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El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante rodeado de sus partidarios durante la crisis de la COVID19 en Brasilia. (Andressa Anholete/Getty Images)

A pesar de lo poco favorable de los datos en número de muertes por coronavirus en Brasil, el presidente sigue subiendo en popularidad. ¿Qué estrategias está empleando?

Las últimas encuestas de varios institutos de opinión pública diferentes convergen: la popularidad de Bolsonaro es la mayor desde que asumió su mandato. En mis investigaciones más recientes sobre opinión pública analizo tres tipos de público bolsonarista: los electores fieles, los críticos y los arrepentidos. La pregunta a las que intento dar respuesta es la siguiente: ¿cómo es posible que Bolsonaro esté en su auge de popularidad con más de 110.000 muertos por la COVID19?

Los fieles y los arrepentidos

Para entender las razones por las que 57,8 millones de brasileños votaron por Bolsonaro, dividimos sus votantes en dos categorías: los votantes radicales, que hoy en día constituyen el 10%-15% de su base de apoyo y los votantes moderados, la gran mayoría de su base electoral. Lo primeros, el núcleo duro bolsonarista, son fundamentalmente hombres blancos, de clase media-alta, del sur-sureste del país, entre 25 y 45 años, que tienen una total adhesión emocional y psicológica con Bolsonaro como proyecto no sólo político sino vital. Lo que significa compartir su visión del mundo violenta, racista, LGBTfóbica y machista. Pero, ¿por qué muchos de los más moderados aún continúan confiando en un presidente tan abyecto?

Bolsonaro representa una tendencia política antisistémica y antipartidista. El sería el outsider, el único político honesto que, genuinamente, quiere luchar contra un sistema corrupto en su totalidad. A día de hoy, uno de los legados más problemáticos de la Operación Lava Jato es una intensa criminalización política que caló hondo sobre todo en las clases medias tradicionales brasileñas, que compartían la visión del entonces juez Sergio Moro como el héroe anticorrupción. Gran parte del público fiel bolsonarista continúa manteniendo su apoyo no porque confíe plenamente en Bolsonaro o porque esté cien por cien satisfecho con su gestión, sino porque no reconoce otra alternativa política o electoral viable. Justamente por entender que el sistema en su conjunto es intrínsecamente corrupto. Bolsonaro todavía es visto por este público como honesto y auténtico.

Además de esta honestidad, los argumentos que los más fieles repiten cuando justifican su apoyo, son muy recurrentes: primero, en comparación con los 14 años de gobiernos petistas, Bolsonaro aún no ha tenido tiempo de gobernar, segundo, el Partido de los Trabajadores (PT) dejó el país destruido política, económica y socialmente por lo que recomponerlo no es una tarea fácil, tercero, cuando Brasil empezó a encarrilarse, la pandemia llegó y todo se detuvo, cuarto, Bolsonaro hace todo lo posible por mejorar la situación del país pero la persecución continua que sufre por parte de la prensa, los políticos de la oposición y el Tribunal Supremo (unos de los enemigos prioritarios del presidente) hacen que este no consiga gobernar.

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Un grafiti en Río de Janeiro, muestra al presidente Jair Bolsonaro, junto a sus hijos, Carlos, Eduardo y Flávio Bolsonaro. (MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images)

Sin embargo, es entre la clase media y alta más lavajatista donde Bolsonaro perdió más adhesión. Esta población recibió como un duro golpe la dimisión del ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro, el 24 de abril de 2020, acusando a Bolsonaro de interferencia política en el nombramiento del director de la Policía Federal a fin de proteger a sus hijos de las investigaciones llevadas a cabo sobre ellos. La prole del presidente son uno de sus mayores problemas. Varios procesos pesan sobre los tres que tienen representación política. Flávio Bolsonaro (senador por Río de Janeiro) ha recibido acusaciones de realizar transacciones financieras ilegales por valor de 1,2 millones de reales. A Carlos Bolsonaro (concejal por Río de Janeiro) se le suman dos acusaciones: la primera por nombramiento de cargos fantasma en su gabinete y la segunda, la más importante en este momento, por ser uno de los supuestos coordinadores de la campaña de noticias falsas a través de millones de mensajes ilegales durante el periodo electoral. La misma denuncia de coordinar el esquema masivo de noticias falsas pesa sobre Eduardo Bolsonaro (diputado federal por São Paulo). Esta última investigación sobre fake news electorales es la que más preocupa en Brasilia ya que el Tribunal Supremo Electoral ha abierto un proceso de impugnación de la candidatura Bolsonaro-Mourão en base a dicha investigación.

Además de la frustración por la salida de Moro y de su visión negativa de los hijos del presidente, los que votaron por él, y ahora están decepcionados o arrepentidos, presentan los siguientes argumentos: en primer lugar aseguran que Bolsonaro no cumple con el decoro que su función exige, es excesivamente violento, autoritario, histriónico en su forma de conducir el Gobierno y con sus polémicas continuas causa gran inestabilidad, la segunda es que su gestión del coronavirus es irresponsable e inhumana, no se preocupa ni por los enfermos ni por los muertos.

