El presidente Donald trump en el Capitolio. (Mark Wilson/Getty Images)

¿Cuáles son los desafíos que deparan al presidente de EE UU, Donald Trump?

Tengo la sospecha de que, cuando echemos la vista atrás para revisar la época de Donald Trump, 2017 parecerá un mero periodo de calentamiento para 2018. El año que empieza promete ser todavía más complicado que el anterior, y ha comenzado en pleno estrépito, con la publicación adelantada del libro de Michael Wolff Fire and Fury, que ha suscitado un debate público más serio sobre la capacidad mental del presidente. Luego estuvo la filtración del comentario hecho por Trump, en una reunión a puerta cerrada para lograr un amplio acuerdo sobre inmigración y gasto, de que no quería dejar entrar a gente procedente de “países de mierda”. Esto provocó una nueva ola de comentarios e indignación en los medios de comunicación y en la izquierda, y eso, a su vez, le empujó a él a proclamar ante los periodistas: “No soy racista” cuando se dirigía a cenar en el Trump International Golf Club. Parece que el comentario sobre los países de mierda desbarató las negociaciones sobre el proyecto de ley, lo cual arroja dudas sobre las posibilidades de que la Administración pueda seguir funcionando en un futuro cercano. Ah, y también hemos conocido, uno detrás de otro, dos casos en los que los abogados del mandatario pagaron a dos actrices porno para que callaran el hecho de que habían mantenido relaciones con él.

Todo esto hace que muchos estadounidenses, y mucha gente en todo el mundo, estén pidiendo a gritos: “¡Basta ya, por favor!” Pero, más allá de unos cuantos tuits desafortunados, comentarios improvisados y un pasado lascivo, 2018 va a plantear al presidente sus propios retos políticos y de gobierno, que, en algunos casos, quizá pondrán a prueba su voluntad de aguantar en el cargo los tres próximos años.

La investigación sobre Rusia

Trump y los republicanos están haciendo todo lo posible para desacreditar al fiscal especial Robert Mueller y su investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016. Como es sabido, Trump ha dicho en Twitter que es una “caza de brujas”, y, hace poco, Fox News destacó un reportaje de The New York Post que afirmaba que la sala del gran jurado reunido por Mueller estaba tan llena de negros que parecía un mitin del movimiento Black Lives Matter. Resulta bastante irónico, dado que los republicanos recibieron con vítores el nombramiento de Mueller en mayo. Este cambio de opinión refleja claramente el temor a lo que está descubriendo el fiscal, y que apenas hemos empezado a vislumbrar.

El 16 de enero, The New York Times informó de que el antiguo estratega jefe de Trump, Stephen K. Bannon, había sido citado a testificar ante el gran jurado, una medida que parece ser una táctica para conseguir que hable. En 2018 puede estrecharse el cerco de las imputaciones y alcanzar a personas como el yerno del presidente, Jared Kushner, e incluso el propio Trump. O, todavía peor, podrían acusarlo de obstrucción a la justicia, por sus conversaciones con el exdirector del FBI, James Comey, para intentar convencerlo de que no investigara los vínculos entre su campaña y Rusia, y por despedirlo cuando no lo consiguió.

En comparación con otras investigaciones especiales, la de Mueller está avanzando muy deprisa, pero, aun así, el tema es muy complejo y no es de prever que termine pronto su labor. Y eso, sin contar con que Trump decida destituir a Mueller, una medida que sería muy desacertada.

Cumplir las promesas de campaña antes de las elecciones de mitad de mandato

Trump tiene todavía pendientes muchas promesas que no ha hecho realidad. Y eso va a ser importante para el 35-39% de estadounidenses que siguen aprobando su gestión. Aunque dice que, en la práctica, ha revocado Obamacare, porque la nueva ley de impuestos elimina la obligación de que todo el mundo tenga seguro de salud, el hecho es que Obamacare sigue existiendo y cubre cada vez a más gente.

