imperativo multilateral, como el cambio climático. Apuesta por el diálogo y por "encontrar coincidencias" con países "totalmente distintos". Considera además que es positivo que el Nord Stream 2 se concluya, y que se pare el suministro si es necesario en algún momento por algún desencuentro con Moscú.

Scholz se decanta también por esta misma línea de diálogo, en base a referentes propios de la Guerra Fría. En su opinión, es preciso volver a la "política de distensión" y tener como referente la Ostpolitik, la vía de comunicación que Alemania occidental abrió, pese a las tensiones geopolíticas de la época, con la Alemania oriental y la URSS por iniciativa del socialdemócrata Willy Brandt, primero como ministro de Exteriores y luego como canciller. También ha defendido la propuesta de la canciller Angela Merkel y el presidente francés, Emmanuel Macron, de organizar una cumbre con el presidente ruso, Vladímir Putin, una iniciativa que fracasó en el último consejo europeo por la radical oposición de los países bálticos y Polonia. "Biden hizo lo correcto al hablar", afirmó. La necesidad de diálogo pero anclada en “principios claros” es también la fórmula del socialdemócrata para confrontar a China. Aquí Scholz recalcó la importancia de mantener el multilateralismo vivo,"encontrar equilibrios" y no cometer el "error de dividir el mundo" como pretenden los partidarios del decoupling.

 

Acuerdo de gobierno

Los programas, no obstante, deberán pasar por el tamiz de las urnas. Por aritmética y práctica política, Alemania conformará tras las elecciones una coalición que, según todos los sondeos, deberá incluir a dos o tres fuerzas políticas. Ninguna combinación será sencilla; algunas parecen manifiestamente complejas. Las últimas encuestas coinciden en señalar que sumaría los apoyos suficientes una coalición de conservadores (28-30 %) y verdes (17-20 %), los dos partidos con más respaldo. Se trataría de una alianza inédita a nivel federal y potencialmente interesante a nivel propositivo, aunque no exenta de contradicciones que podrían lastrar su acción ejecutiva.

Todas las demás opciones, más o menos probables a nivel aritmético, implicarían tripartitos en los que a alguna de las dos primeras fuerzas (o a las dos) se sumarían los socialdemócratas (15-17 %) y/o el Partido Liberal (11-12,5 %). Así, se especula con una alianza de verdes, socialdemócratas y liberales; una con los conservadores, los socialdemócratas y los liberales; y otra con conservadores, verdes y liberales. Incluso se habla de la posibilidad de sumar a conservadores, verdes y socialdemócratas.

Pese a las grandes coincidencias entre los tres candidatos, la incertidumbre en torno a los futuros socios y sus cuotas de poder dejan en el aire muchas cuestiones clave sobre el próximo Gobierno alemán. Empezando por quién se hará con la Cancillería y sucederá a Merkel, y siguiendo por otros puestos esenciales -y con un alto grado de autonomía- como los ministerios de Exteriores y Finanzas, cargos que pueden definir políticas de largo alcance a nivel comunitario. Se trata de toda una novedad para un país que en breve va a decir adiós a los 16 años de la era Merkel y que se jactaba de ser el ancla de la estabilidad de la UE.