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(Asanka Ratnayake/Getty Images)

En Europa, los jóvenes se convierten en protagonistas y líderes frente al cambio climático. ¿Qué acciones han ido realizando?

Nueve de cada 10 jóvenes europeos creen que el cambio climático y el deterioro del medio ambiente son las amenazas más graves a las que se enfrenta el mundo hoy en día. El 84% se muestra bastante, muy o extremadamente preocupado al respecto. Estas son sólo algunas de las constataciones de un estudio de casi 23.000 encuestas hechas a jóvenes europeos de entre 15 y 35 años por la organización Action Aid en noviembre de 2020 en el marco de la campaña Climate of Change en la que se mostró de forma rotunda la importancia que los jóvenes le dan al cambio climático.

No solo están preocupados, sino que se preguntan quiénes son los responsables. Según este estudio el 52% mira hacia la industria, el 49% a los gobiernos y, de forma muy mayoritaria, el 77% cree que los hábitos de consumo no son sostenibles y tienen que ser cambiados. En el ámbito de las decisiones individuales el 75% de los jóvenes dice que ha votado o podría votar por políticos que prioricen los problemas climáticos, el 62% que boicotearía productos nocivos para el medio ambiente y el 59% se muestra dispuesto a protestar para que su gobierno actúe en esta dirección.

Tienen, además, muy clara la relación de la crisis climática con la economía – el 70% dice que si no se actúa habrá consecuencias muy negativas en este campo -, y bastante presente la idea de justicia climática -un 43% cree que los países ricos y desarrollados deberían hacer los mayores esfuerzos económicos y políticos para reducir los impactos de la crisis climática-.

Estos datos explican la importancia que han ido adquiriendo los jóvenes en la conversación pública sobre la crisis climática tanto en el ámbito internacional como en muchos de los países y desde organizaciones y espacios de actuación diferentes, algo que se puede comprobar de forma cada vez más habitual. Sin ir más lejos, en un encuentro reciente organizado en Madrid por Greenpeace y la iniciativa #NuevosLiderazgosbB, un grupo de jóvenes activistas y jóvenes políticos con tendencias ideológicas dispares se reunieron para iniciar una conversación en torno al tema que más les une: la crisis climática y cómo hacerle frente. Pese a partir de dos ámbitos tan diferentes como son el activista, por un lado, y el institucional por otro, y aunque las tendencias ideológicas albergaban la práctica totalidad del arco parlamentario, todos y todas coincidieron en la necesidad de acelerar la transición ecológica como un elemento crucial para su generación.

 

Un movimiento impulsor de muchos otros: Fridays for Future.

Cuando en agosto de 2018 Greta Thunberg inició las sentadas delante del Parlamento sueco que darían lugar después al movimiento Fridays for Future (FFF), no era la única joven preocupada por el cambio climático y la biodiversidad. Unos años antes dos jóvenes mujeres, Varshini Prakash y Sara Blazevic, ya habían iniciado el Sunrise Movement para apoyar la propuesta de Green New Deal que luego defendería la congresista Alexandria Ocasio-Cortez. La preocupación por las cuestiones ambientales se iba abriendo paso.

La activista climática sueca Greta Thunberg en Bruselas. (Dursun Aydemir/Anadolu Agency via Getty Images)

Cuando las sentadas comenzaron existía ya una ola de preocupación, pero la aparición de Fridays for Future bien podría considerarse un punto de inflexión en esta inquietud de los jóvenes sobre la crisis climática. Las acciones y discursos de Greta Thunberg provocaron una ola de iniciativas que fueron creciendo y teniendo una notable repercusión mediática y política. En estos años la hemos visto intervenir en cumbres climáticas junto a los principales líderes políticos, manifestarse en los alrededores de las sedes de celebración de los foros más relevantes sobre el tema y hablar a miles de jóvenes en manifestaciones y asambleas. Con Thunberg como cara visible, el movimiento FFF ha ido tomando cuerpo y, pese a la menor actividad desplegada durante la pandemia, ha mantenido su trabajo, como pudo verse en la última cumbre del clima en Glasgow en noviembre de 2021, a la que Greta Thunberg, en un mitin multitudinario, calificó como un “fracaso”.

