El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en las celebraciones del día de la independencia del 16 de septiembre de 2021 en Ciudad de México, México. (Hector Vivas via Getty Images)

América Latina busca su integración mientras Washington fija su atención en Asia-Pacífico.

 

La cumbre de la Comunidad de Estados de América Latina (CELAC) realizada en México el pasado 18 de septiembre determinó un momento probablemente decisivo en la geopolítica hemisférica a la hora de dar curso a un proceso de integración plenamente latinoamericana, sin la intermediación estadounidense

Esta perspectiva define un nuevo momento en la geopolítica hemisférica: a grandes rasgos, América Latina busca desprenderse de la histórica tutela estadounidense e, incluso, "atlantista". Toda vez que, para Washington, sus intereses geopolíticos hacia el eje Indo-Asia-Pacífico, definidos en el reciente acuerdo AUKUS firmado por EE UU, Gran Bretaña y Australia el pasado 15 de septiembre, implican igualmente observar la perspectiva de que los asuntos latinoamericanos han perdido cierto escalafón de prioridades en su política exterior.

Además de la ausencia de EE UU en un mecanismo de integración impulsado desde 2010 por el ex líder venezolano desaparecido Hugo Chávez, la CELAC había mantenido un perfil bajo en los últimos años. No obstante, la cumbre de México dio un giro inesperado, en particular ante la activa implicación del presidente anfitrión, Andrés Manuel López Obrador, quien buscó trazar nuevas hojas de ruta en temas que generan tensión a nivel hemisférico.

Entre esos temas destacan Venezuela, cuyo proceso de negociación para salir de la crisis se reanudó este 24 de septiembre en Ciudad de México; Cuba, con el espaldarazo de López Obrador invitando al presidente cubano Miguel Díaz-Canel a los actos de la independencia mexicana (16 de septiembre), así como a la cumbre de la CELAC; y Nicaragua, donde la presidencia mexicana mantuvo una actitud distante hacia el régimen de Daniel Ortega por la represión preelectoral en ese país.

 

¿Adiós a la OEA?

La cumbre de la CELAC en México podría interpretar la posibilidad de un nuevo reordenamiento geopolítico a nivel hemisférico, donde EE UU ya no tendría la incontestable voz de mando. Y en este aspecto, la CELAC también pretendería desplazar la operatividad de uno de los organismos hemisféricos impulsados por Washington desde la Guerra Fría: la Organización de Estados Americanos (OEA)

La Secretaria Ejecutiva de la CELAP, Alicia Bárcena, y el Canciller de México, Marcelo Ebrard, ofrecen una conferencia de prensa en el Palacio Nacional tras la VI Cumbre de la CELAC en Ciudad de México, México. (Luis Barron via Getty Images)

La OEA, creada en 1948 durante la Cumbre Interamericana de Bogotá y con sede en Washington, se convirtió prácticamente en el organismo regional con mayor capacidad de influencia en los asuntos hemisféricos, donde EE UU pudo definir con mayor nitidez sus políticas regionales de acuerdo a sus intereses.

Esta implicación estadounidense en la OEA se observó durante la Guerra Fría, con la intención de evitar la expansión hemisférica del comunismo soviético, así como tras la caída del Muro de Berlín (1989) y la desaparición de la URSS (1991) inaugurando el período de "posguerra fría". El objetivo de Washington vía OEA fue propiciar gobiernos democráticamente electos y áreas de libre comercio regionales afines a los programas económicos y de desarrollo de los distintos gobiernos estadounidenses. Un ejemplo de ello fue la adopción de la Carta Democrática Interamericana en la cumbre de la OEA celebrada en Lima el 11 de septiembre de 2001, precisamente el mismo día de los atentados terroristas en EE UU.

El giro político hacia la izquierda en varios países latinoamericanos a partir de 1999 con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela definió un nuevo rumbo. Comenzaron a proliferar diversos organismos (ALBA, UNASUR) con la intención de propiciar una integración plenamente latinoamericana. La creación de la CELAC consolidó esa perspectiva sin la presencia de EE UU y Canadá.

Bajo un contexto histórico definido por el 500º aniversario de la conquista de México (1521) y en plena fase de revisionismo histórico sobre esos sucesos tanto en América como en España, el presidente mexicano López Obrador intentó recuperar esa perspectiva de la CELAC como eje geopolítico de integración latinoamericana. 

Esa visión se plasmó en los líderes invitados a la reciente cumbre de México. La presencia del mandatario venezolano Nicolás Maduro en la misma supone un golpe de efecto de última hora por parte del eje La Habana-Caracas, con el foco en las negociaciones sobre la crisis en Venezuela. Maduro no salía de Venezuela desde mediados de 2020.