No nos olvidemos de la inmigración, que fue la piedra angular de su elección. En concreto, el muro, para el que se dice que Trump está tratando de obtener 18.000 millones de dólares (unos 14.700 millones de euros) mediante ese proyecto de ley de inmigración y gasto que él mismo desbarató con el comentario sobre los países de mierda. Según el senador Dick Durbin (demócrata por Illinois): “El presidente Trump ha dicho que quizá necesite un buen cierre de la administración para conseguir su muro. Y con esta exigencia, da la impresión de encaminarse en ese sentido”. Aunque no está claro a quién responsabilizarían más los votantes en el caso de que dicho cierre se materializara —demócratas o republicanos—, Trump también tendrá que asumir parte de la culpa, y enemistarse con el Congreso en un año electoral no le va a ayudar a obtener dinero para su muro.

Lo que queda, pues, son las infraestructuras, la única promesa de campaña que lograría el respaldo de los dos partidos en el Congreso y daría a muchos de sus votantes subempleados puestos de trabajo sólidos. Que la Casa Blanca de Trump no haya empezado por ahí es verdaderamente desconcertante. Que, en los últimos días, el plan se haya vuelto a retrasar hasta finales de enero es asombroso, sobre todo dado que su ministra de Transporte, Elaine Chao, es una de las pocas figuras de su gabinete que tiene experiencia en Washington.

Una manifestación contra el Gobierno de Donald Trump en Nueva York. (Jewel Samad/AFP/Getty Images)

Las elecciones de mitad de mandato

Las de 2018 serán, sin ninguna duda, unas de las elecciones de mitad de mandato más importantes de la historia. El 6 de noviembre, los votantes acudirán a las urnas para elegir a los 435 miembros de la Cámara de Representantes, 33 senadores, 39 gobernadores de estados y territorios y muchos otros cargos estatales y locales. En el momento de escribir estas líneas, los demócratas superan hipotéticamente a los republicanos por 8,5 puntos en un sondeo genérico, pero, primero, es aún muy temprano, y segundo, el Congreso se gana mediante la votación directa a los candidatos en sus respectivos estados y distritos. Ahora bien, es innegable que los demócratas tienen una verdadera oportunidad de recuperar la Cámara de Representantes, y tal vez el Senado, ambos controlados hoy por los republicanos.

Si bien estos últimos tienden a contar con más participación en las elecciones de mitad de mandato, los estadounidenses suelen aprovechar esos comicios para equilibrar la balanza de poder entre los dos partidos. Además, en esta ocasión hay muchos congresistas republicanos que han anunciado que se retiran, por lo que sus escaños estarán en juego. Los presidentes, en general, tienen que aceptar el golpe y perder una o las dos Cámaras del Congreso con cierta humildad (Bush habló de una “paliza” y Obama de un “destrozo”). En el mundo de Trump, hecho exclusivamente de victorias, es evidente que una derrota no irá acompañada de modestia, sino de toda su indignación dirigida contra su propio partido.

Si los demócratas ganan una Cámara o las dos, la agenda legislativa de Trump estará muerta. Y no tengan la menor duda de que el procedimiento de destitución empezará a abrirse paso en la Cámara de Representantes. Aunque no está claro que en el Senado se consiguieran los dos tercios de votos necesarios para apartarlo del cargo, el mero ruido del proceso, unido a la investigación sobre Rusia, dejaría poco margen para nada más en Washington.

Según dicen, Trump, que no ha dejado de hacer campaña desde que llegó a la Casa Blanca, está deseando salir a hacer campaña físicamente para las elecciones. Pero eso pondrá a los republicanos una situación delicada en los estados en los que es impopular, y, a diferencia de otros presidentes, que sabían cuándo apartarse y dejar que sus compañeros de partido hicieran sus propias campañas, a Trump quizá le parezca insultante que le pidan mantenerse al margen. Y, cuanto más tiempo y más energía dedique a las campañas, más se le culpará por las derrotas.

Los casos de acoso sexual y el movimiento de #MeToo no van a desaparecer

Trump apareció impunemente en un vídeo presumiendo de que podía “coger [a las mujeres] por el coño”, pero eso fue en 2016, cuando la mayoría del país creía que estaba a punto de elegir a la primera mujer presidenta. Se podía pensar que era una locura que pronto se quedaría atrás. La elección y la presidencia de Trump han desencadenado un movimiento que no parece estar perdiendo ninguna fuerza, y que no solo está impulsado por las mujeres, sino también por hombres que han sufrido su propio acoso sexual a manos de otros hombres más poderosos.