Fridays for Future, como movimiento de jóvenes nacido al impulso de las primeras sentadas en Suecia, ha conseguido convertirse en global con presencia en más de 7.500 ciudades de todos los continentes. Según puede leerse en su web “El objetivo del movimiento es ejercer presión moral sobre los políticos, hacer que escuchen a los científicos y luego tomar medidas enérgicas para limitar el calentamiento global.” Y añaden: “Hacemos huelga porque nos preocupamos por nuestro planeta y por los demás. Tenemos la esperanza de que la humanidad pueda cambiar, evitar los peores desastres climáticos y construir un futuro mejor.” En el libro Cambiemos el mundo: #huelgaporelclima (Lumen, 2019), donde se encuentran recopilados los principales discursos de Greta Thunberg, se explican las claves de su visión. Una continua apelación a la política para que escuche a la ciencia y ponga en marcha medidas rápidas para hacer frente a la emergencia climática. No demandan ser escuchados ellos, sino que piden que se atienda a la ciencia y se actúe conforme a la evidencia, cada vez mayor.

La aparición de los Fridays for Future sirvió también de reactivo a otros actores. Enseguida les siguieron las Madres por el Clima, que comenzaron a compartir sus inquietudes sobre la contaminación y las afecciones en la salud de sus hijos en las redes sociales, y no tardarían en unirse los profesores con la iniciativa Teachers for Future, centrados en la educación ambiental. La onda expansiva llegó a las instituciones con la aprobación de declaraciones de emergencia climática tanto en parlamentos como en ayuntamientos. También las universidades se unieron a la ola. En España las primeras fueron la Universidad Politécnica de Cataluña y la Complutense de Madrid, esta última con la creación del movimiento Complutenses por el clima.

Estos son sólo unos ejemplos de lo que la irrupción con fuerza del movimiento Fridays for Future generó en la conversación pública global sobre la crisis climática. Su aparición supuso la irrupción en escena de las voces de los jóvenes incorporando el futuro – o sea, ellos mismos-, en el debate público, y el inicio de una ola de iniciativas similares en otros sectores.

 

No sólo protestas. También propuestas

Junto a estos movimientos y redes de carácter reivindicativo y activistas, el cambio climático se refleja también en las preocupaciones de los jóvenes cuando se organizan en estructuras de carácter más colaborativo con las instituciones.

Es el caso, por ejemplo, de Equipo Europa, una “asociación juvenil europeísta y no partidista que fue creada en 2019 con el objetivo de promover la Unión Europea entre los jóvenes y fomentar la participación política de la juventud”, según puede leerse en su web. El cambio climático es el protagonista de una de sus diez campañas, #UnÁrbolPorEuropa, que busca que todos los municipios de Europa planten al menos un árbol como símbolo de su apuesta por el clima y conectando las acciones locales con el impacto global.

Equipo Europa ha sido una de las entidades más activas en la Conferencia por el Futuro de Europa, donde ha planteado 95 propuestas, muchas de ellas en relación a la transición ecológica, centradas en aspectos relativos al modelo de ciudad y al consumo responsable.

El cambio climático aparece también en documentos propositivos de organizaciones de jóvenes más allá de convocatorias institucionales. Un buen ejemplo de ello es el Pacto Intergeneracional de Talento para el Futuro, una asociación de la sociedad civil que tiene como objetivo “Convertir a la “generación perdida” en agentes de cambio; y la desconexión en propuestas y proyectos para construir la sociedad del futuro.” El Pacto Intergeneracional para el Futuro nace “asumiendo la responsabilidad de querer mejorar nuestro entorno actuando como ciudadanos activos, desde la unión de la sociedad civil y el impulso del diálogo intergeneracional y con el objetivo de generar propuestas concretas que hagan llegar la voz de las personas jóvenes a los y las principales líderes de nuestro país, influyendo en los procesos de toma de decisiones.” De los 22 ejes en que se articula el documento, seis tienen que ver con la crisis climática y la sostenibilidad: Cambio climático y transición energética, naturaleza, ciudades sostenibles, reto demográfico, economía y nuevos modelos productivos, y economía circular.

Creo que no nos equivocaremos si afirmamos que los jóvenes europeos han entendido que la crisis climática les interpela de forma especial, y así lo hacen saber en protestas y propuestas. Harán bien en llamar la atención de los que ahora toman las decisiones de forma que, cuando les toque a ellos, sea todavía posible el objetivo de la sostenibilidad porque se haya conseguido no llegar a puntos de no retorno. Sus llamamientos han de ser entendidos como una reivindicación para los que toman decisiones ahora y un compromiso para cuando les toque tomarlas a ellos, que será más pronto que tarde. En este sentido, resulta una prioridad estratégica en la transición ecológica incorporar a los jóvenes a las dinámicas políticas e institucionales como manera de construir democracia y avanzar en sostenibilidad.