
Así es cómo el presidente ruso, Vladímir Putin, buscar reescribir un relato más acorde con sus ansias de crear una nueva Rusia, fuerte, moderna, postsoviética y respetada a escala global.
La tensión que desde finales de 2021 se observa entre Rusia y Ucrania ha ocupado la atención política y mediática en Europa, balanceándose entre los roces geopolíticos, el equilibrio y la disuasión presentes en las negociaciones entre la OTAN, Rusia y la Unión Europea.
Simultáneamente, a comienzos de 2022 se generó una crisis política en Kazajistán, estratégico actor localizado en Asia Central, y que implicó directamente a Rusia en el envío de un contingente de 3.000 soldados invocando la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), entidad creada en 1992 y del que forman parte Rusia, Kazajistán, Bielorrusia, Armenia, Kirguizistán, Tayikistán, Uzbekistán, Georgia y Azerbaiyán.
En el marco ucraniano, los protagonistas, principalmente Occidente y Rusia, alzan cada vez más la voz para defender sus respectivos intereses geopolíticos. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha recuperado un tono más agresivo contra EE UU, la OTAN y la UE con el foco en Ucrania, para advertir que está dispuesto a defender lo que denomina las "esferas de influencia" rusas dentro del espacio postsoviético, lo que implica su intención de evitar o preventivamente amortiguar la posibilidad de expansión del atlantismo vía OTAN hacia sus fronteras, particularmente Ucrania y Georgia.
Para evitarlo, Putin ha logrado construir una especie de cordón sanitario geopolítico con su vecina Bielorrusia con la finalidad de atajar la amenaza del Oeste, una rémora del telón de acero propio de la Guerra Fría entre EE UU y la URSS entre 1947 y 1991.
En el caso de Kazajistán, la implicación militar vía OTCS permitió a Moscú recuperar su influencia en esta república centroasiática. Puede así interpretarse que Putin reforzó sus intereses geopolíticos desde Bielorrusia y Ucrania hasta Kazajistán en aras de crear ese cordón sanitario que preserve sus "esferas de influencia" ante las presuntas "injerencias occidentales" en el espacio postsoviético euroasiático.
Por su parte, Washington, Bruselas y Kiev han respondido con el mismo tono de disuasión agresiva, advirtiendo que "no aceptarán una invasión rusa a Ucrania". Informes de inteligencia tanto rusos como occidentales señalan la existencia de tropas de Rusia en la frontera ruso-ucraniana, pero también de contingentes militares polacos y de sus aliados de las OTAN en la frontera occidental de Ucrania, dirigiendo sus miras hacia Rusia.
Sí es la geopolítica, pero no es la única carta
No obstante, las cumbres realizadas entre el 10 y el 12 de enero entre EE UU, la OTAN y Rusia demuestran no sólo la necesidad de rebajar la tensión en torno a Ucrania y la inesperada explosión social en Kazajistán sino también atender la necesidad de resetear las relaciones ruso-occidentales.

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