De izquierda a derecha: el Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo Ilan Goldfajn, el Presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva, la Presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, el Presidente del Gobierno español Pedro Sánchez Pérez-Castejón y el Ministro de Comercio, Industria y Turismo de Colombia Sergio Díaz-Granados Guida durante la cumbre de la UE y la CELAC el 17 de julio de 2023 en Bruselas, Bélgica.(Thierry Monasse/Getty Images)

Tienen razón quienes dicen que la Cumbre UE-CELAC de julio en Bruselas fue un éxito y la tienen también quienes dicen que solo fue un comienzo, un puerto de salida de una navegación por hacer.

Fue un éxito por celebrarse, después de ocho años de suspensión. Por el nivel de las asistencias (y por pactar las ausencias, que también son importantes), por celebrarse en Bruselas, recordando a todas las cancillerías europeas que América Latina no es una cuestión Iberoamericana y por la resolución adoptada por acuerdo de cincuenta y nueve de los 60 países presentes (33 de CELAC y 27 de la UE). La negativa de Nicaragua a firmar la declaración por la tenue referencia a la agresión rusa a Ucrania, fue patética y aumentó el valor de la unidad entre países tan distintos como Polonia y Cuba o como Italia y Venezuela. Un ¡¡Bravo¡¡, pues al servicio exterior de la Unión Europea por sus méritos en esta negociación difícil y al gobierno español por la iniciativa en convocar la Cumbre. También fue un éxito por la Cumbre Económica que protagonizaron en la mañana del 17 de julio Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión europea, Lula y Sánchez, presidentes de Brasil y España respectivamente, abriendo la puerta a una esperanzadora Agenda Global Gateway, dotada con cuarenta y cinco mil millones de euros, de inversiones europeas en América Latina a desarrollar en los próximos años.

Pero la Cumbre ya fue. La foto ya es solo un recuerdo. Los presidentes volvieron a sus países y sus respectivas agendas, llenas de urgencias y de particulares conflictos -los que la política genera cada día- absorberán sus actos y sus preocupaciones. Los europeos vuelven su mirada al Este, a la guerra de Rusia en Ucrania, se angustian por la inflación o por la recesión económica, se reúnen para abordar una complejísima ampliación con los Balcanes Occidentales o se sumergen en agudas crisis políticas internas. Lo mismo ocurre con los presidentes latinoamericanos, todos ellos agobiados por un horizonte económico de bajo crecimiento y enfrentados a problemas estructurales de larga data: informalidad laboral, baja productividad, desigualdades sociales, limitados márgenes fiscales para hacer políticas sociales y para impulsar el crecimiento y problemas políticos de todo tipo,en cada uno de sus países.

La posibilidad de que la Cumbre pase a un segundo plano en la importancia de lo acordado y a un tercero o cuarto en la urgencia de las respectivas agendas europeas y latinoamericanas, es muy grande. Por eso quisiera puntualizar algunos aspectos que se derivan de los acuerdos de la Cumbre y que merecen atención en el desarrollo de esta Alianza Estratégica renovada entre Europa y América Latina y el Caribe.

Mantener y reforzar nuestro diálogo político

Uno de los elementos claves de nuestra alianza estratégica es la búsqueda de posiciones comunes en el complejo tablero internacional y el diálogo mutuo, es decir escuchar y pactar, sobre las posiciones europeas y de América Latina en las mesas de la gobernanza global.

Partimos de nuestras convergencias culturales y sociopolíticas respecto a valores comunes: democracia, derechos humanos, derecho internacional, gobernanza ordenada de un mundo multipolar, etc. Pero, por encima de esas convergencias, hay intereses contradictorios, a veces antagónicos. Europa y América Latina hemos estado muchos años sin escucharnos y sin fraguar costosos consensos en temas conflictivos de la agenda internacional: cambio climático, justicia fiscal, organización del comercio internacional, sistema financiero internacional, enfrentamientos bélicos en distintos lugares del mundo, funcionamiento de Naciones Unidas, etcétera. Podríamos señalar muchos más. A su vez, algunos conflictos políticos internos de América Latina han provocado la aparición de otros actores globales en su política interna: Cuba y Venezuela principalmente, con sus peculiares relaciones con Estados Unidos, Rusia y China. A todo ello hay que añadir la creciente presencia económica y geopolítica de China en la región latinoamericana que ha ido generando toda una red de dependencias comerciales y económicas que influyen decisivamente en las posiciones de la política exterior de muchos de los países latinoamericanos.

En definitiva, no podemos atribuir a América Latina su pertenencia a Occidente por naturaleza y exigirle, en consecuencia, su alineamiento con las posiciones geopolíticas del Oeste, por imperativo cultural. Tampoco es Sur Global, como pretenden otros, por su coincidencia con los países en desarrollo. Es una cosa y la otra. Es Occidente y es también Sur Global. En todo caso, ya no vale construir una alianza política sobre la retórica discursiva del pasado de nuestros valores comunes. No es suficiente.

Hay que reformular nuestro diálogo y basarlo en dos palabras claves: respeto y escucha. Diálogo y consenso. Por eso ha sido importante que la Cumbre establezca cauces de diálogo fijando un órgano común permanente para que América Latina y Europa puedan abordar la actualidad y tratar de encontrar acuerdos en sus posiciones respectivas ante las mesas globales de la gobernanza del mundo. En la misma dirección, la reunión anual de los Ministros de Asuntos Exteriores y el compromiso de una nueva cumbre cada dos años, son peldaños en la construcción de ese diálogo permanente para una alianza estratégica seria y eficaz.