 

El eje Cuba-Venezuela

La cumbre de la CELAC reunió a los principales líderes latinoamericanos, una ocasión que también propicia para que el eje Cuba-Venezuela reacomodara sus piezas no sólo regionales sino también internacionales, en un momento clave ante la reanudación del diálogo de Maduro con la oposición venezolana también en tierras aztecas.

Por ello, Andrés Manuel López Obrador intentó imprimir una dosis de pragmatismo diplomático con vías a propiciar la distensión sobre la crisis venezolana, al invitar a Maduro a la cumbre de la CELAC, toda vez el presidente cubano Miguel Díaz-Canel ya llevaba días en México, asistiendo incluso como "invitado de honor" de López Obrador a los actos de conmemoración de la independencia mexicana, donde no faltaron los ataques contra la colonización española en América.

Por ello, la presencia de Díaz-Canel en México revelaría los planes hemisféricos que La Habana y Caracas, junto a sus aliados en la región, están diseñando en esta nueva etapa política y electoral 2021-2022 a nivel regional, así como ante los movimientos geopolíticos que se están observando en el plano global.

Uno de esos focos de atención es precisamente la crisis venezolana y cómo podrá Maduro sacar ganancia de las negociaciones en México. La primera ronda de negociaciones entre agosto y comienzos de septiembre arrojaron algunos avances en materia de calendario electoral, ya que la oposición liderada por Juan Guaidó aceptó participar en los comicios regionales del próximo 21 de noviembre, con lo cual legitima de facto la agenda política de Maduro. 

Del mismo modo, se alcanzaron consensos en cuanto a abordar la crisis humanitaria venezolana e incluso una posición común de defensa de la soberanía venezolana sobre el territorio Esequibo en reclamación con la vecina República Cooperativa de Guyana. Esta disputa territorial, que tiene sus orígenes tras un laudo arbitral celebrado en París en 1899, alcanzó su punto de mayor fricción en 1966 tras el Acuerdo de Ginebra que certificó la independencia guyanesa de Gran Bretaña y su reconocimiento oficial por parte venezolana. 

Desde entonces, la resolución de esta reclamación entre Venezuela y Guyana ante las instancias internacionales ha sido intermitente e incluso temporalmente postergada, como ocurrió tras el período de congelación de las negociaciones entre Caracas y Georgetown acordado en los Protocolos de Puerto España entre 1970 y 1982. Desde entonces la resolución del conflicto ante las instancias internacionales se ha visto paralizada, sin avances significativos entre las partes, hasta que, en 2018, la ONU decidió elevarla a la Corte Internacional de Justicia. Por tanto, y en perspectiva geopolítica, para Maduro y Díaz-Canel, lo de México iba avanzando sobre ruedas.

No obstante, aparecieron tres noticias simultáneas que alteran ese nivel de optimismo para Maduro y Díaz-Canel: la decisión de Cabo Verde de extraditar a Álex Saab a EE UU; la detención en Madrid del "Pollo" Carvajal; y un informe reciente de la ONU y la Corte Penal Internacional (CPI) sobre la utilización de métodos "nazis" de represión en Venezuela por parte del régimen de Maduro desde 2017. Estos factores complican las expectativas del régimen "madurista" en la negociación mexicana.

La posible extradición a EE UU de Álex Saab supone un golpe estratégico al corazón del poder "chavista-madurista". Este empresario colombo-venezolano ha jugado un rol esencial en la configuración del poder económico emanado de la "boliburguesía" de Maduro, beneficiándose de jugosos contratos y privilegios para la importación de alimentos a Venezuela cuando comenzó a acuciar la escasez a partir de 2015. 

Saab se ha convertido prácticamente en el testaferro de varias de las fortunas del "madurismo". Washington le acusa de presunto lavado de dinero y vínculos con el narcotráfico, además de diseñar una compleja red de financiamiento internacional favorable al régimen de Maduro que le ha permitido sortear las sanciones estadounidenses y europeas, apartado en el cual Saab presuntamente habría contado con la colaboración de Rusia, Irán, Turquía y China.

La eventual extradición de Saab a EE UU, la detención en España del "Pollo" Carvajal y el informe de la ONU y la CPI sobre Venezuela mencionado con anterioridad determinaba un contexto que obligaba a Maduro (y también a su principal aliado Díaz-Canel, quien todavía observa cómo las protestas internas en Cuba siguen cobrando forma cuestionando su autoridad) a reaccionar con mayor rapidez. 

El anuncio de Maduro de incorporar a Saab como miembro de la delegación del régimen que negocia con Guaidó en México es una "cortina de humo" y una maniobra de distracción que muy probablemente fue diseñada en consenso por Cuba, China y Rusia, con la intención de dilatar la negociación y evitar una extradición a EE UU que comprometería los intereses de esos países, tomando en cuenta los negocios de Saab con Rusia, Irán, Turquía y China, el "eje euroasiático" que desafía la hegemonía atlantista.