Podemos decir que los dos factores principales para su debilitamiento eran la COVID19 y las sospechas de corrupción que involucraban a sus hijos. Su comportamiento frente a la pandemia ha sido analizado los últimos meses por la mayoría de los brasileños como denotativo de falta de carácter y humanidad. En paralelo, el 18 de mayo de 2020, Fabricio Queiroz, exasesor de Flavio Bolsonaro (primogénito del presidente) y sospechoso de ser su testaferro, fue arrestado después de pasar un año escondido en una casa propiedad del abogado de la familia Bolsonaro. Según Datafolha, el 64% de los brasileños cree que Bolsonaro conocía el paradero de Queiroz todo este tiempo.

En las últimas semanas, parece que el presidente y sus asesores entendieron este mensaje de su base más desencantada y cambiaron su estrategia: han hecho desaparecer a sus hijos del espacio público y de las redes sociales y han “domesticado” a un Bolsonaro que está mucho más moderado que en sus inicios de presidencia. Consecuencia de este giro estratégico comportamental, su popularidad ha vuelto a crecer. Sobre los más de 110.000 muertos por la pandemia y las críticas a su gestión, también tiene una estrategia clara, la culpa de estos números y de la crisis económica que se avecina no la tiene él, la tienen los gobernadores de los estados y los alcaldes que no siguieron sus recomendaciones de que la gente pudiera salir a trabajar, decretaron confinamientos que sólo algunos cumplieron y, de esta forma, no lograron atajar la pandemia y agravaron la crisis económica. Parece que esta reciente táctica también puede estar comenzando a funcionar.

En paralelo, la popularidad del Bolsonaro comienza a aumentar entre los más pobres, a causa, fundamentalmente, de una ayuda de emergencia de 600 reales mensuales que recibirán durante la pandemia y que es esencial para la sobrevivencia de millones de brasileños. Por otro lado, el presidente comienza a invertir políticamente en el Nordeste del Brasil, la región más empobrecida y feudo electoral histórico del PT. Sabe que si gana las clases populares con ayudas económicas el camino hacia la reelección se facilita mucho. Los datos impresionan: 65,3 millones de brasileños están recibiendo la ayuda, de ellos un tercio en dicha región. El problema es que esta ayuda no puede ser para siempre, y el neoliberal ministro de Economía, Paulo Guedes, ya está insistiendo en que ésta es incompatible con sus políticas de ajuste presupuestario y fiscal. Además, Paulo Guedes es imprescindible para mantener el apoyo del empresariado y el capital nacional e internacional. ¿Serán capaces Guedes y Bolsonaro de llegar a un acuerdo para mantener alguna ayuda económica (aunque de valor menor a 600 reales) a lo largo del tiempo que garantice el apoyo de los más pobres, pero también continuar con los planes privatistas y reformas (tributaria y administrativa serían las próximas) para mantener satisfechos a los dueños del dinero? Veremos.

¿Impeachment?

Si la nueva estrategia bolsonarista basada en la combinación de su propia moderación con la ayuda de 600 reales y la culpa de alcaldes y gobernadores por la pandemia, continúa funcionando, el que fuera capitán puede reforzarse como una alternativa viable para las próximas elecciones presidenciales que serán en 2022. No sólo entre los leales, sino también entre un buen número de partidarios críticos, que, parecen estar mejorando sus perspectivas y le votarían de nuevo, especialmente contra el PT. El antipetisismo sigue siendo bastante fuerte entre la población, sobre todo si se tiene en cuenta que gran parte de los que votaron a Bolsonaro en 2018 son antiguos petistas. Pero el problema no es sólo el PT, es la ausencia de un nombre fuerte que aglutine el campo de la derecha más moderada y la centro derecha y que consiga arrebatar votos al presidente. Diversos nombres se barajan: João Doria (gobernador de São Paulo), Sergio Moro, Luciano Huck (un conocidísimo presentador de televisión), pero de momento nada está definido.

En el plano institucional, la posibilidad de un impeachment que llegó a parecer plausible los meses anteriores, ahora se diluye. Bolsonaro cuenta con el apoyo de amplios sectores de las Fuerzas Armadas. Es el gobierno más militarizado de la historia brasileña, con 11 ministros militares y casi 3.000 cargos gubernamentales ocupados por militares. Las Fuerzas Armadas se han beneficiado enormemente de su presencia en el gobierno con una buena reforma de las pensiones aprobada al mismo tiempo en que se daba salida a una reforma antipopular y regresiva de las pensiones para los civiles y con un aumento del presupuesto militar en un momento de restricciones en otras áreas. Bolsonaro también está negociando su estabilidad con el poderoso presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, que tiene en su poder nada más y nada menos que 47 pedidos de impeachment diferentes y con un grupo de partidos políticos llamado "Centrão", que reúne a unos 200 diputados (de 513 en total) que no tienen una identidad ideológica específica y, por tanto, se venden al mejor postor, vinculados a prácticas clientelistas y corruptas, pero que tienen el poder de equilibrar la gobernabilidad del país.

¿La popularidad de Bolsonaro seguirá subiendo? ¿Será este capaz de mantener su nuevo giro estratégico? Los próximos meses lo dirán.