Poner en marcha la agenda de inversiones global

El otro gran Acuerdo de la Cumbre fue el lanzamiento de la Agenda de Inversiones Global Gateway que incluye una larga lista de proyectos sobre los tres grandes pilares de las necesidades de cada país latinoamericano: transición energética y ecológica, transición digital e infraestructuras sociales.

Pero este ambicioso plan necesita ser ejecutado en los próximos años sobre la base de voluntades compartidas, por múltiples actores y con arreglo a una serie de acuerdos previos entre muchos de ellos. Una buena base de aproximación a esta compleja operación reclama aclarar muchas cosas previamente e implementar después muchas acciones de actores diversos.

7 cuestiones a debatir

La cifra que la Unión Europea ha anunciado para ayudar a la financiación de las inversiones es de 45.000 millones de euros, pero poco o nada se sabe del origen de esta cifra. ¿Dónde están presupuestadas? Esta corresponde a una suma de diferentes partidas nacionales pero, ¿a qué países y por qué importes? ¿Cuánto de ese dinero procede de programas de cooperación ya existentes?

Hay una lógica preocupación entre las entidades de la cooperación europeas con América Latina porque temen que parte de los recursos que ellas administran puedan ser empleadas para financiar o apalancar inversiones empresariales. En mi opinión, estos extremos debieran ser aclarados previamente y cuanto antes mejor.

Soy de los que piensan que las inversiones en proyectos como los que la agenda recoge son claves para el desarrollo económico de los países, pero eso no debiera reducir las ayudas de cooperación y en todo caso la agenda debiera ser presentada sobre una narrativa no tan ligada a las inversiones económicas por sí mismas como ligadas a la voluntad europea de participar en el desarrollo de los países latinoamericanos. Es preciso poner en valor la importancia de muchas de estas inversiones para modernizar el aparato productivo, superar la informalidad, transferir tecnología, formar cuadros, construir cadenas de valor y, por supuesto, muchas de ellas son directamente inversiones sociales como la construcción de infraestructuras sanitarias o educativas.

Es necesario articular la participación financiera de los bancos multilaterales de desarrollo en el plan y en los proyectos concretos. Igualmente, se necesitan acciones semejantes de la banca privada para financiar las grandes transiciones antes citadas.

Desarrollar esta Agenda será la mejor forma de construir un marco de relaciones económicas y comerciales más amplio sobre la base de mutuos intereses y siempre en permanente diálogo y colaboración con los gobiernos de América Latina y el Caribe.

La Agenda ha sido elaborada de abajo hacia arriba para decidir sectores y actividades donde invertir, involucrando a las autoridades gubernativas, organizaciones locales, instituciones regionales, Cámaras de Comercio, etcétera y empresas representativas de diversos sectores económicos y bancos de desarrollo. Por ello, su ejecución reclamará también una amplia participación de esos mismos actores.

En un contexto donde América Latina y el Caribe muestran dificultades para crecer sostenidamente, transformar su estructura e incrementar la productividad en el largo plazo, las inversiones pasan a ser un activo estratégico de las relaciones UE-AL. La baja acumulación de capital fijo y el pobre crecimiento de la productividad en América Latina y el Caribe marcan un claro techo de cristal a la capacidad de la región para reducir la pobreza y la desigualdad. Por eso, las inversiones europeas deben superar la vieja y odiosa concepción extractivista y comportar una verdadera cooperación tecnológica y un compromiso por crear cadenas de valor propias en la región.

Es necesario entender y difundir los incentivos y alcances del Global Gateway a la mayor parte posible del empresariado europeo con el fin de comprometer su participación en la implementación. Reforzar las alianzas público privadas (APPs), entre las dos regiones está en la base de la definición de la Agenda de inversiones y de su implementación.

Es necesario mantener la calidad sociolaboral y medioambiental de las inversiones, lo que ya es un activo ampliamente reconocido de las inversiones de la Unión Europea. La Agenda de inversiones debe contribuir a la diversificación de capacidades productivas y a sostener la industrialización de América Latina. Reindustrializar con sostenibilidad empresarial debe ser un factor cualitativo fundamental de la agenda de inversiones Global Gateway en América Latina y el Caribe.

La institucionalización de un diálogo permanente y representativo de las autoridades económicas de las dos regiones es un aporte a la estabilidad y a la convergencia de las estrategias. Es decisivo institucionalizar un espacio donde se pueda dar seguimiento a la Agenda de inversiones y seguir los temas económicos y estratégicos. Un órgano permanente de coordinación y gestión, no sólo para profundizar la Agenda Global Gateway, sino también para pilotar conjuntamente las dos grandes transiciones del siglo: la ecológica y la digital, haciendo compatibles nuestras respectivas políticas industriales para una reindustrialización compartida de Europa y América Latina.

Valgan estas recomendaciones, a modo de recordatorio, para que todos, gobiernos, empresas, bancos, nos pongamos a la tarea. Nos jugamos mucho y esta es una Alianza en la que todos debemos y podemos ganar.