Un factor que podría revelar este escenario tiene que ver con la inmediata reacción rusa a la decisión de Cabo Verde de extraditar a Saab a EE UU. Moscú calificó esta posible extradición pedida por Washington como un "obstáculo para alcanzar un acuerdo en Venezuela". Posteriormente, China no dudó en calificar de "vergonzosa" la política estadounidense hacia Venezuela.

En segundo lugar, la dinámica política regional. El fracaso del kirchnerismo en las elecciones primarias PASO en Argentina supone un revés político de un aliado del eje La Habana-Caracas de cara a las elecciones legislativas argentinas del próximo 14 de noviembre, una semana antes de los comicios regionales venezolanos.

Por otro lado, el pulso político inédito del presidente brasileño Jair Bolsonaro con el Tribunal Supremo de su país expone la posibilidad de que el "bolsonarismo" esté levando anclas con la vista puesta en las presidenciales brasileñas de octubre de 2022, donde las cábalas electorales de la izquierda hemisférica agrupada en el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla se enfocan en el posible regreso de Lula a la presidencia brasileña el próximo año.

Simultáneamente, la tensión política e institucional peruana con el gobierno izquierdista del Pedro Castillo y en especial la represión preelectoral de Daniel Ortega en Nicaragua, que llevó incluso a la orden de detención del ex vicepresidente sandinista Sergio Ramírez (que vive en Madrid) supone traspasar una "línea roja" para muchos simpatizantes de izquierda, tomando en cuenta la popularidad y el respecto en varios sectores que supone la figura de Ramírez.

Finalmente, el éxito parcial del régimen cubano para contener las protestas que vive el país desde hace meses le otorga cierto margen de maniobra para actuar regionalmente a favor de su aliado Maduro. De allí la necesidad del eje La Habana-Caracas de participar de manera directa en la cumbre de la CELAC en México, con Díaz-Canel y Maduro en persona.

En tercer lugar, el terremoto geopolítico global causado por el reciente "pacto anglosajón" de Biden con Gran Bretaña y Australia, en materia de cooperación y de seguridad en Asia-Pacífico. 

El AUKUS de Biden altera significativamente el equilibrio de poder dentro de la OTAN. Por ello, para el eje La Habana-Caracas, la decisión de Biden de crear este "eje anglosajón" Washington-Londres-Camberra revela un aspecto clave: la Casa Blanca no ve como prioritaria a América Latina y ya ni siquiera a Europa. Su foco de interés está en China y Asia-Pacífico. Y eso, para La Habana y Caracas, supone pasar a la acción: reforzar su eje hemisférico con la cumbre de la CELAC en México ante la aparente indiferencia estadounidense y su foco de atención en otras latitudes.

Una mujer sosteniendo las banderas cubana y venezolana participa en una manifestación en apoyo al gobierno cubano y sus partidarios, frente a la embajada en Caracas, Venezuela, 12 de julio de 2021 (Javier Campos vía Getty Images)

No obstante, esas expectativas del eje La Habana-Caracas en la cumbre de la CELAC no fueron del todo halagüeñas, a tenor de las duras palabras expresadas por los presidentes uruguayo y paraguayo contra Díaz-Canel y Maduro, acusándolos de violadores de derechos humanos e incluso no reconociendo a Maduro como mandatario venezolano. Hay focos de resistencia a nivel hemisférico a la hora de reconocer la legitimidad de Díaz-Canel y de Maduro, y esto también propicia cierto nivel de desunión dentro de la CELAC.

Y aquí es donde López Obrador, muy probablemente, se vio persuadido a actuar en aras de propiciar un "consenso", para salvar una cumbre que podría fracasar por el peso de las crisis venezolana y cubana. 

Ese "consenso" de López Obrador es claramente un balón de oxígeno hemisférico para Díaz-Canel y Maduro, pero también reforzaría las expectativas mexicanas de convertirse en un actor de peso e influencia en los asuntos hemisféricos, comenzando por dar curso a una solución a la crisis venezolana.

A mediados de septiembre, la cumbre de la CELAC y el pacto AUKUS revelaron una nueva correlación de fuerzas geopolíticas entre los principales actores del concierto internacional. En este sentido, Washington prioriza sus estrategias: el "atlantismo" parece convertirse en un elemento obsoleto propio de la Guerra Fría. Por el contrario, la contención a China vía AUKUS define una "nueva guerra fría" para el siglo XXI, por mucho que el propio Biden lo niegue persistentemente en su retórica. 

Pero para diversos líderes latinoamericanos como López Obrador, la cumbre de la CELAC en México también podría abrir una nueva era: la de una América Latina que marca distancia de las pautas de relación de Washington y de sus intereses geopolíticos a nivel hemisférico.