Hasta ahora, las acusaciones han acabado con personajes de sectores muy distintos, en especial Hollywood, los medios de comunicación, la moda y las tecnologías. También a políticos mujeriegos con responsabilidades en los estados, pero todavía no ha llegado en serio a Washington, aparte salpicar a cuatro congresistas: el senador Al Franken (demócrata por Minnesota) y los representantes John Conyers Jr. (demócrata por Michigan), Rubén Kihuen (demócrata por Nevada) y Trent Franks (republicano por Arizona).

Diecinueve mujeres han acusado a Trump de abusos sexuales, pero sin que él sufriera ninguna consecuencia electoral. Sin embargo, esas mujeres no van a darse por vencidas, y confían en que les hagan más caso ahora que el movimiento ha cobrado tanto impulso. En los últimos días, una de sus denunciantes, Jessica Leeds, criticó la hipocresía de Ivanka Trump por su tuit en el que elogiaba el discurso de Oprah Winfrey en los Globos de Oro: “Acabo de ver el estimulante e inspirador discurso de @Oprah en los #Golden Globes de anoche”, tuiteó Ivanka al día siguiente. “¡Unámonos todos, hombres y mujeres, y digamos que ha llegado la hora!”

Asimismo, el 20 de enero se cumple un año de la toma de posesión de Trump, y al día siguiente, el 21, se conmemorará el aniversario de la Marcha de las Mujeres, que se celebró en Estados Unidos y en todo el mundo. Las organizadoras han preparado otras marchas para ese día, incluida una en Madrid.

Y en el frente internacional

Seguramente, 2017 ha sido un año muy negativo para las relaciones internacionales de este presidente que pone a Estados Unidos por delante de todo, pero lo peor que podía pasar —una guerra, incluso nuclear— no llegó a suceder. Sin embargo, el supuesto líder del mundo libre no parece entender el orden mundial, ni mucho menos creer en él, por lo que es muy probable que siga dejando que se erosione mientras China ve encantada cómo nace una nueva era de liderazgo mundial.

El acuerdo nuclear con Irán sigue estando en duda, y Trump debe decidir si va a seguir aplicando sanciones o si va a cumplir su promesa de campaña de hacer añicos el “peor acuerdo de la historia”. El 16 de enero, los países europeos intensificaron su último esfuerzo a la desesperada para convencer al presidente estadounidense de que mantenga el acuerdo.

Tal vez lo más preocupante de todo ha sido la personalización del conflicto con Corea del Norte, a base de insultos y de bravatas sobre quién tiene el botón nuclear más grande en una serie de tuits improvisados. En medio de esta temeraria pelea de gallos, Corea del Sur ha adoptado un rumbo distinto y se ha reunido con su vecino del norte para hablar de la posibilidad de tener un equipo olímpico conjunto. Esta actitud es totalmente distinta a la estrecha alianza habitual entre Seúl y Washington y es un auténtico símbolo de lo que puede aguardar a otros aliados de los norteamericanos si emprenden un camino independiente.

El único asunto de política exterior en el que parece que podemos estar seguros de lo que va a hacer el Gobierno de Trump es el unilateralismo y el poner Estados Unidos por delante. Por eso, su reciente anuncio de que va a acudir a la reunión anual del Foro Económico de Davos es bastante extraño. Muchos se preguntan para qué se va a molestar en asistir a un acontecimiento que no es, según el medio Breitbart, más que un encuentro de “élites izquierdistas” y sus “amigos empresarios”. Desde luego, la salida de Steve Bannon de la Casa Blanca ha dejado al presidente sin un alter ego que estaba obsesionado por el nacionalismo económico, y es posible que su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner estén ganando la batalla para suavizar su imagen y normalizar su política. O quizá no. La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, ha declarado a The New York Times que “el presidente agradece la oportunidad de promover con los dirigentes mundiales su agenda de “Estados Unidos primero”, algo que también ha dicho Breitbart.

 

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia